El acto arrancó con la entrada anunciada –a modo medieval por un maestro de ceremonias– de la nueva presidenta de Balears, Francina Armengol, que se sentó en la primera fila de la abarrotada sala de plenos entre su flamante conseller, el ibicenco Joan Boned, y el alcalde de Vila, Rafa Ruiz. A continuación, precedidos de los sonadors de la colla de ball pagès, hicieron su entrada los 13 consellers electos, entre ellos, como extraviados en una gran urbe, los tres elegidos de Podemos-Guanyem. Viviana de Sans, con un vestido azul florido y un pañuelo a juego sobre su tupida melena, pagó la novatada sentándose antes de tiempo mientras el hemiciclo permanecía en pie.
Su gesto pareció contagiar al resto de representantes, que a lo largo de la investidura cometerían más de un desatino, como el expresidente Vicent Serra, quien tuvo que agacharse a recoger su insignia tras entregársela en mano el más veterano de todos, el socialista Gonzalo Juan Ferragut, tras prometer (coincidiendo con los ‘podemitas') el cargo. O como la vicepresidenta segunda, Marta Díaz –la más llamativa de las conselleras con su vestido naranja fosforito y sus taconazos dorados– que lanzó un gallo al emitir su voto afirmativo a la proclamación de Torres que desató las carcajadas de los asistentes.
La anécdota del cargo
Por orden alfabético, los consellers fueron jurando o prometiendo el cargo según sus convicciones. En este punto se produjo una de las anécdotas de la ceremonia. Viviana de Sans alargó su testimonio con un mensaje reivindicativo que leyó en un papelito deslizado junto a la Constitución. También Miguel Vericad –de traje gris eléctrico y camisa blanca, pero sin corbata– que añadió un escueto «y defender el interés general y el bien común» al comunicado oficial. No así su compañera de filas Lydia Jurado, que olvidó la ‘chuleta' y tuvo que ceñirse a la promesa del cargo establecida. Por cierto, tanto ella como la popular Carmen Domínguez fueron las únicas que confirmaron el puesto en castellano.
Luego vino el discurso de Vicent Torres, un dilatado (por ser fino) discurso que se prolongó durante más de media hora y que siguieron casi sin pestañear Vicent Serra y Viviana de Sans, quien con una amplia y contagiosa sonrisa parecía hacer ojitos a su president.
Aunque las horas (ya eran las 21), el calor (el aire acondicionado solo salía por los extremos del salón de plenos) y el sermón del socialista invitaban al bostezo, su batería de propuestas y anhelos de la nueva izquierda transversal secuestraron la atención de la mayoría allí presente. Muchos de ellos ‘podemitas' que asistieron al acto sin traje y mucho menos corbata. Todo lo contrario que autoridades allí presentes como los máximos responsables de los cuerpos de seguridad, el obispo Vicente Juan Segura o la exDefensora del Pueblo María Luisa Cava de Llano. Entre las ausencias destacó la obligada del alcalde Antoni Marí ‘Carraca', pendiente del incendio de Sant Joan.
Luego vino el turno de las votaciones sin que hubiera sorpresas, aunque sí tímidas sonrisas por el tono de las respuestas de los consellers. Como resultado, una ovación cerrada de los allí presentes para dar la bienvenida a la nueva e inédita coalición progresista.
Al final reinó la concordia y la deportividad. Torres, que se emocionó al mentar a sus familiares, no olvidó agradecer al presidente saliente que haya facilitado su relevo y Serra fue el primero en abrazar a su sucesor una vez concluyó su segundo discurso. Finalizada la ceremonia llegó el baile de achuchones entre vencedores –plenos de felicidad– y vencidos.
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