Según han indicado, el motivo es que muchos pescadores de Ibiza debían empezar ahora la campaña de la langosta, un producto que se trabaja bajo demanda de restaurantes, la mayoría de los cuales siguen cerrados.
Tal y como han señalado, durante los meses de marzo y abril «la demanda de pescado ha ido hacia arriba y los números han sido positivos», algo que les ha sorprendido. No obstante, el problema se ha presentado en mayo, cuando habitualmente comienzan a faenar barcas de Santa Eulària y de otras zonas de la Isla que suelen abastecer a restaurantes.
«La langosta es una de las reinas del mar y lo que ayuda a mantenernos», han dicho antes de apuntar que, al estar confinados, muchos han optado por consumir pescado local al disponer de más tiempo para cocinar, aunque los precios de salida no han subido en la Cofradía ibicenca al no tener subasta. «Se ha trabajado con una línea de precios fijos que no se tocan desde 2012 y fue por necesidad. Puede ser que algún producto haya subido o bajado algo, pero fue antes de la pandemia. Si alguna pescadería ha encarecido el producto, desde la Cofradía no se puede hacer nada», han aclarado.
Sobre la pesca del atún rojo
Los pescadores de la Cofradía de Ibiza han comenzado este año a dedicarse a la pesca del atún rojo, una especie «muy delicada» y que les está resultando «muy bien», aunque siempre se captura bajo demanda. Según han explicado, cuentan ya con un barco que se está especializando en este producto y que ha pescado cerca de 2.000 kilos desde que se abrió la veda.
Según han recordado, este año vuelve a estar autorizada la pesca del atún para determinadas embarcaciones de artes menores tras diez años de restricciones marcadas por la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico.
La temporada comenzó el pasado 6 de abril y se alargará hasta finales de año. La talla mínima de las capturas es de 30 kilos o 115 centímetros de longitud. «El atún es un gran depredador en el mar y si se sobreprotege mucho, puede provocar daños en el medio marino», han afirmado.
Sobre la presencia en aguas pitiusas de atuneros franceses y de otros puntos de España, desde la Cofradía ibicenca han reconocido que su presencia «les afecta en cierta manera» al utilizar métodos que pueden llegar a perjudicar las capturas de los pescadores locales.
«Sus barcos de refuerzo se dirigen a puertos como Tarragona o Cartagena y los ejemplares que van muriendo en el trayecto, los van tirando al mar, se pudren y pueden provocar que otro pescador pierda toda la captura del día», han concluido.
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