Bárbara Jawira García (izquierda) y Marina Andrés (derecha) las dos protagonistas de esta historia.
Bárbara Jawira García y Marina Andrés son solo dos de las decenas de víctimas de falsos líderes espirituales o pseudoterapias en Baleares. Cuentan su historia de supervivencia. La primera sometida durante casi dos años a un maestro espiritual en Eivissa. La segunda, cuando acudió a un retiro de Ayahuasca en Mallorca que duraba cuatro días y llegó a ser una «locura».
Bárbara Jawira García, 28 años: «Nuestro maestro nos violaba, día y noche»
«La amenaza más frecuente era que si no hacíamos lo que nos decía, moriríamos e iríamos al infierno. Decía que después de morir, volveríamos a nacer en cuerpos de animales y viviríamos como animales porque eso habríamos elegido por darle la espalda a Dios. Si dejábamos este proceso de metafísica con él, con nuestro maestro, y volvíamos con las familias, las condenábamos al mismo camino».
«Nuestro maestro, que decía ser el Arcángel Miguel, Jesús y Dios de la Tierra, elegía cada noche quién de nosotras le tocaba dormir con él. Y nos violaba, día y noche. A mí me decía que con su poder me había curado mi supuesto cáncer de mi vagina, que hacía un trabajo de curación. A Salomé, le decía que tenía que tener cuanta más polla posible para curar el gusto que tenía su ego hacia las mujeres».
Bárbara Jawira García, de 28 años, está salvo, pero estuvo a punto de perder la vida. Su mayor terapia para superar este episodio terrorífico, que duró año y nueve meses, está siendo ahora la música y la creatividad. Ella se mudó a Eivissa en 2019 para buscar músicos y montar una banda. Una amistad le conectó con el maestro espiritual, que a día de hoy pasea sin escrúpulos por la toda la ciudad ibicenca. Se trata de un irlandés llamado Michael Murray y suma varias denuncias. Se hizo pública la detención de este gurú en 2022 y anteriormente estuvo en en búsqueda y captura.
«Hago esta entrevista porque quiero que ayuden a Salomé, que todavía está abducida por él, y para que las familias sepan que este hombre es un violador, un pederasta y anda suelto. La justicia de Eivissa saben lo que se le ha denunciado y en qué situación se encuentra Salomé». Bárbara, que en breves volverá a Mallorca para trabajar, abre su herida desde el momento en el que conoció a este maestro.
Para Bárbara, al principio todo parecía ser un camino espiritual. «Lo primero que me llamó la atención fue su carisma. Parecía filósofo, diferente, metido en el mundo de la espiritualidad y profesor de metafísica. Me interesó todo eso, ya que estaba metida en teorías del New Age». Al poco tiempo ya estaba abducida y se mudó con su guía espiritual y con la otra chica, Salomé, sometida nueve meses antes que ella.
Según recuerda, su maestro actuaba como Jesús con la gente más desfavorecida. Le llegó a decir que debía darle todas sus pertenencias, «incluyendo mi mente, cuerpo y alma. El hecho de deshacerme de todo, nos decía Michael Murray era para practicar el desapego. La primera noche lloré mucho, pero había mucha marihuana por en medio y llegué a perder mi voluntad». Él controlaba qué comer, cuándo y cuánto. Qué fumar, qué sustancias consumir y qué cantidades. Llegaron a pasar semanas enteras en ayuno para liberar su cuerpo de la esclavitud que era la comida.
Los tres vivieron los primeros diez meses en una caravana entre Ibiza ciudad, Figueretas y Sant Antoni, y luego en septiembre se marcharon a Es Vedrà, donde ella y Salomé dormían en la intemperie. Este fue su último paradero hasta que consiguiera huir. Sin embargo, «cada día nos obligaba a pedir limosna en cualquier lugar de Eivissa».
