Paralelamente a las jornadas del curso que la Universidad del Mar ha organizado estos días en Sant Antoni, expertos del CSIC-IMEDEA constataron ayer las posibilidades de recuperación de las praderas de Posidonia en espacios donde se haya visto afectada por la acción del hombre.
Mientras los alumnos del curso participaban en una observación del fondo marino cercano a la isla de sa Conillera, un reducido equipo, encabezado por los profesores Jorge Miguel Terrados y Gema Hernán, y que contó con la colaboración de la conservacionista del CREM Elisa Langley y Juan Pedro Pérez, de Active Dive, se desplazó al suroeste del islote, concretamente en el cabo conocido como Grum de Sal, donde reposa un pecio romano fruto de numerosas investigaciones arqueológicas.
En esa zona habían depositado meses atrás una serie de sacos de arena con semillas de Posidonia, verificando ayer que buena parte de ellas habían sobrevivido, dato que invita al optimismo en cuanto a la posible reforestación de las praderas submarinas.
Terrados y su equipo se mostraron muy satisfechos al censar la tasa considerable de supervivencia de la Posidonia, cercana al 50%, aunque prefirieron guardar cautela, ya que esta investigación forma parte de un proyecto que se ha desarrollado durante los últimos tres años y finaliza el próximo diciembre. Así, este avance puede quedar silenciado si el proyecto no consigue una continuidad y despierta el interés para financiar nuevos estudios.
El equipo cuenta además con otras experiencias llevadas a cabo en aguas de Mallorca y Murcia, donde pudieron comprobar las dificultades de recuperación de la Posidonia en fondos arenosos. En estas circunstancias, la acción del oleaje y de los temporales impide el enraizamiento de la planta debido a la inestabilidad del substrato, por lo que optaron por consolidar el terreno con sacos que contenían la propia arena del fondo.
Obstáculo
Además, Terrados señaló otro obstáculo que radica en la dificultad de conseguir nuevas plantas de Posidonia: «Este organismo sufre una floración irregular y, por ejemplo, este año no ha dado prácticamente fruto que poder replantar el próximo año», afirmó el investigador.
Por otra parte, el curso de la Universidad del Mar culminó ayer con una salida donde se pretendía analizar el fondo marino de Sa Conillera, aunque finalmente no alcanzó el éxito deseado.
Dos embarcaciones, con una docena de alumnos dirigidos por el profesor de la Universidad de Murica Arnaldo Marín, partieron para conocer de cerca los ecosistemas bentócnicos de la zona donde se hundió hace años el pesquero Tanit II. La operación debía realizarse gracias al Bentos V2, un robot sumergible que puede alcanzar los 400 metros de profundidad y que manda señales de vídeo a la nave para su posterior análisis.
Sin embargo, algún aspecto técnico falló y, tras dos intentos de inmersión, el aparato no respondió, por lo que la práctica programada no pudo llevarse a cabo. A pesar de ello, los alumnos valoraron muy positiva la experiencia global que han vivido durante los tres días que ha durado el curso.
En este sentido, la alumna Beatriz Fernández, licenciada en Biología y que trabaja en el acuario de Cap Blanc, destacó la salida a la zona de la desaladora de Sant Antoni en Cala Gració, donde pudo comprobar las diferencias en los ecosistemas afectados por esta infraestructura. «En tramos con apenas dos o tres metros de diferencia se desarrollan tipos de alga distintos y se encuentran o no erizos de mar por los cambios de temperatura o salinidad», comentó.
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