¿Por qué decidió cambiar el Hospital Infantil de Málaga, que estaba tan cerca de su casa, por Can Misses?
—Me vine porque los contratos aquí eran mejores que los que podía tener en Andalucia y sigue siendo así. Además, compañeras mías de la residencia se vinieron a trabajar. Era muy diferente a donde me había formado, un hospital muy moderno y aquí era más pequeño, era más difícil, la matrona lo hacia todo y quería vivir ese contraste.
¿Cómo fue ese contraste?
—A los quince días de llegar ya estaba adaptada, primero porque la isla me encantó, y eso que fue en invierno, por la energía que tiene y la gente. Can Misses era un hospital como de campaña, era muy diferente. También en aquel momento había llegado un jefe nuevo en Obstetricia, Rodolfo Moreno, que venía con muchas ganas de cambiar cosas y compartía mucho su filosofía. En Can Misses tenía mucha autonomía.
Se encontró con un hospital de campaña, pero vivió el cambio al nuevo.
—Lo viví de primera (risas). Llevaba trabajando un año y medio cuando me ofrecieron la supervisión de matrona y la acepté. Estuve dos años, hasta dos meses después de la apertura del nuevo.
Vamos, que se ‘comió' toda la mudanza y después lo dejó.
—Si, fue muy duro. A pesar de que se trabaja muy bien, había muchas cosas que tenían que evolucionar, se necesitaban cambios. Era una oportunidad de oro con el nuevo hospital. Me ofrecieron la supervisión, pensé que ese era el momento, pero una cosa es lo que tu piensas y otra es cuando entras y ves lo difícil que es conseguir las cosas. Tenía muy claro como quería que fuera todo, que se cambiara radicalmente.
¿Se granjeó muchos enemigos?
—Claro, pero es normal. Hay gente que está favor de esos cambios, pero otros que no están metidos en mi área no lo pueden entender de la misma forma o personas que trabajan en Maternidad y las tienes que mover, que lo están haciendo bien, y se sienten que no lo hacen bien pero no es eso, sino que tenemos que evolucionar. La enfermería se está especializando pero eso no quiere que esas enfermeras sean peores, para nada. De hecho, las enfermeras que fueron desplazadas para que entraran matronas eran excelentes.
¿Se han calmado las aguas?
—Sí, se calmaron pero duró tiempo. No es solo cambiarte porque cuando estas en el otro sitio ves la realidad de lo que imaginabas y no es siempre como piensas. Hay complicaciones. Además del esfuerzo que tiene que hacer la gente para cambiar el lugar del trabajo físico, cambiar tu mentalidad de trabajo; hay que formarse porque haces cosas que no antes no habías hecho, asumimos nuevas competencias y fue complicado. A nivel personal, recuerdo que esos dos años de mi vida era todo hospital.
¿Por qué dejó la supervisión?
—Invertí tanto esfuerzo y energía que estaba agotada. Para estar en una supervisión tienes que estar muy motivada, yo lo estaba, pero tienes que tener una ilusión muy grande. Necesitaba volver a la asistencia y lo hice en el verano de 2015, a los cinco o seis meses de que el proyecto ya se estaba realizando. Decidí volver porque lo necesitaba a nivel personal.
¿Qué le dijeron sus compañeros cuando dejó la supervisión?
—Con mis compañeros siempre estuve muy apoyada. Ellos me dijeron que estaban orgullosos por todos los cambios que se hicieron, éramos el doble de plantilla. Ser matrona engancha mucho, no es que la supervisión fuera horrible pero la asistencia la echas mucho de menos. Me siento muy afortunada cuando estoy en un parto. Cuando después de nueve años tienes un trabajo que te emociona tienes mucha suerte y también mucha responsabilidad.
¿Cuál ha sido su mejor momento profesional?
—Uno de mis mejores momentos fue en Can Misses cuando se hizo una presentación pública para dar a conocer todas las novedades el Día de la Matrona un 5 de mayo, que coincidía con mi cumpleaños, y vinieron de sorpresa mis padres. Ese día pude contar a la gente lo que habíamos hechos. Fue un momento increíble.
