CONCHA ALCÀNTARA
El 19 julio de 1969 se inauguraba la Policlínica Nuestra Señora del Rosario, conocida también como Can Vilàs. Costó 20 millones de pesetas. «Cuesta más montar ahora un solo quirófano», señalaba esta semana Julián Vilás Ferrer, su fundador. «Está en todo, menos operando el quirófano», tercia el doctor Alberto Torres Balanzat, presente en la entrevista. De hecho, el doctor Vilás vive en el último piso de la Policlínica. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Facultad de Medicina de San Carlos de Madrid en 1953, estuvo cinco años en Barcelona para formarse con el cirujano José Masferrer, al que considera su maestro. Durante muchos años, de 1968 a 1971, fue jefe de Cirugía del antiguo hospital público y del poco después nuevo Can Misses. «Lo iniciamos estando yo como jefe de servicio. Fui yo el que compró los terrenos a 550 pesetas el metro». De sus antiguos compañeros menciona con «cariño y gratitud» al doctor Mario Lorenzo, «que durante 37 años fue colaborador mío». Vilas empezó su andadura profesional en la Policlínica de Vía Romana con dos quirófanos y 60 camas. Ahora hay 90 y cinco quirófanos.
-¿Cómo se le ocurre instalar una clínica en Eivissa?
-Soy ibicenco y había estudiado la carrera para venir a Eivissa. En aquella época me ofrecieron trabajo en Madrid y no podía seguir con un piso acondicionado como clínica [la primera clínica Vilás, con siete camas, se abrió en la avenida de España en 1958]. Tenía que hacer una clínica para justificarme ante mí mismo o me iba de Eivissa. Consulté con mi mujer, Rosario, y decidimos quedarnos.
-Cuando decidieron poner en marcha la Policlínica, ¿qué es lo primero que pensaron que querían?
-Que nadie se tuviera que marchar fuera por falta de medios. Tuve la colaboración de Bernardo Cardona, propietario del solar, que lo puso a un precio parecido al de Can Misses, y el maestro de obras, Partit, que no cargó ni un céntimo de los obreros y del material, y ayudó de una forma desinteresada. En aquella época era mucho dinero.
-¿Cuáles fueron los primeros servicios que se pusieron en marcha?
-Toda la cirugía, porque en aquella época operabas todo lo que te venía, igual un parto que un fémur o un estómago. En Palma no había neurocirugía por lo que se tenía que hacer todo.
-Compatiblizó la puesta en marcha de la Policlínica con su trabajo en Can Misses.
-Cuando era jefe de servicio de Cirugía del hospital y puse en marcha la Policlínica lo puse en concimiento de Madrid. Llegó un momento en que era de todo: jefe de servicio de cirugía, director de la residencia, coordinador sanitario y propietario de la única clínica privada que tenía concierto con la Seguridad Social. En 1988 pedí la excedencia de Can Misses para disminuir un poco la tensión que tenía, porque era mañana, tarde y noche.
-En aquellos años tendría un ritmo frenético.
-Me pasé prácticamente diez años sin dormir una sola noche entera. Por un motivo o por otro te levantabas dos o tres veces. No había médico de guardia, hacías de médico de guardia, de cirujano, de ayudante.
-¿Cómo mantenía ese ritmo de vida?
-Con café y Partagás.
-¿Es que entonces fumar no era perjudicial para la salud?
-Sí, lo tuve que dejar y se demostró que sí, pero entre parto y parto un pitillo y un café sentaban de maravilla.
-¿Cuál es el proyecto por el que usted ha apostado en la Policlínica?
-Los adelantos técnicos en visión por imagen, el diagnóstico por imagen, la resonancia magnética y la ecografía.
-Después de su jubilación, ¿no ha sentido el gusanillo de volver a operar?
-No. He operado tanto y de tal variedad que operaer un femur o un estómago más no me va. Cuando me corté la coleta me la corté del todo, y no me arrepiento. Ahora me dedico a la pesca, a coger la caña y a pescar.
-Bastante trabajo tiene ahora defendiendo las permanencia del Club Náutico.
-Ahora estamos metidos en ese lío.
-¿Qué hace para mantenerse en forma a sus 79 años?
-Estoy en rehabilitación. Me falla todo [risas].
-¿Qué consejos le ha dado a su hijo para llevar la Policlínica?
-Que tenga el mismo carácter que tiene su padre y que cuando acabas una operación no pienses en lo que has hecho bien sino en los defectos y complicaciones que ha habido para solucionarlas.
-¿Su hijo le hace caso?
-Sí, tiene su personalidad, como todos, pero sí me hace caso.
-Imagino que habrá pasado momentos amargos en su carrera.
-Siempre se pasan momentos amargos. En cinco minuto se resuelven muchas cosas y pasan muchas cosas.
-La Policlínica y Can Misses están condenados a entenderse porque son los únicos hospitales de Eivissa, pero, en ocasiones, parece que están a punto de divorciarse.
