Como cada año se repitieron los más típicos de brujas, diablos, zombis o muertos. Todos siguiendo la etiqueta obligatoria del color negro, a excepción de los fantasmas o las novias cadáveres, a las que se les permitió el blanco, y puntualmente el rojo para resaltar heridas, la sangre en la boca de los vampiros o en los tridentes de los demonios.
Sin embargo, esta vez no bastaba con disfrazarse, también tenían que buscar la originalidad entre lo típico, porque estaba, por una parte, en juego una rifa de cinco camisetas, y, por otra, un premio de una noche para dos personas en el mes de mayo en el Hard Rock Hotel para el disfraz más creativo.
Un premio nada despreciable, que la mayoría se tomó a rajatabla, y por eso pudieron verse disfraces de lo más creativos, cuidando hasta el más mínimo detalle. Hasta los dj's de la noche, que salieron de los clásicos temas electrónicos de la isla para pinchar canciones tan populares como What a feeling Footloose o un apropiado Sunday bloody sunday, iban disfrazados de ángeles caídos. Y es que el subsuelo del Hard Rock se convirtió en una verdadera mazmorra, con un túnel del terror a la entrada, al estilo parque de atracciones, donde te recibían amablemente un maníaco, una enfermera con un cuchillo y la niña del exorcista. Tampoco faltaron ni las telarañas, ni las calaveras o las calabazas.
La única nota discordante de la noche fue una Blancanieves que apareció delicada, y ciertamente fuera de contexto, en la tenebrosa noche de las brujas.
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