El día a día de Bárbara
«Él nos daba clases de metafísica, teorías..todo era un bulo. Teníamos que apuntar a diario muchas cosas, a la vez que nos esclavizaba. Todo era para limpiar nuestra mente y limpiársela, luego, a otros», rememora con dolor.
A su familia le contó que este hombre, Michael, les iba a enseñar metafísica gratis mientras viajaban por el mundo y ayudaban a otra gente: «Les expliqué que no podía utilizar redes sociales, ni teléfonos. Pero desde febrero o marzo de 2020 mi familia empezó a buscarme. Me los encontré varias veces, a mis padres y a mi hermana, por separado. A Salomé y a mí nos costaba horrores mantenernos alejadas de nuestra familias. La de Salomé sigue creyendo que está bien y no es cierto», advierte.
Otro de los episodios que se suman a su testimonio es que «Salomé se ha llegado a autolesionar en numerosas ocasiones y a la vez intentó ahorcarse, fue muy traumático para mí». En el caso de Bárbara, le llegó a expresar a Murray que quería morir, y éste le dio la enhorabuena, pues habría llegado al último paso, el de no querer nada de este mundo, si no a Dios».
Sus días en Es Vedrà, donde ella y Salomé llegaron a perder kilos y a tener un aspecto demacrado, se basaban en ir por la playa y por los restaurantes a pedir dinero, o caminando kilómetros hasta un manantial para buscar agua. Incluso les obligó el maestro a hurgar en las basuras de los restaurantes. «Era una tortura».
Su marcha se produjo el 8 de agosto de 2021. Pero antes de ese día, Bárbara nos pone en situación: «En ese momento, la policía le buscaba, así que decidió quemar todos nuestros apuntes. Solo utilizábamos unos teléfonos móviles antiguos durante unos meses para que él pudiera llamarnos, hasta que un día nos los hizo quemar. Decía que los agentes le tenían controlado porque él había escapado del sistema".
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El 8 de agosto, el maestro espiritual le lanzó una piedra a la cabeza. Bárbara aprovechó para huir. «Fui andando hasta la carretera que sale de Cala d'Hort donde me encontré con un coche de la policía y ellos llamaron a la ambulancia», aclara. Se la encontraron muy delgada. Ella entendería luego que ya no le servía al gurú, por eso intentó matarla con la piedra. Pasó un breve tiempo en el hospital, pero no fue realmente hasta después de un mes cuando algo en su cerebro hizo click y «me pude dar cuenta que todo habían sido locuras, que me habían manipulado». El 14 de septiembre puso una denuncia contra Michael Murray.
Hoy Bárbara lucha con un fuerte estrés postraumático, insomnio y ansiedad. «Me ha costado normalizar mi vida, y tampoco he recibido ninguna ayuda para tratar los traumas. Si alguien te tiene que explicar cómo vivir y qué es la vida, es manipulación», advierte. Pero ante todo, quiere dejar claro que «Salomé necesita salir de ahí cuanto antes, porque le va a costar mucho olvidar todo lo que ha vivido con ese hijo de puta. Eso si sobrevive, porque cualquier día Murray la va a matar, si no se mata ella misma antes».
Marina Andrés, 30 años: «Los gritos eran tan fuertes que me tuve que ir de allí»
Viajamos a diciembre de 2022. Marina Andrés, de 30 años, se apuntó a un retiro de Ayahuasca que organizó su pareja (ya expareja) en una finca de Campos. Trajeron a un chamán procedente de la selva de Colombia. «Pagábamos 150 euros por noche y los organizadores pagaron el billete del chamán y el de su ayudante. Ellos trajeron de la selva las plantas y envases de moringa plastificados donde introdujeron polvo de hojas de coca amazónica. No me enteraría de todo esto hasta pasado unos días. Ellos decidían quién podía tomar y quién no». Así comienza una corta, pero intensa, experiencia que le ha marcado en muchos aspectos.
