Pareos, bolsos, gafas, ropa, sombrillas, fruta, masajes e incluso puestos de trenzas. Éste es el variado servicio a turistas que ofrecen en Cala Tarida los más de 12 senegaleses que trabajan en la venta ambulante. «Cada verano vienen las mismas personas. Llevo trabajando en este establecimiento desde 2014 y siempre son los mismos vendedores», señaló Mariano, trabajador del restaurante Can Yucas a pie de playa, mientras estas personas ocupaban toda el área de la cala desde primera hora de la mañana.

En este sentido, Mariano explicó a Periódico de Ibiza y Formentera que, aunque algunos de ellos ofrezcan servicio de comida y bebida, los hosteleros no se sienten amenazados porque, según este profesional, los turistas son conscientes de la diferencia de calidad entre los productos que venden los migrantes y el propio establecimiento. «Aunque los bañistas tengan que pagar tres o cuatro euros más por nuestra macedonia de frutas lo hacen porque saben que aquí vendemos calidad», apuntó este joven, que estaba situado cerca de la zona con tumbonas.

Falta de higiene

En esta misma línea se mostró también un trabajador del restaurante Cotton Beach Club Ibiza: «Muchos de ellos ofrecen comida y bebida. Así que nos vemos en la obligación de dirigirnos a los turistas para hablarles sobre la falta de higiene alimentaria que pueden tener estos puestos de venta ambulante». Una falta de garantías que, según David Alejandro, no hace siempre mella en los bañistas, puesto que algunos deciden comprar estos recipientes de fruta cuando ven pasar al vendedor ambulante por delante de sus toallas. En este sentido, indicó que los hosteleros prefieren avisar antes de la situación para evitar el riesgo de posibles intoxicaciones. «Desconocemos las condiciones en las que se prepara la fruta que luego se vende en la playa y el origen de todos los productos que están ofreciendo», explicó haciendo hincapié en que no saben cómo estos recipientes se han preparado ni cómo los conservan.

«Para los visitantes es mejor que consuman en nuestro local, sobre todo por cuestiones de higiene. Afortunadamente, la mayoría lo hace en nuestro establecimiento», puntualizó David Alejandro mientras una familia italiana compraba a una vendedora ambulante dos macedonias de fruta. Estos envases, que contenían sandia, piña y uva, cuestan cuatro euros cada uno. Unos precios mucho más elevados tienen los pareos largos que venden en la playa. Sin ir más lejos, según un vendedor senegalés, los pañuelos que comercializa cada día en Cala Tarida tienen un coste que oscila entre 20 y 25 euros. «Los dobladillos están cosidos a mano», explicó este joven migrante con la playa repleta de bañistas que no dejaban de observar a tres mujeres occidentales que portaban varios modelitos de ropa con el objetivo de comercializar esta indumentaria.

«Ofrecen todo tipo de servicio, incluso hace poco había una mujer asiática ofreciendo masajes a los turistas», subrayó Mariano resaltando que, aunque esta práctica ilegal en Cala Tarida es notoria, no considera que la venta invasiva a pie de playa haya aumentado exponencialmente este año. Es más, señaló que, si por él fuera, estos migrantes tendrían un permiso legal para poder operar en la playa, aunque también reconoció que esta actividad puede llegar a provocar en algunos turistas «bastante malestar». Al preguntarle por el control y la vigilancia policial en la zona para evitar la venta sin autorización de estos productos, Mariano indicó que la Policía Local de Sant Josep recorre la zona cada tres o cuatro días. «No sabemos si vienen exclusivamente por ellos, pero presencia policial hay», puntualizó este hostelero.

Venta invasiva

En este sentido, mientras los hosteleros se mostraban más comprensivos con el desarrollo de esta actividad irregular, algunos bañistas señalaron a este medio que esta venta invasiva a pie de playa es «molesta» y «desagradable». «No paran de recorrer la orilla con sus productos e insisten más de la cuenta», manifestó una vecina del municipio denunciando que ella sí ha sido testigo de cómo esta oferta ilegal ha ido aumentando con los años debido a la ausencia de seguridad. A esto se suma, además, que quienes venden ropa ponen la música a todo volumen para captar la atención de los bañistas, pero al mismo tiempo los molestan.

Por su parte, desde el Ayuntamiento de Sant Josep explicaron ayer a este medio que no se han llegado a tramitar denuncias en vía penal, ya que los riesgos de esta práctica no están ligados a las condiciones de seguridad. No obstante, sí que adelantaron que se han llegado a interponer cinco sanciones administrativas en materia de venta ambulante en Cala Tarida, llegando a requisar todo el material. «Los agentes atienden los requerimientos ciudadanos. Se presentan en la zona, requisan todo el material y aplican la sanción económica», señalaron fuentes municipales.