Además, Elena señala que lo curioso es que siempre ha trabajado de periodista “por suerte” y entre los motivos cree que ha sido fundamental el hecho de que supiera inglés. “Empecé trabajando en una agencia de comunicación financiera que no me gustaba nada… pero luego me contrataron en una agencia de comunicación de discotecas de Madrid, entonces me mudé a Chueca y me lo pasé genial, fue un buen cambio, entrevistaba a djs iba a conciertos… unos muy buenos años”.
Fue también el periodismo lo que le trajo hasta la isla, sin que ella tuviera, en un principio, ninguna gana de trasladarse. “Me llamaron para trabajar en El Mundo en Eivissa, siempre había querido trabajar en un periódico pequeño, me hacía mucha ilusión, era mi oportunidad pero no quería venir aquí, lo que se oía en Madrid de la isla no me atraía nada, ni culturalmente… yo en Madrid estaba trabajando ya para discotecas súper buenas con lo que no me parecía nada especial”.
Aun así dio el paso y se vino, aunque reconoce que le “costó muchísimo adaptarse, venía con la idea de ‘la isla te acoge o te rechaza' y a mí al principio dio unas patadas”, comenta entre risas y viendo lo mucho que ha cambiado su percepción desde entonces. “Luego en El Mundo se juntó un equipo muy bueno, éramos todos muy buenos compañeros, aprendí muchísimo, la directora me lo hizo muy fácil”, pero todo lo bueno se acaba y su etapa en este periódico llegó a su fin en 2008, cuando estalló la crisis.
Entonces montó con una amiga una agencia de comunicación, “que era lo que siempre había querido hacer” y consiguieron que buenas marcas, como Ibiza Rocks, apostaran por ellas. Aunque al final se acabaron separando en 2013, también le sirvió como experiencia para continuar ella en solitario con su propia agencia, con la que trabaja actualmente, Togamedia, con la que trabaja en verano con Sankeys e International Music Summit, “tuve mucha suerte, enseguida me contrataron y luego todo salió rodado”.
Le pregunto si en ningún momento se planteó volver a Madrid, pero ella lo niega porque “ya estaba hecha a la isla aunque siempre he tenido muchas dudas, pero ahora no me quiero ir a ninguna parte, creo que tengo una vida fácil aquí que en Madrid no tendría”. En esta decisión también influyen su pareja, Hideki Aoyama, y su hija. “Sí que es verdad que cuando la niña tenía 9 meses me dio con que quería irme a Alemania porque tenía sed de cultura, ya ves… sed de cultura cuidando de un bebé”, bromea mientras nos traen otra bandeja de sushi, ya que la entrevista transcurre en el bar que abrió junto a su pareja Sushiya en el barrio de sa Penya.
Cuenta que se conocieron en la plaza del parque y que luego él la iba a ver al bar De Miedo, donde ella pinchaba de joven como dj, “la verdad es que nunca se me ocurriría pensar que un día tendría un sushibar, pero me he dado cuenta de que tomar decisiones en la vida es más fácil de lo que parece, tampoco hay que pensarlo todo mucho sino dejarse llevar”.
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