Músico de profesión desde hace muchos años, Javier Pérez de Arévalo decidió un buen día disfrutar de la tranquilidad, por lo que optó por vivir en un faro. Concretamente, en el de la Mola. De esa experiencia vital, que se prolongó durante 12 años, guarda recuerdos muy bonitos. «Me encantaba ver las tormentas desde dentro del faro o las gaviotas volando. Estaba en contacto directo con la naturaleza y eso quizá era lo mejor», recuerda.
Este técnico en señales marinas visitó ayer el Centro de Interpretación del Mar (CIM) de Sant Antoni en el marco de una conferencia, organizada por las Reservas Naturales de es Vedrà, es Vedranell i Illots de Ponent, en la que repasó su experiencia como farero de la Mola, el funcionamiento de estas luces guías y un repaso histórico por los faros de Balears haciendo hincapié en dos de ellos, el de Conillera y Coves Blanques, que es donde está ubicado actualmente el CIM. En esta conferencia recordó, por ejemplo, que el faro de sa Conillera fue construido por Emili Pou, que es de segundo orden y que seguramente es uno de los más aislados: «De segundo orden quiere decir que es un faro muy importante para la navegación. Se deshabitó en diciembre de 1971. Era duro vivir allí por el aislamiento, pero quizá el más aislado es el de es Freus», explicó Pérez de Arévalo. El de Coves Blanques, por su parte, se trata de un faro más moderno creado por Eusebi Estada que dejó de lucir en noviembre de 1962: «Aunque continuaba habitado por la familia», precisa el técnico en señales marítimas, profesión que en 1992 vivió un vuelco con la nueva ley de puertos. «Con esa ley, que finalmente se aprobó, se planteaba la extinción del cuerpo técnico en señales marítimas. Con los años, poco a poco, nos iremos retirando; no habrá nuestros técnicos en señales marítima», explicó Pérez de Arévalo.
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