Toni Juan en su Kiosco Holliwood. | Toni Planells

La luz verde del semáforo británico ilumina desde este viernes las esperanzas de empresarios y comerciantes de toda la isla. Uno de los puntos donde la temporada depende más directamente del el turismo británico es Cala Llonga (Santa Eulària), que empieza a prepararse para la llegada de sus cliente más habituales.

Maria José Ortiz lleva desde 1998 trabajando en uno de los souvenirs de Cala Llonga, el Art-Sirenis. Su compañera María no puede evitar un gesto eufórico de victoria al escuchar la pregunta acerca de la vuelta del turismo británico: «¡Sí, vamos!», exclama al más puro estilo Nadal. La encargada de la tienda, Maria José, explica que el pasado jueves estuvo todo el día pendiente de las noticias a la espera del desenlace que al final, esta vez sí, se produjo.

También reconoce que los ánimos ya estaban empezando a flaquear: «Pensábamos que esta temporada no podía ir peor que la temporada anterior y ya empezábamos a estar un poco desanimadas. Tras todo el esfuerzo que hemos estado haciendo este invierno con las restricciones y que ahora no se vieran los resultados».

Tras abrir a finales de mayo han venido trabajando con clientes de la zona: «Hay muchos propietarios extranjeros de casas por esta zona. También, estos últimos diez días, estamos trabajando mucho con turistas españoles y holandeses», precisa.

El bar

Frank Mönch lleva 28 años al frente del Bar Frankie’s. Este auto denominado por él mismo como cap quadrat pagés, habla sin filtro y califica lo que llevamos de temporada con una sola palabra: «Fatal».

Asegura que apenas están trabajando un 30% de lo que solían trabajar a estas alturas en un año normal. «Normalmente cerraba el bar sobre las 19.00 horas, pero ahora lo estoy cerrando cada día a las 16.00 horas», lamenta.

Achaca el poco trabajo que tiene en su negocio a la no apertura de los hoteles de la zona, «el paso de gente que generaban los hoteles, unas 1.200 personas, ahora no las tengo», explica. Ante la luz verde que acaba de otorgar el Gobierno británico a Baleares espera que los hoteles acaben abriendo y declara que tiene «fe; si vienen los ingleses creo que trabajaremos bien».

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Se une a la conversación Teresa Ramon, propietaria de los apartamentos que hay junto al Frankie’s, asegurando que sus apartamentos están llenos de clientes alemanes, holandeses y españoles.

Frank señala que las diferencias culturales entre los turistas holandeses que «son más de cenar fuera, eso sí, pero comen en los apartamentos y pasan mucho tiempo en la playa. Los ingleses vienen a desayunar a su manera, vienen a ver el fútbol, a tomar el té por la tarde y cervezas y copas por la noche».

También apunta al perfil de británicos a los que atiende, muy alejado del estereotipo de hooligan, «aquí vienen familias tranquilas que llevan viniendo toda la vida, aquí en nueve años ha habido dos peleas y en una de ellas eran españoles», precisa.

Hamacas

Luis Puentes empezaba este viernes a trabajar como hamaquero en Cala Llonga por primera vez. Se trata de su primera experiencia laboral a sus 20 años. Es vecino de la zona de toda la vida y nada más empezar ya ha vendido tres hamacas y una sombrilla a «un cliente francés mayor». «A ver si ahora que ya podrán empezar a venir los ingleses, el negocio empieza a mejorar», declara respecto a la apertura del mercado británico. Espera poder incrementar en breve el número de hamacas y sombrillas que tiene a día de hoy: 20 y 10 respectivamente y recuperar el número habitual que solía tener esta concesión antes de la llegada de la crisis.

Restaurante

En el Restaurante del Mar, a pie de playa, lleva trabajando Sergio Guill hace cinco años. Ante la noticia de la llegada del turismo británico declara que «la recibimos con mucha alegría; la estábamos esperando con ilusión porque aquí dependemos mucho del este turismo». Han abierto el restaurante hace un par de semanas y han trabajado «poquito a poco, algo se va trabajando con alemanes, holandeses y españoles», asegura antes de subrayar su añoranza hacia los británicos, «pero es que los ingleses dan mucha vida». Se muestra optimista ante la temporada y espera que puedan cerrar, como pronto, a finales del mes de octubre.

El kiosco
En plena playa está el Kiosco Holiwood, en el que Toni Juan lleva cerca de tres décadas al frente. Este vecino de toda la vida de Cala Llonga asegura que este último mes lo ha salvado el turismo holandés. Aún así reconoce que hasta el 70% del turismo de la zona es turismo inglés. Coincide con Mönch a a la hora de describir el perfil de turista británico de esta zona, muy alejado del estereotipo del hooligan que recala en otras zonas. «Es un turismo familiar. Familias de clase media como mucho, que repiten año tras año y que muchas de ellas lo llevan haciendo desde hace más de cuarenta», describe Toni. También cuenta como desde este vínculo labrado durante tantos años estas familias se ponen en contacto con él para explicarle que «hasta que no nos dejen venir no podremos volver a vernos», parafrasea para continuar explicando que la posición social humilde de sus clientes británicos les ha venido impidiendo el poder asumir los gastos que se han venido exigiendo a los británicos que han ido viniendo hasta ahora. No tiene ninguna duda de que la fidelidad de estos visitantes, que explica que «ya venían de pequeños con sus padres y siguen viniendo años después, ahora con sus hijos», les llevará a volver a su visita anual a Cala Llonga en breve. «El ‘rollo’ de Cala Llonga mola mucho; gracias a estas familias nos hemos poder mantener hasta en los peores años de crisis. No dependemos en absoluto de las discotecas, aquí ni nos enteramos de que están», concluye.