—¿Qué es lo que le ha interesado de ese período tan concreto de la historia de la Mola?
—La coordinadora de la UOM me pidió una conferencia sobre el Pilar de la Mola y hace algún tiempo hice un trabajo que todavía no se ha publicado, sobre los 19 años en que Formentera perteneció al Ayuntamiento de Ibiza, desde 1869 hasta 1888, y con toda esa información me puse a preparar la conferencia.
—¿Qué tiene de particular esa época en la Mola?
—A principios del siglo XVIII se inicia la repoblación de Formentera y llegan a la Mola los primeros ibicencos para establecerse allí. Inmediatamente piden poder hacer una iglesia, ya que tenían que ir a misa a Sant Francesc, que les quedaba realmente muy lejos con los medios de transporte de la época. En 1760 reciben al visitador eclesiástico, Joan Bavió, y los pobladores de la Mola le piden poder construir una iglesia, pero él no tenía potestad para poder decidir y quedo en suspenso.
Once años más tarde, el mismo señor ya es arzobispo de Tarragona, diócesis a la que pertenecían Ibiza y Formentera, y esto fue providencial, ya que cuando vuelve a visitar Formentera le recuerdan la necesidad de una iglesia. En ese momento les autoriza poder levantar un templo: la Iglesia del Pilar.
—¿Por qué se dedica el templo a la Virgen del Pilar?
—En aquel momento (1784), el obispo de Ibiza y Formentera era el aragonés Manuel Abad y Lasierra, gran devoto de la Madre de Dios del Pilar y bendijo la iglesia recién construida, dedicándola a la vocación de la virgen más venerada en Zaragoza.
—Aquellos repobladores llegaron a un territorio inhóspito y aislado. ¿Se encontraron con muchas dificultades?
—La repoblación en Formentera fue muy complicada pero la gente fue muy entusiasta y lo llevaron adelante. En el caso de la Mola se permite el uso del territorio a sus propietarias, las dos hijas de Marc Ferrer, y ellas dejan claro a los nuevos pobladores que deben quitar el bosque y dejar la tierra apta para el cultivo, vallarlo todo con paredes de piedra seca para delimitar perfectamente las fincas y darles un 10% del producto obtenido a las propietarias. Eso supuso muchísimo trabajo.
—Un trabajo que llega hasta nuestros días. Ahora la Cooperativa del Campo está recuperando todos esos campos de cultivo que se habían abandonado con la llegada del turismo masivo…
—Mi sorpresa, cada vez que visito la Mola, es que el territorio está muy bien cuidado y cultivado siempre. Enlazando con esto, le cuento una curiosidad: la Mola era el único territorio de las Pitiusas en el que los campos se labraban con bueyes. Mucha gente no lo sabía, pero en la conferencia he presentado una estadística en la que el 90% de los bueyes que había en Formentera estaban en la Mola. De hecho podemos ver algunas fotos en las que los bueyes están labrando estas tierras.
—Su conferencia acaba en el año 1920…
—Es en ese año cuando se acaba el primer tramo de carretera que va hasta es Caló de Sant Agustí y en 1925 se hace la carretera desde ahí hasta el Pilar de la Mola. En ese momento también el puerto de es Caló se declara hábil para mercadear. En esa época los pobladores de la Mola mostraban un especial aprecio por el diputado del Partido Conservador, Lluis Tur Palau y el aprecio era mutuo.
—La energía eléctrica aún tardaría mucho en llegar…
—Sí, la luz eléctrica no llego hasta finales de los años 60. La Mola era un territorio muy aislado y precario en cuanto a servicios. El faro de la Mola se iluminaba con la quema de combustible que debía de hacerse llegar subiéndolo desde cala Codolar por un peligroso camino entre los acantilados. Los dos fareros de la época se turnaban para que el faro estuviese siempre en marcha como guía de la navegación. En aquel tiempo debían ir cada día a Sant Francesc a buscar el correo, por si había noticias que les afectasen.
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