Así comienza la sinópsis del informe elaborado por la Comisión Permanente de Investigación de Siniestros Marítimos del Ministerio de Fomento sobre lo acontecido hace justamente cinco años en las proximidades del puerto de Eivissa.
En su momento el siniestro originó una pequeña catástrofe ecológica en la zona ya que el barco, que llevaba 150 toneladas de gasóleo y se hundió a una profundidad de entre 30 y 45 metros, provocó una mancha de combustible que afectó a las playas de Talamanca, ses Figueres y el puerto.
Afortunadamente, y gracias al trabajo de los efectivos de Salvamento Marítimo llegados a la Isla desde A Coruña, Almería, Castellón y Madrid se lograron sellar las tres fugas detectadas en el pecio del buque.
Ahora, cinco años después, lo que fue una tragedia se ha convertido en una atracción para los aficionados al submarinismo que visitan la Isla. «Desde que en junio del 2008 pemtieron bucear la zona cada vez está mejor porque ha crecido mucha vida en torno al barco creando un ecosistema relativamente nuevo con bancos de barracudas o ascidias enormes», explica Paulo Ramos, coordinador de Scuba Ibiza, una de las empresas de submarinismo que hace inmersiones a la zona.
Esta empresa ibicenca lleva bajando a la zona desde que se permitió su acceso. Desde aquellos primeros días de hace cuatro años todo ha cambiado muchísimo. «Cuando empezamos sólo nos encontrábamos con un barco pelado y sin apenas interés y ahora con todo lo que ha nacido a su alrededor casi podemos hablar de que el lugar es un paraíso para los buceadores que acuden a Eivissa», asegura el propio Ramos.
Dentro del mundo del submarinismo hay un amplio grupo de aficionados apasionados por explorar los barcos hundidos. Le encanta recorrer sus camarotes, sus pasillos y descubrir todo lo que puedan esconder sus paredes, como ya se puede hacer con el Thistlegorm, un barco de la Segunda Guerra Mundial hundido en el Mar Rojo y por el que pasan unas 500 o 600 personas cada día.
Esto no se puede hacer con el Don Pedro y hay que conformarse con dar una vuelta por los alrededores. «A día de hoy no es seguro entrar dentro y entonces es cómo si fuéramos al Museo del Louvre en París y sólo nos quedáramos observando las estructuras externas sin ver los tesoros que hay dentro», asegura Ramos.
Por eso, el responsable de Scuba Ibiza aboga por «abrir vías tanto de entrada como de salida para que en cualquier momento y sin dificultades el buceador pueda salir del interior y limpiar los pasillos para evitar los enganches que puedan provocar sustos inesperados y así poder aprovechar el mayor naufragio en Europa que se ajusta a los límites del buceo recreativo».
Sin embargo y mientras esto llega los submarinistas que acuden a la zona del hundimiento del Don Pedro no tienen tiempo para aburrirse. Las escuelas de submarinismo de la Isla suelen ofrecer distintos descensos que incluyen «recorrer la proa donde se puede observar el ancla y las enormes maquinillas para subirla, con unos eslabones de dos palmos, y la popa donde estaba el puente, las helices o la rampa de carga».
Además, para los buceadores mucho más expertos que cumplan una serie de requisitos aún se puede bajar más y poder disfrutar con la zona de la arena «donde se puede ver el agujero del buque mientras se nada junto con peces que son sencillamente asombrosos».
Todo esto cinco años después del accidente. Quíen sabe si dentro de otros cinco, se puede hablar de un referente a nivel mundial dentro del mundo del buceo.
En la madrugada del 11 de julio de 2007 el Don Pedro, que acababa de abandonar las aguas del puerto de Eivissa, se hundió a unos 300 metros del islote conocido como es Daus Petit.
A bordo del buque marchaban veinte trabajadores de la compañía que fueron rescatados ilesos esa misma madrugada y trasladados hasta el Hospital de Can Misses.
El hundimiento provocó un escape de fuel que afectó a unos cuatro kilómetros de la costa este de la isla y a muchos de los establecimientos turísticos de la Platja d'en Bossa y playa de Talamanca, perjudicando de forma importante la temporada turística. Afortunadamente, gracias a la rápida intervención de los servicios de emergencia y de la efectividad de la empresa encargada de su descontaminación, la catástrofe no fue mayor.
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