Cuantas veces encontramos elementos artísticos acabando por identificar empresas. Ya estamos tan acostumbrados que en ocasiones olvidamos el origen de un logotipo o complemento gráfico de una marca. En otras ocasiones grandes estilos no sólo identifican marcas, sino que atraen al olvido sus orígenes artísticos.
Cierto es que también ritmos musicales a veces se atribuyen a empresas y productos, cómo que nombres de marcas se convierten en determinante del producto genérico. Así ocurre con Kolinos, Spontex y Lavandina –por ejemplo.
O sin ir más lejos, el fondo informativo de, en aquel momento una de las teles locales de las islas, reflejaba por un tiempo líneas y colores de un conocido integrante de la Bauhaus. ¿Cómo podemos tolerar este hurto de ideas? ¿O debemos simplemente aceptar que precisamente robar ideas es una debilidad de los mortales? Veamos más bien el vaso medio lleno, y sin tener en cuenta ahora permisos y derechos. Valoremos el éxito que han tenido estas obras, nacidas en principio en un caballete... o no.
De repente una marca de productos de belleza enmarca una de sus líneas en líneas parecidas a las que ya envolvían el noticiero de mencionada televisión local. Tampoco importa ahora quién fue primero, ¿el huevo o la gallina? Claro está que la segunda fue y es la que más alcance tuvo y tendrá, ciertamente.
Y volviendo a la música, encontramos cada vez más éxitos de décadas pasadas, que se albergan en actualidad en producciones musicales de renombre.
Hablemos de la Lambada, reinterpretada en un éxito más que conocido de Rihanna. Pero curiosamente esta pieza tiene mucha historia, como éxito de los ochenta, fue rodado el correspondiente videoclip en Tagomago, y la escena principal en una plataforma cercana al actual kiosko, que hasta hace no mucho todavía seguía en el lugar. Que cosas. Que extenso es el mundo, y tienen que venir estos vecinos de Bolivia a es pou des Lleó para cargar en el llaüt de un pescador todos sus artilugios para poder dar forma y color a este éxito bailado finalmente en todo el mundo. Y digo Bolivia, porque el origen de la Lambada está en este país, y también fue un éxito: Llorando se fue. Por lo menos todavía se conserva parte de la letra en las nuevas versiones de la Lambada.
Y llorando me iría sí no conociera los ritmos originales, al son de zampoña, charango y bombo. ¡Qué lindo! Y recomendable para todos los amantes de la música. Y volvamos al arte visual, audiovisual en este caso. Sálvame se adueñó de Roy. Será consciente quién lo hizo, pero dudo que los espectadores seamos conscientes que la adaptación que estamos viendo tuvo su origen en el Pop Art. Curiosa constelación que propone dudas si realmente esa unión merece ser.
Pero como para gustos, disgustos, somos los usuarios, espectadores, transeúntes contemplativos, quienes podemos valorar si es o no merecedora de alago la unión descrita. Además rápidamente nos acostumbramos a estas fusiones, intuimos esa arteria creativa que resulta tras las nuevas experiencias colaboradoras y aceptamos con rapidez la novedad. Novedoso para nada… asombroso sí. Como asombrosa es la historia relatada por la página oficial de la entidad bancaria sobre los orígenes de su ya arraigado logo. O no tan asombrosa. Sí fue iniciativa del artista o interpretación pública posterior, quedará en las estrellas, cierto es que en su día mi profesor de fundamentos del diseño reveló el significado real, según él, de esta iconografía: un niño echando una moneda a una hucha.
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