Vanessa Costa cuenta su experiencia con el SEPE. | Toni Planells

Vanessa era una de las trabajadoras del bar Can Moreta, cafetería que en noviembre se vio obligada a cerrar tras el positivo de una de las trabajadoras y la caída del volumen de trabajo.

Desde entonces se vio acogida al ERTE, interrumpido durante 15 días en el mes de enero que pudieron trabajar. Lo que no ha visto todavía son las mensualidades que le corresponden, aunque sí ve como su economía ha llegado a un extremo que jamás hubiera imaginado. Incluso se ha tenido que ver a si misma en las colas del hambre para recibir su paquete de ayuda.

Vanessa Costa Torres, de Can Cucons, es un ejemplo de que la leyenda urbana que asegura que tener apellidos ibicencos es sinónimo de tener una garantía de seguridad económica no tiene nada que ver con la realidad.

En ERTE
Desde noviembre, llegó diciembre sin que le llegara el ingreso correspondiente a su cuenta. Costa tuvo la paciencia suficiente como para esperar a enero con el convencimiento de que entonces se pondrían al día.

Al llegar el nuevo año, sin haber recibido ningún ingreso, pudo volver a trabajar 15 días en la cafetería donde presta sus servicios hasta que las restricciones volvieron a mandarla al ERTE.

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Entonces, sin haber recibido más ingresos que los correspondientes a los escasos 15 días que pudo abrir Can Moreta, se presentó en las oficinas del SEPE para pedir explicaciones. Allí no pudo pasar de la puerta, donde la persona encargada de la seguridad no le pudo dar más información que la obligación de llamar para pedir cita.

Asegura haber intentado pedir cita insistentemente tanto desde la web como telefónicamente sin éxito, «he llegado a estar dos horas al teléfono para nada, no te lo coge nadie». Relata como en una ocasión, solo en una, logró que le atendieran (una voz pregrabada) «descolgaron, me pidieron el DNI, me dejaron a la espera y cuando parecía que alguien (humano) me iba a atender se colgó».

Desde la gestoría le habían mandado la documentación correspondiente sus dos ERTE aprobados, el que empezó en noviembre hasta enero y el que nuevamente empezó 15 días después, sin embargo lo que le preocupa es que desde la web del SEPE no le sale que estos ERTE estén activos. Tampoco consigue de ninguna de las maneras contactar con nadie que le pueda dar explicaciones por las que a día de hoy Vanessa todavía no haya cobrado desde el pasado noviembre. «Desde noviembre solo he cobrado 400 euros de los días que trabajé y ni siquiera los vi, así como llegaron se fueron» relata.

Deudas
Cuenta con ironía que las llamadas del banco se han convertido en su nuevo despertador, «hoy llevarán unas 15 llamadas solo por la mañana». Y es que a las facturas y a las letras del banco no les sirven los argumentos sobre el mal funcionamiento del SEPE. Tal como cuenta Costa, «ellos (los bancos) no quieren entender nada, lo único que quieren es cobrar y ya está». Así, la economía de esta ibicenca lleva meses degradándose hasta el punto de que se ha visto obligada a pedir ayuda al banco de alimentos «no me veía con el derecho a pedir al banco de alimentos, por que pensaba que había gente peor que yo hasta que no vi otra salida» cuenta con humildad. Ahora reconoce la gran ayuda que le ha supuesto ‘La voz de los que nadie quiere escuchar', «me ha desahogado bastante». El banco de alimentos no es la única ayuda con la que cuenta Vanessa, que se deshace en halagos hacia su casero, que le está dando facilidades con alquiler, y hacia su tía y su hermano que le ayudan en la medida que pueden con las facturas. Las facturas que no puede afrontar se le acumulan generando intereses.

Futuro
Pese a las dificultades, la actitud de Vanessa en todo momento desprende optimismo, de hecho repite en varias ocasiones «yo sé que saldremos de esto, ¡seguro!, pero tienen que ayudarnos, eso sí». Sin embargo es realista y tiene claras las dificultades que le esperan, empezando por el momento en el que volver al trabajo, «entiendo que al ser la última en haber entrado en plantilla supongo que seré la última en volver a trabajar», para seguir con las deudas que se van acumulando en este contexto, «lo peor es que cuando todo acabe las facturas seguirán allí, ya debo 2.000 euros de alquiler, más lo que le debo al banco».