Durante un tiempo vivió en una caravana pero, desde hace cinco meses, duerme en un colchón a pocos metros del núcleo urbano de Santa Eulària bajo una enorme plancha de metal, posiblemente, resto de una obra que sirve como único resguardo del sol y de la lluvia.
Bernard no tiene ningún ingreso desde hace meses. «Con suerte alguien me da cinco euros». Malvive acudiendo de lunes a viernes al comedor social de Cáritas en el municipio y con los alimentos que le proporciona semanalmente la Cruz Roja. A pesar de que en su país viviría posiblemente mucho mejor, no quiere marcharse de la isla, y confía en que los asistentes sociales le arreglen los papeles para cobrar alguna ayuda.
Su compañero de asentamiento, Rashid, un argelino de 50 años, sí que quiere irse de aquí. Según cuenta, trabajó como cocinero diez años en Palma pero decidió marcharse de Mallorca cuando se separó de su mujer.
Aquí lleva cinco años y no ha conseguido trabajar ni un solo día. «Si un alemán lo tiene jodido, imagínate un argelino como yo». Rashid asegura que las personas que no tienen un hogar se encuentran «perdidos total» y lamenta que la isla se haya convertido en «un lugar para ricos».
Además de vivir en la calle, tienen que soportar que les roben casi diario la poca comida y pertenencias que tienen. «Hasta unos zapatos asquerosos me llegaron a robar», se lamenta Rashid.
En un momento dado, mientras cuenta las miserias de su vida, para de hablar y coge un tetrabrick de vino vacío que hay en el suelo. «Vale solo 60 céntimos y nos sirve para olvidar», afirma.
La adicción al alcohol es un problema que se repite prácticamente en todos los casos de personas que no tienen hogar en el municipio de Santa Eulària y que se reparten, normalmente por parejas, en diferentes puntos no solo cerca del núcleo urbano sino también diseminados en cala Llonga, es Canar o cala Pada. Son además personas mayores cuya reinserción en la sociedad resulta muy difícil ya que, como cuenta Flora Aznar, trabajadora social de la UES, «padecen las consecuencias del aislamiento familiar y social y la dificultad de encontrar un empleo».
A pocos metros del primer asentamiento vive Adrián, otro hombre mayor que camina con dificultad apoyado por unas muletas y al que encontramos a la hora de comer en Cáritas. Él ni siquiera tiene un techo. Su hogar es un colchón mugriento y una pequeña estantería al aire libre entre dos muros de una obra abandonada.
A diferencia de los ‘sin techo' que deambulan todo el año por las calles de Vila y que, en gran parte, están en la calle de manera transitoria, las personas que están en Santa Eulària viven en una situación «cronificada».
«A todos ellos les falta una familia», señala la responsable de la UES de la Cruz Roja, un pilar al que agarrarse para poder dar un giro a sus vidas. Quizás por eso Rashid solo tiene un objetivo ahora mismo: volver a su país natal donde tiene casa y familia. Cuando le preguntan cómo ve su futuro en la isla no tiene dudas al responder. «El futuro lo veo muy crudo. Por eso me quiero volver a mi país. ¿Crees que esto es vivir?».
LA NOTA
La Cruz Roja atiende desde octubre a los ‘sin techo' de Santa Eulària
La Unidad móvil de Emergencias Sociales (UES) de Cruz Roja de Eivissa y Formentera atiende a las personas que no tienen hogar de Santa Eulària desde el pasado mes de octubre una vez por semana frente al comedor social de Cáritas.
El pasado otoño detectaron el hueco de atención que había en este municipio entre algunas personas durante los fines de semana cuando cerraba el comedor. Por este motivo, la UES decidió acudir los viernes por la tarde a Santa Eulària para ofrecerles un pequeño lote de alimentos envasados para dos días.
