Cata Prats, la presidenta de la Colla de Sa Bodega, todavía recuerda cómo recién llegados de La Gomera, en enero de 2020, conocieron la noticia de que un extraño virus había sido detectado en España. El grupo había viajado a la isla para participar en un encuentro folklórico y, tras regresar, la sorpresa fue máxima. «Nos quedamos asombrados. Ninguno de nosotros era capaz de decir nada», asegura Prats.
La presidenta lamenta también cómo el covid les hizo suspender ese mismo año otros tres viajes que ya tenían preparados. Pero, sin duda, lo peor para todos los balladors y sonadors fue el parón forzoso que provocó la pandemia a las colles de ball pagès de Ibiza y Formentera.
En el caso de la de Sa Bodega, en estos momentos ya han podido recuperar cierto ritmo de actividad, «aunque no al completo». Lograr reunirse cada semana para ensayar y poder impartir sus talleres de artesanía es algo que valoran como nunca. «El próximo 1 de marzo viajamos a Palma para bailar. Poco a poco vamos haciendo», destaca la presidenta.
Prats explica que antes de la pandemia tenían muchas más ballades programadas y participaban en actividades que todavía no se han recuperado. Al igual que en otras agrupaciones folklóricas, en Sa Bodega han notado la marcha de pequeños balladors que han dejado las clases por miedo a los contagios. «Cuando cada semana puedes ensayar y te vas juntando, es algo muy positivo. El problema es cuando cortas algo de raíz y debes empezar de nuevo porque, principalmente para los más pequeños, es algo que cuesta mucho», reconoce Prats.
Su regreso a los ensayos ha sido a «trompicones» ante las distintas restricciones que iban produciéndose. Al mismo tiempo, la situación les ha llevado a recibir menos ayudas. Entre ellas, las que podía destinar al grupo el Ayuntamiento de Ibiza que ha dejado de organizar talleres o actividades por la situación de pandemia.
Prats lamenta también cómo el verano pasado el Consistorio dejó de organizar las ballades que suelen celebrarse en Es Martell todos los viernes por la noche: «las únicas tres ballades que hicimos fue porque el Consell, para otorgarnos una subvención, nos pidió que buscáramos tres eventos». Todavía desconocen si esta temporada podrán volver a bailar en esta zona del puerto.
Para los miembros de la Colla de Buscastell, el pasado octubre fue un mes importante puesto que pudieron retomar sus intercambios folklóricos. Después de la pandemia, esta agrupación portmanyí ha sido de las primeras en Ibiza -si no la primera- en hacer maletas y participar en un encuentro cultural en la ciudad de Manises, en Valencia.
En cuanto a los ensayos, según recuerda Cristina Ribas, no fue hasta el pasado junio cuando comenzaron a quedar, siempre al aire libre y de manera esporádica. En los últimos meses, el grupo pudo llevar a cabo en Sant Antoni dos acciones didácticas para enseñar a bailar pagès a los más pequeños del pueblo. El resultado fue tan positivo que han logrado atraer a la colla a varios niños con ganas de aprender. «Tuvo mucha acogida», destaca Ribas. También pudieron celebrar en diciembre su festival folklórico y tienen en mente organizar en breve varias actividades, algunas de ellas relacionadas con el carnaval.
En marzo de 2020 la Colla de Es Broll tenía prácticamente la maleta hecha para viajar a Egipto cuando el mundo se paralizó. Iban a participar en un prestigioso festival en el Cairo y estuvieron ensayando intensamente hasta dos días antes del confinamiento.
Para Anna Costa, la fundadora del grupo, es preocupante cómo puede afectar a un grupo folklórico estar meses sin poder reunirse, ensayar o trabajar en proyectos ilusionantes: «desde el principio intentamos acortar todo lo posible esta situación de parálisis. Durante la época más dura del confinamiento compartíamos a través de las redes algunas gaites y otras cosas para que hubiera un poco de movimiento».
En cuanto fue posible regresar a los ensayos, Costa recuerda cómo tuvieron que ir adaptándose a las restricciones vigentes en cada momento, limitando la asistencia de los balladors e incluso partiendo las sesiones en dos para que pudieran participar más miembros de Es Broll. «Hemos intentado adaptarnos lo máximo posible a una situación muy complicada y difícil. En cuanto pudimos, nos vestimos y así, en la pasada fiesta del primer Domingo de Mayo, no bailamos por la situación, pero nadie nos podía prohibir que fuéramos a la misa con los trajes tradicionales y así hicimos», destaca Costa.
Sobre las ayudas, Costa recuerda que normalmente se perciben por actividad hecha. Si no hay viajes o festivales, las subvenciones no llegan, explica también. «Por suerte, contamos con un grupo muy grande y ello nos permite ir capeando las malas situaciones, aunque hay que reconocer que algún pequeño ha dejado de acudir a los ensayos», concluye la fundadora de Es Broll.
Vicente Escandell, presidente de la Colla de l´Horta de Jesús, coincide con los otros grupos a la hora de reconocer que la pandemia les ha afectado «mucho» puesto que tuvieron que parar prácticamente al completo. Las nuevas tecnologías sí les permitieron mantener cierto contacto y así, los sonadors fueron capaces de hacer 'quedadas' virtuales para practicar.
Con 40 años recién cumplidos y con cerca de 60 miembros, Escandell recuerda cómo en 2020 tenían previsto viajar a un festival de Zaragoza que fue cancelado y rememora también cómo regresaron de Mallorca a comienzos de marzo tras participar en los actos de la Diada de Baleares. Poco después, se decretó el confinamiento. «Ahora es muy complicado viajar. Las medidas no son iguales en todas partes y además, bailar con mascarilla y con los trajes...», señala el presidente.
Lo que ya ha podido recuperar este grupo son sus variados talleres para los que tienen lista de espera. «Cuando no pudimos hacerlos, sí aprovechamos para comprar un telar nuevo y destinamos a ello prácticamente todos nuestros recursos. Esto merece un libro aparte», ironiza Escandell.
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