El templo está ahora a cargo del párroco de Sant Jordi, que ayer acompañó al Obispo de Ibiza y Formentera, Vicente Juan Segura, en la celebración del patrón de la localidad, San Francisco de Paula. Como suele ser habitual, la parroquia se quedó pequeña para el gran número de personas que acudieron a festejar el día grande de la localidad de s'Estany. El obispo explicó en la homilía el cariño que profesaba a San Francisco de Paula, del que había una gran imagen en la parroquia de su pueblo natal.
Al terminar la eucaristía, en el patio de la iglesia esperaban más personas que fieles cabían en el templo. Los obreros de las parroquias de Sant Francesc y Sant Jordi, además de mujeres y hombres que se ofrecieron, sacaron en procesión las cinco imágenes que tiene la iglesia de Sant Francesc encabezadas por el patrón de la misma. El fuerte viento incrementó el esfuerzo de los que llevaban las imágenes y, en especial, del que llevaba la enorme bandera de la parroquia. Se hizo un pequeño recorrido de ida y vuelta por la carretera que acabó de nuevo con las imágenes en la antigua sacristía, ahora centro de interpretación.
La colla de Sant Jordi fue la encargada de poner música ibicenca a la procesión y a la vuelta se dirigieron a un pequeño escenario que se había dispuesto entre el muro lateral del patio y el estanque salinero.
Muchos turistas asistían curiosos a la exhibición de ball pagès. Germán era uno de ellos, había venido de visita de fin de semana a Ibiza con su mujer y su hija pequeña. El objetivo de acercarse ayer a Sant Francesc era visitar el observatorio de aves, de las que había visto «muy pocas». Sin embargo, estaba contento de poder asistir a un evento folclórico de la isla. «No sabía nada del baile típico de Ibiza, de hecho no sabía ni que tenía un baile típico más allá de lo que se baila en las discotecas», bromeaba. «Qué buena está esta quesada», se le oía decir a una mujer que debía haber probado el postre cántabro, a la que otra amiga, conocedora de la cultura local, explicaba que se llama flaó. También se repartieron orelletes, vino dulce y refrescos mientras la colla de Sant Jordi bailaba frente a un fondo espectacular, ya se pusiera uno mirando a la iglesia de Sant Francesc o hacia las salinas.
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