Durante los ocho meses que llevan realizando el servicio, se han atendido a un total de 32 personas, de las que 23 se han dado de alta en el servicio. De media, se atiende cada viernes entre 5 y 12 usuarios, a los que no solo se les ofrece comida sino también se les acompaña a alguna consulta médica o a realizar trámites.
La extensión del municipio de Santa Eulària hace que las tareas de detección de posibles usuarios dependan de los avisos de Servicios Sociales o de los propios ciudadanos.
13 comentarios
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Vaya con la tolerancia, lo dicho, ojalá nunca nos tengamos que ver así, aunque a algun@ no le vendría nada mal, para opinar desde el conocimiento Por cierto viva benirras y todos los que la hacen mágica sean quienes sean y vengan de donde vengan!!
Si se trata de poder ayudar a recuperar la dignidad perdida a personas que lo tienen bastante chungo y contribuir a que formen parte del tejido productivo y social, se vinculen, trabajen...SÍ CON MIS IMPUESTOS.
Yo pienso que son situaciones muy duras y muy difíciles que hay que evaluar caso por caso. Espero no verme así jamás, y si es el caso encontrar la manera de engancharme de nuevo a la vida como sea. No podemos prever los vuelcos que dará nuestra vida, por eso pienso que es muy reduccionista y simplista (tal vez nos protege de un horror que no podemos soportar, y que tal vez está más cerca de nosotros del o que nos pensamos) tachar de vagos o enfermos a todas estas personas. La verdad es que el razonamiento de que "todos los mendigos y hambrientos son unos vagos y están así porqué se lo merecen" le deja a uno muy tranquilito; pone una barrera y tan a gusto con lo feo de la vida.
Estas personas no duermen en albergues por que no les gusta tener que cumplir horarios... son como los delincuentes, dejas que cuenten su historia y nunca han roto un plato, milonga tras milonga y los flojos se la creen... ademas con pagas que les conceden para evitar exclusion social no quieren trabajar ni en sueños para no perderla, cuando entre Podemos igual yo tambien me uno y dejo de pagar mi hipoteca y a dar pena con mis hijos... y luego a vender mojitos en la playa.
La razón de la marginalidad, ya lo dice el artículo, se debe al alcoholismo, y a otras drogas. Todas las personas que cuentan su historia, siempre es de pena. Pero es eso, una historia que ellos mismos se hacen para auto-flagelarse y auto-excusarse. Lo cierto, es que las autenticas razones de esta mendicidad, está en la mezcla de un cerebro enfermo, junto con las drogas, y una falta total de autoestima. La legislación española, es clara al respecto. No se puede intervenir, pues cada persona es libre de estar donde quiera, siempre que sea un espacio público. Y aquí está la controversia: ¿hasta qué punto una persona es libre de decidir qué quiere hacer, si su mente está enferma, siendo como es la mente, el órgano que toma las decisiones? Es un punto éste, muy cuestionable. Francamente, yo no sé si así se encara bien la problemática. Lo que sí sé es que es la manera más barata para el Estado. Pues si se partiera del principio, y como principio, que a nadie en su conocimiento le gusta vivir como a un perro, implicaría que mientras no se demuestre lo contrario, se trata de un enfermo mental. Si la ley estuviese hecha en estos términos, -ya digo que muy cuestionable- se tendría que recoger a la persona, y llevarla, aún en contra de su voluntad -he aquí lo más cuestionable- hasta un centro donde pudiese ser evaluada su salud mental. Y si se demuestra que está enfermo, debería de ser tratado. Sólo cuando se encuentre bien, se podría saber si de verdad quiere vivir así, o su mente ya le da para otros horizontes. Naturalmente, ante la perspectiva de internamientos forzosos en psiquiátricos, por tiempo indefinido, al albur de un médico que no da abasto y con muchos ingresados, que inevitablemente conllevaría arbitrariedades y de facto una especie de