Llevan las peticiones de análisis a Laboratorio y las de radiografías a Rayos, ayudan a las auxiliares en los aseos de los pacientes o trasladan en camilla a los pacientes que se han de operar. Éstas son algunas de las múltiples labores que hacen los celadores en un hospital, los primeros en recibir al paciente y los últimos en despedirlos. Forman parte de un engranaje para que funcione bien el hospital formado por un equipo de trabajo, desde los médicos hasta el personal de limpieza, en el que si falla un eslabón falla el resto. Como dice una sanitaria, si el celador no lleva a su hora a paciente a operar, el quirófano del hospital se paraliza.
En planta
Dos de estas celadoras son Sandra Castellano y Paula García, de la planta de Traumatología y Cirugía. Sandra lleva 14 años en Can Misses, la mayoría en Especialidades Médicas salvo dos años en la planta de Cirugía. La jornada laboral de Sandra empieza a las ocho de la mañana. «Hablamos con las auxiliares. Vamos con ellos y empezamos con lo que nos dicen, el aseo, la higiene», explica Sandra. Paula, con 15 años trabajando en el Área de Salud, se incorpora a la conversación. Viene de otra planta porque el día del reportaje estaba haciendo el turno de otro compañero en otra planta. «Somos el comodín de la casa», apunta Paula. La versatilidad es una característica del colectivo.
El esfuerzo físico les afecta. «He levantado dos pacientes con grúas esta mañana», dice Paula. «Nos dan cursos de ergonomía y de traspaso de cargas pero son posturas que tenemos viciadas», apunta Sandra. «En un curso que nos dieron de riesgos laborales y cómo movilizar a un paciente, una compañera pidió que nos atendiera un fisioterapeuta», añade.
Toca hacer la higiene. Sandra y Paula se dirigen a Traumatología a hacer la higiene a María. «Es una abuela más ‘bonica'», apunta Paula, que trata con familiaridad y empatía a los pacientes y a sus compañeros. Un gran parte de su familia trabaja en el hospital. Su madre, ya jubilada, era administrativa de Urgencias. Una tía suya es secretaria en Traumatología y su hermana Rosa, celadora de Urgencias. Sin embargo, a Paula le costó adaptarse al trabajo de celador. De hecho, confiesa que cuando empezó a trabajar «no le gustaba, lo pasaba mal con los exitus [fallecidos]». Los celadores se encargan de trasladar a las personas que fallecen en el hospital. «Es el pan de cada día del hospital. A veces lo pasas mal. Cuando conozco a alguien, no lo bajo», apunta Paula. Después de probar en otros trabajos, Paula volvió a Can Misses y no se arrepiente de ello. A su hija la anima también para que sea celadora. La saga continúa.
Con los pacientes crean un vínculo que reconocen que en el peor trance les llega a afectar, como cuando alguien que ha pasado una enfermedad y ha estado mucho tiempo ingresado, lo ven morir. «A veces estamos más tiempo con ellos que algunos familiares». añade Sandra. Sin embargo, hay tiempo para el humor. Recuerdan que una vez trasladando un fallecido a Paula se le perdió el móvil. «Buscamos por todos los sitios, lo acababa de comprar. Al final el móvil estaba dentro de la nevera, detrás de la espalda del fallecido».
Confiesan que su trabajo les genera mucha satisfacción personal. «Al ser el único hospital público, nos organizamos bastante bien. En la Península están bastante peor que nosotras. Aquí jamás se dejan bajas sin cubrir», apunta Paula. «Con nuestros jefes podemos hablar. Tenemos muy buena relación», añade.
A principios de octubre se celebró en Ibiza un encuentro de celadores de Balears. «Salió muy bien. El encuentro nos sirvió para reunirnos todos los celadores y ver los problemas que surgen en cada hospital. En Can Misses estamos genial comparado con otros hospitales, cubrimos a la gente de manera inmediata . Tenemos un celador por planta», dice Antonio Cruz, que junto a Rosa Marí es uno de los dos jefes de celadores del Área de Salud de Ibiza y Formentera, que organizaron este cuarto encuentro. Todos coinciden en la necesidad del reconocimiento como personal sanitario.
Entre el colectivo hay muy buena sintonía. Sandra y Paula lamentan que no pudieran ir al encuentro de celadores, ni ellas ni otros 40 compañeros de trabajo. ¿El motivo? La boda de Sandra a la que no pudo faltar Paula.
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