La neuróloga infantil Ileana Anton, natural de Argentina y con nacionalidad española, lleva nueve años en España. Vino becada al hospital Sant Joan de Déu donde estuvo dos años. También ha trabajado en Castilla y La Mancha donde colaboró con un hospital madrileño en un trabajo sobre enfermedades metabólicas. Los últimos cuatro ha estado ejerciendo en Ibiza, en el hospital Can Misses. En su curriculum figura un master en enfermedades raras, un postgrado en trastorno espectro autista y se ha especializado en medicina del sueño. En esta entrevista quiere aclarar los motivos de su marcha y expresar su agradecimiento a sus compañeros del servicio de Pediatría del hospital Can Misses que le han apoyado. La especialista asegura que no está en contra del catalán, sino de «los radicalismos» y «los decretazos» que sostiene que sólo se han de aplicar cuando se han de tomar medidas de emergencia. Comunicó su renuncia antes de irse de vacaciones para que su decisión no afectara de inmediato a sus compañeros ya que no tenía previsto actividad programada y así el servicio pueda reorganizarse hasta encontrar la persona que le sustituya.

—¿Por qué ha decidido irse?
—Mi renuncia ha sido por motivos personales. Ha sido una decisión muy difícil y dolorosa, pero no es el único motivo por el que la he tomado.

—¿Ha influido el decreto del catalán a la hora de tomar esta decisión?
—Han sido varias cosas. Para mí, los idiomas no son excluyentes y a través de ellos aprendes a querer y a respetar una cultura. No estoy en desacuerdo que los profesionales sanitarios públicos tengamos que conocer el catalán, pero no estoy de acuerdo con el decreto, con ninguno en realidad porque lleva implícito una decisión unilateral, yo los entiendo cuando hay medida de emergencia en los que es necesario resguardar a la población por seguridad. Podían haber hecho una valoración con tiempo de esa situación, no así, enchufar una cosa que ha generado tanta movilización. Ha hecho salir a la gente a la calle, a profesionales, y me da la sensación que los dirigentes no los han escuchado. Uno se pregunta qué tiene que pasar para que estos dirigentes pongan el oído y se detengan un momento, que contemplen esa situación. Nadie dice que se está en contra del catalán, no quiero que se odie ese idioma, no se busca esto, sino que se entienda la situación en las islas y las dificultades que tenemos. Creo que fue una medida impuesta, sin consensuar, y que también tiene que ver con políticas independentistas, con todo lo que pasa en Cataluña. Es una comunidad que merece un respeto. Toda mi familia política es de allí, los quiero, los catalanes me han dado mi oportunidad de crecer. Los idiomas incluyen, no excluyen.

—De hecho estuvo con una beca en el hospital Sant Joan de Déu.
—Sí, yo he leído historiales clínicos escritos a mano en catalán de 20 años atrás del Vall d'Hebron. Aprendí a leerlo. Mi familia política está en Cataluña. Aquí, en Ibiza, los pacientes han sido muy afectuosos conmigo y me he sentido respetada y cuidada. No estoy en contra de aprender un idioma. No puedo decir que me voy porque estoy condenada por no hablar catalán. No tengo que irme, no me ha fulminado el catalán, no me voy por despecho, tampoco. También pierdo cosas. Es una decisión que me ha costado mucho tomar. Me alegro que tenga cierta repercusión porque quiero decir que no soy la única que está afectada. Soy una simple pediatra que he dado lo mejor de mí. Hay muchas carencias en el sistema y espero que mi decisión ponga en evidencia esa debilidad porque si de un servicio se va una persona y eso hace tambalear su funcionamiento, ya me dirá cómo está. A propósito de esto, mis compañeros son excelentes y me duele que puedan sentirse sobrecargados porque me voy.

—¿Cómo han acogido sus compañeros su decisión de marcharse?
—Han sido siempre muy respetuosos conmigo y estoy muy agradecida con ellos. El equipo de Pediatría de Can Misses es estupendo, han sido unos excelentes compañeros.

—El problema de Pediatría es que es un servicio bajo mínimos y cuando uno se marcha se tambalea, porque están bajo mínimos.
—Sí, el jefe de Servicio, Bartolomé Bonet, está pidiendo y tratando de tener dos pediatras más. Lo está buscando desde hace tiempo. No es sólo un problema de médicos, sino también en enfermería. A mí me ha tocado hacer guardias con enfermeros que nunca habían estado en Pediatría y no sabían cómo era, es un servicio muy delicado. Espero que mi decisión ponga en evidencia las presiones con las que hemos tenido que trabajar. No soy la única afectada, porque mis compañeros que se quedan siguen trabajando y están saliendo adelante. Son una gente maravillosa y lo están pasando mal.