prisión preventiva sin razón alguna, la solución, es no hacer nada. Que los enfermos mentales, alcoholizados y drogados, permanezcan tirados como perros abandonados. Es sin duda un problema humano de difícil solución. Pero desde luego, algo más de lo que se hace como sociedad, estoy seguro de que se podría hacer. Pero fuese lo que fuese, tendría que estar muy bien hecho, pues es un asunto demasiado delicado para hacerlo mal. Lo que antes planteaba, ya se puso en práctica con terribles consecuencias en el pasado por muchos países. Tan mal resultado tuvo, que se decidió por abolir estas prácticas. Eso es algo que queda muy claro: para hacerlo mal, mejor no hacer nada. Pero es muy lamentable que haya tantos seres humanos tirados como colillas. Esto sí; evidentemente, las personas que están bien de la cabeza, si lo pasan mal, pueden estar puntualmente en una situación así; pero salen. Entre otras cosas porque piden ayuda a todas las puertas que, afortunadamente, la sociedad les abre. Y otra evidencia: las personas que quieren salir, se van moviendo. Consiste la solución, en buscar trabajo en algún sitio. “Ancha es Castilla”. Durante la gran depresión en EE.UU. había millones de personas vagando constantemente de un lado a otro del país, sin un dólar en el bolsillo, y viajando de gorra en tren, o bien haciendo auto-stop; ofreciéndose mientras estaban así migrando, para cualquier trabajo por techo y comida. Pero manteniendo la dignidad. Es lo normal. Si yo acabo algún día como los protagonistas de la noticia, no os quepa ninguna duda, de que habré perdido el juicio. Seré pues, un enfermo mental.
Espero y deseo que las personas y ciudadanos que critican a esta gente nunca se tengan que ver en su misma situación. Esta gente es la "otra cara" de Ibiza., y como ellos tenemos a cientos y cientos mas. Personas que no pueden pagar un alquiler y tienen que convivir varias familias en un mismo apartamento, trabajos mal pagados con interminables jornadas laborales. Yo, personalmente, espero que les cambie la situación y pronto vuelvan a la normalidad. Un abrazo muy sincero.
Es que el aleman si vuelve a su apis no tiene beneficios sociales, por eso no vuelve
No tienen familia. El argelino si y se quiere ir pero lleva 5 años sin dar palo al agua El alemán "viviría mejor en Alemania" pero se quiere quedar simo si. Enfin. En medio segundo algún morado aparecera aprovechando e instrumentalizando la simple marginalidad de la panda del Don Simón.
No entiendo muy bien los comentarios que desprecian la situación por la que pasa esta gente. La articulista ha sido muy sensible y acertada con su comentario "A todos ellos les falta una familia», señala la responsable de la UES de la Cruz Roja, un pilar al que agarrarse para poder dar un giro a sus vidas. " La suerte de contar con una familia o con una fortaleza psíquica desarrollada en nuestra infancia es fundamental para saber levantarse en momentos de crisis. Gracias por el artículo!
No tenéis ni idea de lo que habláis. Si como minimo os acercárais a un mendigo y escuchárais su historia, podríais hablar de primera mano con algo de sentido común y conocimiento, en vez de decir tonterias como "la fiesta de benirrás" o sus razones para no volver a su país... Para empezar, nadie decide dejar de vivir en su país por gusto, sino por necesidad, ya sea económica, política o familiar. Si un "sin techo" pide ayuda, no es para medrar, ni para pagarse la fiesta, sino para volver a intentar reinsertarse en la sociedad. Para seguir, hay gente que se queda sin hogar por diferentes motivos, como por ejemplo un desahucio, una mala decisión o, sencillamente un despido del trabajo mezclado con un precio de alquiler abusivo, y encontrarse sin recursos en una isla no precisamente fácil y barata para vivir... Levantad el culo del sofá, dejar el teclado a un lado, y acercaos a alguien con este problema y escuchad su historia. Es lo mínimo que deberíais hacer antes de decir tonterías...