«Toda la información de este retiro me llegaba de mi entonces pareja, que se dedica a la terapia alternativa. Éramos siete personas y lo que parecía ser este chamán era un ser de completa confianza, que vivía en la selva amazónica y que había practicado estos rituales toda su vida. Se vendía el retiro como una experiencia de desarrollo personal con plantas de la selva».
Marina quiso acudir por el desarrollo personal que, a priori, era este retiro de cuatro días. Recuerda que al llegar a la villa, «la primera toma de contacto fue extraña. Mi expareja, que ya había realizado este ritual en Colombia, demostraba cierto fanatismo a este chamán, que decía ser alguien con una sabiduría increíble y al que debíamos tener cierto respeto y adoración».
Los gritos de su expareja
El consumo de Ayahuasca empezó el segundo día de retiro. Eran las 20 horas. «Nos decía que no pasaba nada, y como muestra de confianza, él ingirió también el líquido, pues decía que había mucho chamán falso y él, así, se mostraba humilde». Primero bebieron el líquido los hombres, luego las mujeres. Marina recuerda cómo una mujer empezó a vomitar en el momento de ingerir la bebida.
Un episodio la marcaría, cuando vio el estado en el que se encontraba su expareja: «Hacía movimientos extraños en el suelo, a meter la cabeza en el sofá, a dar palmas y a desplazarse. El chamán se lanzó hacia él, le abanicaron e intentaron sacarle de ese estado sin éxito. Los gritos eran tan potentes que me tuve que ir de allí», rememora. El ayudante, a todo esto, le dijo que era parte del proceso de sanación, que estaba todo bien.
Al poco tiempo, Marina tuvo que volver a entrar a la sala: «El chamán me había llamado. Una parte de mí no había perdido la conciencia. Le pedí a mi compañera que no se separara de mí. La situación que estaba vivienda era demasiado caótica. Quise ir hacia el chamán pero solo para conocer el estado de mi expareja. Me comunicaron que le habían encerrado en un cuarto, atado, para que no se hiciera tanto daño con los golpes que se estaba causando», afirma.
El chamán le empezó a explicar que él gritaba porque tenía que pagar por lo que hizo en el pasado, entre otras cosas, porque había violado. A todo esto, recuerda, «me lo contaba cogiéndome por el cuello, no dejó de hablar durante horas, en bucle, con información de mi expareja. Me llegó a decir que me fuera con él a la selva a dar clases a niños pobres, si mi expareja no conseguía ser honesto».
A Marina le cuesta hablar del siguiente episodio, cuando ella se marchó a una habitación a dormir y él, a los pocos minutos entró. «No perdí la conciencia, y pude reaccionar para salir de ahí a tiempo». Se marchó a Palma con una de las participantes. «Me fui a casa de una amiga, no pude dormir, estaba en un estado de nerviosismo, me daban pinchazos en el cerebro y sentía mucho temblor. Pero ese chamán seguía en aquella villa, faltaban dos días más de retiro y venía gente incluso de fuera que ya había pagado».
Su expareja se recuperó, y al conocer que ella quería denunciar, él le confesó que si lo hacía, le investigarían a él y a la otra organizadora, empresaria de la Isla. Denunció a pesar de todo. Marina explica que el chamán ya había cobrado el servicio del primer día de Ayahuasca y los organizadores, al saber su denuncia, llamaron a un taxi y le reservaron un hotel. La policía sabía dónde se alojaba.
Han pasado tres meses de este episodio, pero Marina Andrés ha necesitado ayuda para transitar todo lo que ha vivido en esa villa. «Actualmente, sigo centrada en mi bienestar. Yo no soy víctima porque yo di mi consentimiento a la persona que era de mi confianza, mi ahora expareja. Pero fallé en no ser consciente si realmente quería participar».
De todo esto, tiene claro que el desarrollo personal es bueno, siempre que «las técnicas no pongan en peligro tu vida, y te sirvan para profundizar en ti mismo en un ambiente seguro. ¿Por qué no se regulan?», reflexiona.
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