Evelyn Denis es mitad francesa y mitad belga, pero lleva 20 años residiendo en Ibiza. Llegó a la isla después de sufrir un grave accidente que marcó su vida y por el que se ha sometido a tres intervenciones de columna que le han dejado con movilidad reducida. «Vine para dar otro rumbo a mi vida porque tenía un amigo que me dejaba su casa a cambio de que se la cuidase en invierno», explica.

Así, empezó a trabajar como encargada en casas de lujo. «Tenía todos los gastos pagados, pero mi sueldo era muy bajo por lo que empecé a restaurar muebles e iba a los mercadillos a venderlos», cuenta. Esto hizo que Eva, que así le gusta que le llamen, montara su propio taller en un local de grandes dimensiones cercano al Parque de la Paz, donde también vivía. Un taller que cesó su actividad la semana pasada cuando el propietario le desahució por impago. «Cuando lo alquilé pagaba menos de 100.000 pesetas, pero el precio empezó a subir», explica al tiempo que dice que «los dos últimos años he estado sin contrato porque me pedía 1.800 euros más IVA y no podía asumirlo». De esta manera, Eva pagaba cuando podía. «Intenté negociar para que me bajase el precio después de 17 años, pero nada».

Una orden judicial de desahucio avisó a Eva hace tres meses de que tenía que abandonar el local. «Mi idea, una vez que me dijeron esto, era matarme dentro», cuenta con la voz entrecortada. A sus 64 años, le escasean las fuerzas. Siempre se ha considerado una mujer autosuficiente y nunca ha querido pedir ayuda, hasta hace unos días cuando se dio cuenta de que sola no podía abarcar el problema que estaba viviendo.

En ese momento se puso en contacto con Cristóbal Ibiza, quien ayuda desinteresadamente a todas las personas sin techo en la isla. «Cuando salí del local con mi carrito lleno de cosas y con la batería descargada vi que no podía hacerlo sola», matiza. De esta manera, en apenas unas horas, varias personas le ayudaron no solo a trasladar algunas de sus cosas sino también a guardarle el resto hasta que encuentre un local más espacioso. «El propietario del local en el que estaba ha quedado en ponerse en contacto conmigo porque aún quedan cosas de Eva dentro y queremos venderlas a precio simbólico para sacar dinero», cuenta Cristóbal. De hecho, Eva ya consiguió vender algunos de sus trabajos la semana pasada gracias a los cuales puede pagar su alquiler actual.

Ahora, por 200 euros al mes que es lo que puede permitirse, «sobrevive» en un trastero de 2,4 por 2 metros cuadrados. «Me puse a buscar habitaciones, pero era imposible. En unos querían a trabajadores con contrato, otros anuncios volaban en diez minutos y uno, incluso, me dijo que me lo alquilaba a cambio de sexo», dice. En su búsqueda, también encontró habitaciones a un precio asequible, pero imposibles para su silla de ruedas eléctrica al no disponer de ascensor.

Servicios Sociales

«El viernes me llamaron de Servicios Sociales cuando se hicieron eco del desahucio», relata Eva. «Me dijeron que pasase a verlos, pero que no esperase mucho porque los trámites para estas situaciones son muy largos». Aún así, dice que hace tres meses, cuando se enteró del desahucio, les pidió una ayuda que no recibió. Desde el Ayuntamiento de Eivissa han confirmado a Periódico de Ibiza y Formentera que la asistente social está en contacto con ella y «ha puesto a su disposición, como se hace con cada uno de los casos, todos los recursos de los que disponen». Aún así, matizaron que «para acceder a ellos, el usuario ha de establecer un plan de trabajo pactado con el departamento de Servicios Sociales y ello depende, también, de la voluntad de la persona».

Por su parte, Cristóbal pide que se tenga en cuenta a todas estas personas que «se quedan en la calle». Según explica, Eva es un caso más de la situación que vive la isla y ante la que «los políticos no hacen nada». Exige, una vez más, que se abra un centro de acogida que permita albergar a todas estas personas que no tienen dónde ir. «Si a Eva le diesen un techo donde pudiese trabajar, sabemos que hay gente interesada en contratarla», dice.

Complicaciones

Encontrar un local que le permita seguir disfrutando de su trabajo, para ella imprescindible, no es el único problema de Eva. «En 2012 me llegó un papel que me declaraba oficialmente muerta desde 2010», cuenta. «Lo tramitó mi hija para quitarme todo lo que tenía porque había recibido la herencia de mi abuela y de mi padre, pero como yo estaba aquí no me enteré», añade. De esta manera, en Bélgica «ya me consideran viva», pero en Francia, donde ha trabajado la mayor parte de su vida, no.

Por ello, quiere ganar movilidad en su cuerpo y viajar a Francia para «exigir lo que me deben». Eva trabajó varios años para el gobierno francés y considera que tiene «derecho» a una jubilación.