Francisco Planells Costa y Catalina Riera Tur en la barra del Restaurante Santa Gertrudis, negocio que adquirieron hace ahora 33 años. | ESTER REQUENA
El Restaurante Santa Gertrudis, inicialmente denominado Bar Nou y ubicado en el centro del pueblo, fue construido en 1974. Lo construyeron tres socios: Joan Boned, Joan Roig y Vicent Torres. Lo inauguraron ellos y lo estuvieron explotando durante tres años.
Sin embargo, el negocio no funcionaba. Sus tres fundadores se dedicaban a otros menesteres ya que uno de ellos tenía una carpintería, otro un taller mecánico y el tercero trabajaba en un banco y el bar no terminaba de fidelizar a su clientela. Fue entonces cuando decidieron venderlo.
Por aquella época, estos tres socios frecuentaban La Barbacoa, un restaurante en el que trabajaban Catalina Riera y Francisco Planells, un matrimonio conocido en el pueblo de Santa Gertrudis. Los tres socios decidieron que este matrimonio era el ideal para quedarse su restaurante.
En 1977, y tras darle muchas vueltas, ya que el negocio no estaba en su mejor momento, Catalina y Francisco dedicieron adquirir el bar al que, en primer lugar, le cambiarían el nombre y a partir de ahora se llamaría Restaurante Santa Gertrudis.
«El traspaso de la llave nos costó 1.200.000 pesetas. Nos vendieron la llave y el mobiliario de aqui, pero las paredes maestras no son nuestras, son de Vicente Escandell que nos las tiene alquiladas y por ello le pagamos todos los meses», explica Catalina Riera sobre un contrato antiguo poco común.
De la primera época, el matrimonio recuerda dificultades: se trabajaba sólo los fines de semana y «había días que no llegábamos a las 2.000 pesetas de caja», asegura Francisco.
«Comenzamos poquito a poco y sin duda nuestro gran éxito fue comenzar a hacer paellas los domingos, pensamos que era un plato típico ibicenco que gusta mucho», recuerda Francisco Planells.
Los primeros domingos en los que se comenzaron a hacer las paellas, se cocinaban entre unos cinco y diez kilos de arroz y acudían unas cincuenta personas. «Ahora llegamos a cocer cincuenta kilos de arroz y vienen unas 350 a comer, más las que se llevan la paella a casa», realiza balance Catalina, 33 años después de que comenzara su andadura en este negocio.
Y para alojar tanto grano de arroz cuentan con tres paelleras, una grande con capacidad para 260 comensales y otras dos con una capacidad de hasta 160 personas. Las tres se ponen al fuego todos los domingos en un laborioso proceso que comienza a las ocho de la mañana para que todo el mundo pueda tener su plato de arroz a mediodía.
«Con las paellas nos ayudó 'Toniet Cosmi' un muy buen cocinero que colaboró con nosotros durante mucho tiempo y nos enseñó un secreto que yo creo que no le ha dicho a nadie: el secreto de la paella», valora Catalina.
Y es que, según este matrimonio dedicado a cocinar paellas durante 33 años, «el secreto está en la picada que se le echa a la paella, que contiene especies, ñoras, perejil, ajos y gambas y todo eso va molido». Aunque también aseguran que es muy importante echarle carne de cerdo, de pollo, sepia, gambas y caldo de pescado. Y si todo eso es de calidad,y el arroz también, «nada puede fallar».
Al echar la vista atrás, Catalina y Francisco tienen palabras de agradecimiento para todos sus clientes porque, aseguran, les ha ido bien. «Aquí ha venido gente de toda la Isla y aunque hemos trabajado mucho no nos podemos quejar». El negocio siempre ha estado en manos de la familia y así continúa. Ahora son sus hijas, yernos y nietos los encargados de poner al fuego las paelleras cada domingo para que, a eso de las dos, no falte el arroz en el Restaurante Santa Gertrudis.
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