Casi con puntualidad británica, a las diez y media de la mañana comenzó el viaje en la embarcación Capitán Nemo desde el puerto de Sant Antoni, donde les esperaba Kelly Muntinga, promotor de la iniciativa. En él, y tras pasar por lugares emblemáticos de la costa pitiusa como Sa Conillera, llegaron hasta Cala Bassa donde pudieron disfrutar de una jornada de playa y multitud de juegos preparados por sus monitores.
Por el camino hubo tiempo para todo, como dar de comer a las gaviotas, contar más de cien medusas, contemplar multitud de peces, descubrió lo que son las torres de vigilancias e, incluso, bailar alguno de los temas que sonaban por la megafonía de la embarcación. «Se trata del broche perfecto para todas las actividades que hemos realizado desde que comenzó el mes de julio y, sinceramente, tanto niños como monitores nos lo pasamos en grande», explicaba Juan Linde, director del campus.
Dicha sensación se reflejaba en todos y cada uno de los niños, todos uniformados con su camiseta roja del campus. Y es que durante todo el viaje en barco no pararon de subir y bajar por las escaleras de la parte superior mientras sus monitores casi se volvían locos para intentar controlarlos.
«¡Fíjate cuántos peces hay ahí, y algunos hasta saltan fuera del agua!», exclamaba por ejemplo Alejandro, mientras sus amigos Joan y Sergio hacían todo lo posible para dar de comer a una gaviota sin conseguirlo. Mientras, la actividad era aún más frenética apenas unos metros más abajo, dónde, a través del cristal, Daniel, Kenai o Iván, de cinco, seis y siete años, respectivamente, contaban mientras intentaban no perderse todas las medusas que iban viendo. «Yo no me pienso bañar de ninguna manera por aquí porque ya he visto ciento cincuenta», aseguraba muy serio Kenai, cuando aún quedaba la mitad del recorrido.
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