Previa a la actuación de ayer el director y fundador de la escuela, Timur Fayziev manifestó su entusiasmo por volver a la isla, no solo por la acogida, ya que «siempre que volvemos tenemos la sala llena lo cual es bueno», sino por su amor por Ibiza, el mar y «el alma de su gente».
Además, resaltó que los artistas «se alegran mucho de venir, aunque tienen poca oportunidad de visitar los lugares donde actúan». Afortunadamente para ellos, Ibiza es parada obligada para la compañía por la respuesta del público aunque también tengan problemas de logística y sea «difícil venir en verano a Ibiza por el problema de alojamiento».
Sin embargo, para el director ruso «cuando el esfuerzo es mayor la recompensa es mayor también».
Así pues, el Ballet de Moscú inauguraba agosto con su penúltima actuación, dentro de una gira que interpreta dos piezas. En esta ocasión, además de la obra romántica por excelencia del ballet, El lago de los cisnes, la compañía representa hoy Don Quijote, la obra cumbre de la literatura española, un reto cuya música, lejos del dramatismo de la de ayer, invita a bailar. «En el momento que se abre el telón, la música y los 30 bailarines invitan a bailar. No es música clásica de por sí, sino que le da ese carácter español, ese sentimiento y alegría que lo caracterizan», explicaron ayer desde la compañía.
El lago de los cisnes
Por su parte, El lago de los cisnes es una inmersión instantánea hacia una narrativa de cuento de hadas. El jardín del castillo del príncipe Sigfrido recreaba el cumpleaños del personaje protagonista, en un fondo compuesto por el castillo, el lago y la luz de la Luna.
Poco a poco, el público se veía sometido a una especie de encantamiento que lo trasladaba a un época remota de la Europa de reinos y castillos.
La escena más esperada llegaba con la danza de los cisnes y el dúo de amor entre el príncipe Sigfrido y la Reina de los Cisnes, Odette, que hechizada por el malvado Von Rothbart, solo alcanza su forma humana entre la medianoche y el amanecer.
Un mar de plumas flotaba a lo largo del escenario en un despliegue de ejercicios de saltos y puntas de pie expuestos con maestría por el conjunto de bailarinas, en el acto culmen de la obra, donde se interpreta el tema principal del compositor romántico Piotr Ilich Tchaikovsky.
El Ballet de Moscú cuenta en esta obra con algunas variaciones con respecto a la original, acortando su extensión, «muy larga de por sí» y pensada para una sola solista en el papel de la Reina de los Cisnes, Odille y Odette, cisnes negro y blanco, que tradicionalmente representan dos bailarinas para cada papel. «Para Cristina Terentiev es un reto muy difícil porque es muy complicado representar papeles tan antagónicos», remarcó el director al tiempo que explicó que lo más importante de esta versión es que «triunfa el amor, cuando en la original mueren los dos solistas».
El reparto lo encabeza el matrimonio Terentiev, Cristina en el papel de Odette y Odile, y Alexei Terentiev como el malvado Von Rothbart. Junto a ellos están Anatolie Ustimov, como el príncipe Sigfrido y P. Raykov como bufón.
30 aniversario
La compañía cumple el próximo año su 30 aniversario, con más de 125 giras y 2.500 representaciones a nivel mundial. Unos número redondos que celebraran con cambios en la producción, escenarios o vestuario, y con la interpretación de La bella durmiente, El Cascanueces y su éxito asegurado, El lago de los cisnes.
Para entonces, los ibicencos todavía están a tiempo de asistir a la particular versión de El Quijote de esta noche a las 21.00 horas, en una muestra de danza teatral desconocida en nuestro país. Para Rafael Oliver, productor de la gira y director de Factoría Cultural, el objetivo es que el deleite del ballet no sea «exclusivo de una minoría y poder disfrutar, al menos una vez en la vida, de tan noble danza».
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