Ha sido como una liberación. La retirada de la obligatoriedad de llevar mascarilla en el patio del colegio durante los recreos permitió a los niños recuperar imágenes y sonrisas que parecían perdidas. En el CEIP Sa Graduada, durante el primer turno, los alumnos de primer curso estaban muy contentos. Mientras Efrén gritaba a los cuatro vientos «hoy tenemos patio sin mascarilla», su compañera Carla añadió «y el resto de días también nos la podemos quitar», al compás que explicaba cuidadosamente, como si de una experta se tratara, las situaciones excepcionales en las que, según la norma, hay que seguir usándola.
Pero no todos lo tenían tan claro. Como anécdota, el profesor de Educación Física para este curso, Óscar Sánchez, relató que una niña desconocía la novedad y, como no llevaba mascarilla en el patio, estuvo tapándose la boca hasta que le fue explicado que ya no era necesario. En este sentido, Sánchez declaró que, durante todo este tiempo, los niños habían sido «muy conscientes» de que era necesario llevarla, pero dio la bienvenida a la supresión de la medida, especialmente, para el desarrollo infantil, a la hora de incluir las caras y las expresiones en su aprendizaje diario. Como bien añadió, «hay un pequeño retraso en la comunicación al no ver las bocas, así que era el momento de dar el paso». En su opinión, lo próximo, y a no demasiado tardar, debería ser igualarse con otros países de Europa como Holanda, Francia, Irlanda, Reino Unido y varios países nórdicos, donde ya se han tomado medidas para poner fin o suavizar las restricciones. En algunos lugares, como Noruega y Dinamarca, la relajación se produce a pesar de que los recuentos de casos todavía rondan sus cifras máximas.
Foto: Daniel Espinosa.
En efecto, la directora del centro, Lourdes Ferrer, ratificó que el empleo de la mascarilla se había hecho sentir en el lenguaje de los pequeños, quienes aprenden por imitación, mientras que el hecho de no ver la boca del otro supone una limitación. Aunque reconoció que, en su momento, no quedaba otra opción debido a la gravedad de la situación sanitaria, Ferrer dijo compartir una decisión que «va a facilitar la comunicación entre los niños y entre todos, en general». A su modo de ver, la «mejora» de la situación epidemiológica hará que ya no retornen las mascarillas obligatorias en la calle.
Por su parte, la profesora de segundo curso, Ive Marco, también se congratuló de la nueva normativa y dio cuenta del hartazgo de los niños que, en ocasiones, «se quitaban la mascarilla cuando jugaban y se la ponían en el brazo».
Foto: Daniel Espinosa.
En efecto, mientras tanto, los niños corrían e interactuaban ufanos. Dos niñas de segundo curso estaban pintando las tres en raya con unas tizas en el suelo. Mientras tanto, discutían sobre el tiempo que la filipina Maryiloise llevaba en Ibiza. Ella dijo que eran dos meses, pero su amiga Carlota le recordó que se conocían desde Infantil. Al aparecer por allí Lucía, se confirmó que las tres iban a la misma clase. Junto a su compañero Carlos, expresaron su felicidad por no tener que llevar la mascarilla en el patio.
Fuera mascarillas
Poco después, en el recreo del CEIP Portal Nou, varios niños de una clase de quinto curso estaban muy emocionados de salir en las noticias. Mientras realizaban sus juegos habituales, iban hablando con Periódico de Ibiza y Formentera. Daniela expresó su alegría por dejar de llevar la mascarilla porque, «si se rompe, es un rollo», además de que sin ella pueden «respirar mejor».
Igualmente, Nathalie estaba «feliz», porque al fin habían dejado de empañársele las gafas. Otro niño, Gabriel Antonio, se mostraba tan contento «–muchísimo»– porque «por fin» se libraba de la mascarilla. Lo mejor, dijo, para quitarse de una vez el dolor de orejas.
Foto: Daniel Espinosa.
Como siempre hay excepciones, dos niñas la seguían llevando. Una de ellas, Laura, «por vergüenza»; otra, Layla, porque, según dejó caer, ya se ha «acostumbrado».
Como informó la directora del centro, Paulina López, «la tenían que llevar y lo han hecho». Sin embargo, ella también se alegró de la retirada de la mascarilla en espacios públicos porque eso significa que la pandemia va a mejor. «Creo que no la van a volver a poner, o eso espero», añadió, para, a continuación, precisar que, si alguna familia desea que el niño siga llevando la mascarilla en el recreo, «se respetará su decisión». Pese a todo, indicó, los pequeños tienen claro cuáles son sus espacios y los grupos de los que forman parte. Uno de ellos –David– dio la mejor explicación sobre su estado de ánimo ayer: «Me siento especial sin mascarilla». En sus cabezas, puede parecer que ya han pasado siglos.
Después del recreo, vuelta a la dura realidad y, antes de regresar a las aulas, cada alumno se tuvo que poner de nuevo la mascarilla para entrar en clase.
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