—Una charla sobre el abuso de las pantallas, a través de una pantalla. Es curioso...
—Es una clara muestra de la contradicción que estamos viviendo entorno al mundo digital y no solo en época de la pandemia, sino incluso antes. Las tecnologías han desarrollado nuevas formas de relacionarnos, nuevos espacios, que al mismo tiempo necesita unas normas claras y un criterio de uso.
—Los datos del anuario de la educación en Baleares, muestran que el 80% de los alumnos de 10 a 17 años de las islas estudia con el móvil al lado. ¿Esto es bueno, es malo?
—Lo que deberíamos valorar es cuándo tiene sentido que el móvil pueda estar presente como herramienta de estudio y cuándo no lo es. Si en ese momento el alumno necesita de una concentración especifica, diría que no es el momento del móvil, pero si se usa para buscar datos necesarios, puede ser de mucha utilidad. Al final, se trata de aplicar el sentido común.
—Padres o educadores que están todo el día con el móvil, diciendo a sus hijos que no lo usen...
—Los adultos somos expertos en intentar vender coherencia, sin asumir nuestras propias incoherencias. Es cierto que el seguimiento del uso de las pantallas de nuestros hijos nos genera muchas contradicciones, por una parte les regalamos un móvil para que entren en un entorno tremendamente amplio, pero paralelamente estamos repitiendo que no se pasen mucho rato con el móvil.
Debemos educar en la responsabilidad del uso racional y obviamente nuestro ejemplo es muy importante en eso.
—En principio las redes sociales están pensadas para fomentar las relaciones...
—Así es, pero cuando no cumplen esa función tenemos un problema. Si el adolescente encuentra motivación en las redes, vamos bien, si lo que encuentra es refugio a sus frustraciones, debemos preocuparnos.
—¿Hay una edad para entrar en el mundo de las pantallas?
—Esta es la pregunta del millón. En este sentido, yo soy poco concreto, si un niño o una niña de 11 años tiene Instagram debe ser con un uso supervisado inicialmente y en el que vaya ganando autonomía progresivamente. Si les damos un móvil y nos despreocupamos de lo que hacen con él, el adolescente puede entrar en un mundo que desconoce y puede resultar peligroso. Está bien que los niños se vayan incorporando al mundo digital, pero con normas y límites, el problema es cuando no hay acompañamiento.
—Ha hablado usted de los 11 años, entendemos que ¿antes no es aconsejable?
—Yo no le encuentro ningún sentido. No es que un niño menor de 11 años deba estar excluido de las pantalla, pero en ningún caso tener cuenta en Instagram ni en el resto de redes sociales. Es complicado, cuando regalamos a nuestros hijos un móvil, estamos regalando una forma de controlarlos, teniéndolos localizados, pero al mismo tiempo le regalamos la entrada al entorno digital y eso es un contrasentido, no es fácil.
No puedo darle frases dogmáticas, todos tenemos contradicciones que no hemos aprendido a resolver y no depende solo del mundo de las pantallas. A nivel familiar, si hay un problema de Internet en casa, es que previamente ya había problemas y Internet lo que ha hecho ha sido destapar el conflicto.
El juego estrella en Internet, es Fortnite, ¿Que le parece?
—Fortnite responde a una moda, como hace unos años era, Clash Royale o como en breve lo será Among Us. Fortnite es un gran ejercicio de ingeniería de cómo captar la atención, con una finalidad puramente comercial. El problema vuelve a ser el mismo: el control, no es un problema jugar en Internet, pero debe ser con unos criterios y unas normas y eso es lo que muchas veces falla.
—¿No hay una formula mágica?
—Con las pantallas no es tanto cuantas horas pasen frente a la pantalla, sino cuanto les afecta. ¿Eso está interfiriendo en su vida?. Conozco chicos que van bien en los estudios, practican deporte y están diariamente una hora y media jugando con el móvil y no supone ningún problema y conozco casos de chicos que se conectan unicamente 3 horas el viernes y son incapaces de parar. No debemos relativizar, pero el análisis debe ser si el uso de pantallas va relacionado con algún malestar y ese debería ser el asunto a tratar.
Las pantallas por si mismas no enganchan, nos enganchamos nosotros si tenemos alguna carencia, que tenga que ver con la soledad, la dificultad de relación. Por tanto podemos decir que la adicción a la pantalla no es el problema, es la consecuencia y el refugio de un problema previo.
1 comentario
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¿Dificultad de relación de los jóvenes en tiempos de pandemia? Cuando no tienen clases presenciales, no pueden practicar deportes de equipo y, lógicamente, no se van de botellón, ¿cómo pueden relacionarse con los amigos? ¿enviándose cartas?