Les hacen compañía una amplia legión de animales que se han ido sumando año tras año. De hecho, para este 2018 la gran novedad es la incorporación de una familia de búhos blancos, otro grande que hace sonidos y otra prole de gallinas americanas, las más pequeñas de su género.
Según explican sus impulsores, este belén nació casi por casualidad coincidiendo con la declaración de Dalt Vila como Patrimonio de la Humanidad, y actualmente se ha convertido en una tradición y un referente en la Navidad pitiiusa. Además, teniendo en cuenta que el maniquí que se usa para dar vida a la Virgen María y que la figura del niño Jesús – regalo de los hijos del matrimonio y que hasta la noche del 24 de diciembre no se podrá ver – son negros, muchos visitantes y residentes consideran este belén como un ejemplo de que es posible una convivencia en paz y armonía sin que importe el color de la piel que tengamos cada uno de nosotros.
Así mismo, Traspas y Torijano, que llevan más de 30 años viviendo en Dalt Vila, lo conciben como un aliciente para poder visitar durante estas fechas «esta barrio emblemático y precioso que desgraciadamente está casi vacío durante una buena parte del año». De hecho, su compromiso es tal que toda la familia al completo es la que se encarga de colocar además la iluminación y la banda sonora con los villancicos que amenizan la espera de San José y la Virgen María.
3 comentarios
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Mejor, el Belén de la iglesia de Santo Domingo, ademas no hay que subir hasta arriba
el afán de protagonismo de esta familia da vergüenza ajena
Un belen infanme y falso