¿Y el peor?
—Cuando tuve que explicar a los profesionales los cambios que íbamos a hacer y cómo les iba a afectar. Lo pasé muy mal. Veía a la gente que se iba a beneficiar incluso cuando yo no estuviera porque ese cambio se iba a quedar y, por otro lado, tenía que decirle a las profesionales que lo hacían fenomenal que las íbamos a mover de sitio y vi el efecto negativo que producían. Me sentí responsable del malestar que estaba causando, a pesar de saber que todos íbamos a mejorar. De hecho, esas enfermeras de Pediatría son excelentes pero yo me sentí que había hecho un daño, que lo pasaban mal por mi culpa. Lo pasé fatal, lloré.
¿Se plantea seguir en Can Misses a largo plazo o quiere volver a su tierra?
—Ufff, yo creo que me atrapó la isla. Me encanta. Esta isla tiene algo especial. A largo plazo, no se donde voy a estar pero voy a opositar para quedarme. Todas las matronas eventuales que vinieron se han ido con una pena horrorosa.
Y con los alquileres y la exigencia del catalán.
—Tengo el B2 y me lo he sacado, pero no por obligación. El B1 me lo saqué hace tres años porque me quería enterar de lo que habla la gente cuando estoy en la calle, por integrarme. Me siento feliz aquí y no cambiaría nada, ni los compañeros ni el trabajo.
¿Cómo fue gestar el proyecto de humanización del parto? Fue la promotora de los partos en el agua, las pelotas, las lianas.
—Busqué en Europa, cómo estaba en otros sitios, fui a hospitales que eran punteros. También leí mucho. Monté el hospital de mis sueños en mi mente e intenté hacerlo realidad. No cambiaría como está.
A principios de octubre se celebró la Semana de la Lactancia Materna, ¿qué piensa cuando una madre le dice que no quiere amamantar a su hijo?
—Hay que respetarla y no hacerla sentir mal. No eres peor madre por no querer alimentarlo así. Cada uno tiene sus motivos y las que van a estar 24 horas con sus bebés en sus casas y sus circunstancias son ellas. No hay que juzgarla, hay que quitarle la culpa porque ellas se sienten culpables. Hay que respetar en el embarazo, el parto el posparto y acompañar en la decisión.
¿Qué mensaje le da a sus compañeras cuando llegan al hospital?
—Soy tutora de matronas y les digo que no saben la suerte que tienen por elegir esta profesión es muy vocacional. Yo no me metí en Enfermería porque quería ser matrona. Cuando era pequeña yo sabía que el área sanitaria era lo mío. Era feliz en un hospital. Entré en Enfermería porque quería cuidar y cuando hice la rotación por el área de Obstetricia vi un parto. A la matrona la admiraba y cuando vi el parto lloré como una magdalena. Es muy especial, trabajas en un área del hospital donde das vida y dije que tenía que ser matrona. Es una de las mejores profesiones del mundo. Viviría siete vidas y volvería a elegir una y otra vez lo mismo. Te llevas mucho más de lo que das. A las residentes les digo que disfruten estos días. Nos piden rotaciones de otros hospitales. Las residentes de Cádiz vienen los veranos a rotar a Can Misses porque aquí se trabaja de manera increíble.
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Ainhoa me acompañó en el proceso de dilatación de mi segundo parto. Su mirada y sonrisa fresca hace incluso más bonito esos intensos momentos. Neus estuvo en mi primer y tercer parto (empuje), espectacular. Alicia (que ya no está) me acompañó en el ‘empuje’ de mi segundo parto creando un ambiente maravilloso... Desde la primera hasta la última, (perdón por no saber el nombre de todas) he tenido experiencias espectaculares con el personal que ocupa la maternidad de Can Misses. Y aprovecho para decir lo injusto que me parece que tengan que pagar estos precios por los alquileres y encima se les exija un nivel de catalán. Por qué no se le exije catalán a los camareros por ejemplo? Gràcies.