—¿Habla de presión asistencial?
—Hay presión asistencial. Cuando uno se pone de baja tienen que venir de los centros de salud cuando pueden a ayudarnos y ajustarlo todo. Toda la comunidad médica está un poco revolucionada y hay prevista una manifestación nacional para recuperar sus derechos. Soy latinoamericana y los hospitales trabajan allí bajo mínimos y con mucha presión. Vine aquí porque la sanidad pública no es como allá, veo que se trabaja en detrimento.

—¿Cómo se han tomado sus pacientes la decisión de marcharse?
—Desde que se conoció el decreto y yo he tenido voz, me han ofrecido su apoyo, estaban muy preocupados, han querido recoger firmas y salir a la calle pero yo les he pedido paciencia. He sentido el apoyo y el afecto de la gente. Me gustaría que mis pacientes no crean que me voy por despecho, sino que es una medida respetuosa que he tomado para todos.

Noticias relacionadas

—Da la impresión de que se va porque no está a gusto o ha influido su decisión de expresar públicamente su rechazo en contra del decreto. ¿Tengo razón?
—No. Los motivos de mi renuncia son personales. Han sido varios factores. Estoy contenta con mis compañeros, médicos y enfermeros, y con mis pacientes, pero sí hay carencias y que a raíz de mi marcha se pongan muchas situaciones en evidencia, que ojalá pueda mejorar.

—¿Y la Gerencia qué dice de su opinión acerca de su rechazo al decreto?
—Yo creo que ellos hacen su lucha, están a otro nivel. No me he sentido presionada por decir una cosa u otra. Me han dejado expresar con libertad.

—Pero sí que espera que esa decisión ponga en evidencia la situación.
—Es una decisión personal y espero que tenga su repercusión porque somos muchos los afectados.

—Y ahora está preparando sus maletas para irse a final de mes.
—Sí, tiene un coste personal alto, pero me siento en paz porque he hecho todo lo que estaba a mi alcance. Me voy con una decisión tomada con serenidad, no me voy a lo loco ni protestando por un idioma. No es una pataleta, eso quiero aclararlo. Lamento que las cosas se pongan tan difíciles a partir de decisiones de los dirigentes que no han valorado la repercusión.

—Lo que sé que tiene claro es que está en contra de todo tipo de decretos.
—Yo creo que los decretos están para situaciones de emergencia pero en una sociedad democrática creo que la mejor experiencia es escuchar a la gente cuando sale a la calle. El catalán con la cantidad de puntos que se le ha otorgado se ha convertido en un requisito. A veces se dibujan estas cosas en política, pero yo no entro en eso.

—¿Ha tenido dificultades en su consulta con el catalán?
—Jamás me han pedido mis pacientes ibicencos que les hable catalán. Estuve estudiando catalán cuando llegué a la isla. Es más, le canto a mis hijos canciones en catalán, los llevo a una escoleta pública que le hablan en catalán y soy feliz. No me parece bien la valoración de esta situación que están haciendo los dirigentes de la sanidad. Entiendo que cuando toman una decisión lo han de hacer contemplando el lugar, la situación actual. No se trata de decir ‘yo defiendo esto, es mi ideal y allá voy'. No, no es tuyo, es de todos.

—Sobre todo, en un contexto cuando hay tantas dificultades para encontrar profesionales.
—Mire, yo había elegido venir aquí. Tengo familia que vive aquí. Me gusta la isla, es un lugar fantástico para criar mis hijos. Imagine que con todos los años que llevo trabajando y con mi currículum, cualquier compañero que acaba el MIR y tenga un nivel B1 de catalán me desplaza. Me dan 0,5 puntos por un capítulo de un libro publicado en inglés y con el A2 de catalán creo que te dan dos puntos. Leo en catalán y entiendo a mis pacientes que lo hablan. Es paradójico, no estoy en contra del catalán pero sí de los radicalismos. Deberían de ser más inteligentes. Si quieren impulsarlo, deberían hacerlo a través de estímulos, como cualquier empresa que premia la productividad, no como una obligación. Con todas las oposiciones que se están convocando por toda España cualquiera coge y se va a otro lado.

—¿Fue a la manifestación convocada en contra del decreto en Can Misses? Su jefe sí que estaba.
—No pude ir porque estaba trabajando, pero estuvieron mis compañeros. Estoy agradecida a ellos, han sido muy buenos compañeros.