-Siempre ha habido buenas relaciones. Cuando no había hospital, el equipo de Cirugía lo llevaba la Policlínica. Nos pasa como en los matrimonios, que, a veces, hay desavenencias, distintos puntos de vista que provocan que haya momentos de tensión, pero no llega el fuego.
-Vaya responsabilidad que tuvieron cuando Abel Matutes estuvo ingresado en la Policlínica cuando era ministro de Asuntos Exteriores en la época de Aznar...
-Hemos tenido a Matutes, a Henry Ford, a la mujer de Rothchild, a Julio Iglesias y Raphael, pero para nosotros todos son iguales, todos son pacientes.
-¿Qué recuerdos más gratificantes conserva de la Policlínica cuando mira al pasado?
-La lealtad del equipo que ha colaborado conmigo, y eso es muy importante. Los momentos malos que pasas en el quirófano con los pacientes y luego resuelves los problemas. Uno de los problemas que tengo ahora es la voz, que ahora se me hace más fina.
-¿Es un buen negocio la sanidad?
-No, porque si quieres invertir en tecnología, compras un aparato de rayos y ya estás pensando en el siguiente. Es un medio de vida más y como en cualquier negocio tienes que estar encima.
-Ahora que se habla tanto del nuevo hospital Can Misses, ¿qué opina usted del proyecto?
-Es necesario que hayan hospitales públicos y privados. Los hospitales no los hacen los edificios, sino la gente que hay dentro. Eso es lo importante, escoger a la gente que trabaja en el hospital.
-¿Qué le gustaría para la Policlínica para el futuro?
-Que se siga actuando como ahora, con la misma seguridad y los mismos resultados.
-¿Cuántas operaciones ha realizadol?
-Creo que más de 15.000 y con partos, 20.000 actuaciones quirúrgicas.
-Viviendo en la Policlínica, usted nunca se ha desvinculado del trabajo.
-No, no, en cualquier trabajo dicen que el ojo del amo engorda al caballo.
-Pero también hay que dar paso a las nuevas generaciones. ¿Da alguna regañina?
-Alguna he dado, pero nunca en el quirófano. He esperado una vez pasado el peligro para no crear una sensación de agobio, malestar e inseguridad para corregir a posteriori los defectos que había. Lo lógico del jefe.
-¿Por qué decidió ser médico?
-Me fui a Madrid para estudiar ingeniero agrónomo y veterinaria, pero mi madre, Eulalia Ferrer, no quería que estudiara para veterinario. Decidí estudiar Medicina. No había ninguno en la familia y no me arrepiento.
-Mirando al pasado, ¿volvería a montar la clínica?
-Sí, sí. Haría la clínica antes porque vine en 1958 y se inauguró en 1969, la haría en 1958.
-¿Por qué?
-Porque pasé unos años muy malos en el piso acondicionado. Era pequeño, sin medios, era muy desagradable.
-¿Qué le parece el proyecto de la residencia de Jesús?
-Fue una idea nuestra. Sabíamos que costaría mucho ponerla en marcha pero creo que hemos cumplido el círculo completo de asistencia y hemos dado una solución dentro de la medicina privada a la gente que tiene los problemas de la vejez.
-¿Qué opina de cómo funciona hoy la sanidad?
-Cada vez funciona mejor porque hay más medios técnicos. Antes perdías mucho tiempo pasando la historia clínica y hoy es en un momento con los ordenadores, que yo no sé manejar, pero son imprescindibles.
-¿Comparte la opinión de que la medicina se ha deshumanizado?
-Creo que sí, se ha generalizado porque si antes te operaba, por ejemplo, Juanito Torres ahora te opera un cirujano. ¿Quién te opera? Pues no sé, uno. Ahora te ve uno, te diagnostica otro y te opera un tercero y no coges el cariño al enfermo que antes veías hasta que le daban el alta.
-¿Le gustaría que sus nietos también fueran médicos?
-A mí, sí. El mayor, de 14 años, dice que quiere ser cirujano.
-¿Nunca tuvo la tentación cuando se jubiló de irse a vivir a otro lugar, con las zonas tan bonitas que hay en Eivissa?
-No podría bajar todos los días aquí. El quirófano puedes dejarlo, pero la clínica no.
-Las manos han sido un instrumento de trabajo muy importante para usted.
-Sí, pero más que las manos es el sentido común. El doctor Masferrer siempre decía que un buen cirujano era un 80% de sentido común y un 10% de técnica.
-¿Usted lo aplicó después?
-He procurado que así fuese, que predominase el sentido común.
-Dejó de operar a los 68 años.
-Llegó un momento, cuando llegó mi hijo Francisco y estaba preparado, en que era muy difícil mantener dos gallos en el mismo gallinero. Entonces dije que esto es para los jóvenes; él estaba bien formado y me fui.
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