El fotógrafo madrileño Juan Pérez-Fajardo inauguró ayer su exposición ‘Soundtrack’ en el Hotel Dorado de Platja d’en Bossa. | Marcelo Sastre

Juan Pérez-Fajardo está considerado «como el gran fotógrafo del rock and roll en España» y eso es mucho decir. A lo largo de su carrera, por su objetivo ha pasado prácticamente todo el panorama musical español, desde Bunbury a Leiva, pasando por Joaquín Sabina, Rosendo, Amaral, Loquillo, Coque Malla, M Clan, Izal, Los Planetas, Nacho Vegas, Los Enemigos, Camela, Mikel Erentxun o Bertín Osborne, y también internacional como el argentino Andrés Calamaro, Patti Smith, Kiss, Neil Young, Iggy Pop, Leonard Cohen, AC/DC, The Rolling Stones o Foo Fighters. Sin embargo, este madrileño nacido en 1969 es mucho más. Amable y cercano, Pérez-Fajardo es también un roquero que con el grupo de punk garage The Garlic Phantoms está haciendo una gira con una única canción que les llevará a, entre otros lugares, al Sonorama Ribera de Aranda de Duero. Una pasión por la música que le ha unido a los protagonistas de sus imágenes para conseguir humanizarlos. Desde ayer, unas sesenta de sus imágenes se podrán en la exposición Soundtrack del Hotel Dorado Ibiza de Platja d'en Bossa.

Soundtrack suena a una de las exposiciones más importantes de Ibiza en verano. ¿Qué vamos a poder encontrar en ella?
—Gracias. Pues es la banda sonora de mi profesión y de mis últimos años de trabajo. Son una selección de fotografías en las que curiosamente no hay ninguna de actuaciones en directo, sino de los camerinos, sus vacaciones, posados o ensayos. Y no sólo de grupos y músicos españoles sino también internacionales.

¿Es mucha presión ser considerado como «el gran fotógrafo del rock and roll en España»?
—Presión no, pero sí que son palabras mayores. No se muy bien quien me puso ese apodo pero es exagerado. Entre otras cosas porque también fotografió a artistas que no sólo hacen música rock and roll como por ejemplo Bertín Osborne, Camela o Pablo Alborán, con quien me he ido de gira.

Pero si que se considera un roquero...
—Sin duda. Eso se nota en mis pintas (Risas). Además he montado con unos amigos un grupo de punk garage, The Garlic Phantoms, y siempre me ha encantado el rock. Y creo que el poder hablar con los músicos de eso, de promociones, giras, guitarras y muchos más temas es lo que hace que también ellos estén más relajados y me vean como uno más, no como ese fotógrafo que se va a meter en su intimidad sin saber nada de ellos.

¿Lo que hace tan especial su trabajo es que humaniza a los músicos?
—Es que ellos son personas normales como tu y como yo. Pero si es cierto que ellos no son modelos y les cuesta mucho ponerse a posar delante de una cámara porque piensan que les puedes sacar en un mal rato. Con el tiempo yo he conseguido demostrarles que conmigo no pasa y que no se tienen por qué sentirse invadidos.

¿El secreto está entonces en hacerles sentir como en casa?
—Si pero también el intentar contar una historia con cada imagen. Y para eso no vale con llegar allí y lanzar la foto sin más. Hay que analizar que tipo de música hace cada uno, como son y el lugar donde están. En la mayoría de las ocasiones no es una cuestión de sacar guapo a un músico sino de que estén relajados. Si no, al final, se nota, y no queda bien.

¿Cómo acabó usted fotografiando estrellas de la música?
—Pues un poco por casualidad. Yo me dedicaba al mundo de la animación e incluso había realizado tres cortometrajes, uno, incluso, nominado los Premios Goya. Después, mientras trabajaba como diseñador gráfico realizando animaciones de dinosaurios para ponerlas en las pantallas de los museos, una día me llamó una amiga que trabaja en una revista para decirme que se les había caído un fotógrafo y que si me animaba a hacer yo la sesión. Allí me planté, se ve que les gustó el resultado, y me contrataron. Y desde entonces me ha ido genial porque no he parado de trabajar, se ha convertido en mi vida y disfruto muchísimo con lo que hago.

¿Ha cambiado mucho todo este mundo desde que comenzó?
—Sin ninguna duda. Las redes sociales lo han cambiado todo por completo y lo veo lógico e incluso interesante. Entiendo que a día de hoy cualquier grupo músico antes de dar un concierto o después se haga una fotografía y la suba a las redes sociales para dar las gracias a sus fans. No importa que esa imagen tenga calidad lo que se trata es dar imagen de cercanía. Afortunadamente también sigue dando esa imagen de proximidad una serie de fotos como las que yo realizo en el que se al músico humanizado y sacado un poco de su contexto profesional.

Entonces, ¿hacia dónde cree que va el sector de la fotografía?
—Pues sinceramente, no tengo ni idea. Estamos en un mundo en el que desgraciadamente el que no tiene Instagram, Twitter o Facebook no existe... pero también es verdad que, de momento, se sigue valorando muy positivamente una buena foto de un camerino o de un ensayo porque esa complicidad entre fotógrafo y fotografiado no se puede conseguir con un móvil.

¿Entonces usted es de los que odia los móviles para hacer fotos?
—¡No! ¡Qué va! De hecho yo ahora me voy a Ibiza y no me llevo la cámara de fotos. (Risas).

Y ya la última... ¿A quién le gustaría fotografiar que no lo haya hecho aún?
—Pues desgraciadamente todos los que me quedan están muertos. Me he criado con una cultura de música rock anglosajona y hubiera flipado yéndome de gira con los Beatles, los Stones, Elvis, Johny Cash... Y de entre los españoles no te se decir. He trabajado con casi todos y con los que no, seguro que aún hay tiempo para hacerlo.