Según explicó este sábado Banu a Periódico de Ibiza y Formentera podría considerarse una segunda parte del que celebró en diciembre del año pasado ya que vuelve a estar inspirado en la edad dorada del cine egipcio y sus bailarinas, desde principios de los 40 hasta finales de los 60 del pasado siglo. «Aquella primera actuación que llevaba por nombre Golden Era Bellydance fue un gran éxito, con entradas agotadas desde varios días antes, y como sentimos que la gente se había quedado con ganas de más hemos dado un paso más con este espectáculo en el que volverán a participar algunas de mis chicas que vienen a los cursos que doy en la asociación Can Planetes de Santa Eulària», aseguró la bailarina con su permanente sonrisa.
Sin embargo, éste no será un espectáculo más de los muchos que ha organizado Banu en su larga trayectoria. Con él, celebra cuatro décadas desde que empezó a bailar siendo una de las grandes pioneras a nivel mundial. «El tiempo pasa muy rápido pero yo no paro porque sigo en plena forma y con las mismas fuerzas que cuando era una niña y es que, con todo lo que he vivido y aunque el coronavirus ha cambiado muchas cosas no estoy dispuesta a frenar», confirmó Banu.
Trayectoria de película
No la falta razón. Su historia daría casi para un guión de cine. De orígenes egipcios e italianos, a los 16 años comenzó una exitosa carrera como modelo viajando por todo el mundo. Sin embargo, poco a poco se sintió atraída por las danzas exóticas y orientales y a finales de la década de los 70 decidió dedicarse plenamente a ella tras conocer a Yaron Marco, un joven que tocaba el tambor de un solo parche llamado darbuka y que acabó convirtiéndose en su marido y fiel compañero de viaje en esta aventura vital.
Juntos llegaron a Ibiza en el verano de 1978 y, como recuerda ella misma, en aquellos años todo era un hobby ya que bailaba por diversión entre amigos. Afortunadamente, su habilidad y su compenetración con Marco hizo que poco a poco el nivel aumentara hasta que conoció a una profesora egipcia que marcó un antes y un después en su trayectoria. «La debo mucho de lo que soy ahora porque ella descubrió que tenía talento para la danza del vientre, me animó a que no me viniera abajo y a que siguiera luchando por mi sueño, y gracias a ella decidí viajar a Egipto donde me seguí formando, ya a nivel profesional, como bailarina».
Según Banu, su estancia en el país de los faraones supuso un punto de inflexión. «No había estado allí nunca pero no se si es porque por mis venas corre sangre de ese país pero desde el primer día me sentí como si siempre hubiese vivido allí y eso, unido a que tuve la fortuna de dar clase con uno de los mejores profesores del momento, miembro del Cuerpo Nacional de Ballet del país, hizo que aprendiera tan rápido que en apenas unos años ya estuviera participando en grandes espectáculos».
En muy poco tiempo se convirtió en una estrella mundiales de la danza del vientre y su carrera se disparó entre 1984 y 1985. Un tiempo que ella recuerda con gran cariño ya que compaginaba viajes por Alemania y el norte de Europa con su estancia en Ibiza, viviendo alejada de todo ello, sin luz ni agua corriente. «Era muy extraño y sorprendente porque pasabas del todo a la nada, pero a mi me encantaba porque era como llevar una doble vida, la de la gran figura a la que se rifaban para actuar ante la jet set, los embajadores, los príncipes o lo más granado de la sociedad en espectáculos llenos de glamour, y la de la chica hippy que venía a disfrutar de su hijo y su marido en una finca en el monte bailando solo para quien realmente nos apetecía».
Salto a España
En aquellos momentos, Nur Banu fue pionera en hacer de la danza del vientre un espectáculo lo que unido a su belleza con mezcla de oriente y occidente hizo que pudiera llevar esta práctica a Oriente Medio o América hasta desembarcar en la década de los noventa en España.
Aquello, recuerda, tuvo una gran repercusión a nivel social y de medios de comunicación. «Hasta entonces en España solo habíamos bailado en Ibiza para todo tipo de fiestas de gente muy conocida y con mucho dinero pero al conocer a Mohammed Chukry surgió la posibilidad de enseñar danza del vientre en Madrid porque él tenía muchos contactos y desde prácticamente el primer día nos hicieron entrevistas para, por ejemplo, la revista Interviú que nos dedicó ocho páginas con fotos que me hicieron a mí preciosas en el Templo de Debod de Madrid o para el primer programa que presentó María Teresa Campos, en televisión llamado Esta es tu casa».
Sin embargo, el gran momento de aquellos años llegó con la Exposición Universal de Sevilla celebrada en 1992. «Pienso que eso ha sido uno de los éxitos profesionales más importantes de mi vida porque tuve el inmenso placer y también la responsabilidad de actuar representando a Egipto en el Teatro Palenque frente a autoridades de todo tipo, entre ellas, la Infanta Elena, bailando yo sola ante una gran pantalla, vestida de blanco y mostrando como era una danza que hasta entonces no era demasiado conocida en España».
Después, poco a poco, Nur Banu decidió dedicarse a disfrutar un poco más de los suyos y se fue retirando hacia su querida isla de Ibiza con su marido y sus dos hijos. Fueron los tiempos en los que descubrió, hace ya casi un cuarto de siglo, otra de sus grandes pasiones, la de enseñar a jóvenes aspirantes que quieren adentrarse en el mundo de danza del vientre. «Es un trabajo que me encanta porque puedes ver como muchas de tus alumnas que vienen una vez a la semana van evolucionando de ser aficionadas a ser unas grandes bailarinas gracias a que descubren todas las posibilidades que puede ofrecer la danza oriental para entender el mundo de otra manera y sentirse orgullosas de ellas mismas».
Sin embargo, Nur Banu, la dama de luz de la danza del vientre a nivel mundial nunca se ha retirado ni ha abandonado los escenarios. Sigue, como ella dijo este sábado, «activa y dinámica» y sobre todo sin perder esa sonrisa que la convirtió en una gran estrella a nivel mundial durante varias décadas. Y es que como asegura entre bromas, «no me puedo imaginar la vida sin poder bailar».
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