Turistas tumbados en las hamacas que disfrutan de una jornada de sol y tranquilidad en Cala Pada.

Lo mejor de trabajar de hamaquero es la libertad que sientes y la cantidad de personas diferentes que puedes llegar a conocer». Esto es lo que piensa Héctor, un joven uruguayo que desde hace siete años trabaja poniendo y recogiendo hamacas en la playa de es Caló des Moro. Muchas anécdotas le ha dado todo ese período de tiempo, que recuerda con una sonrisa especial como cuando a un hombre se le enganchó un pulpo al cuerpo que pescaron unos niños y luego no se lo podía quitar: «Fue muy gracioso verlo, pero luego le quedaron unas marcas un tanto exageradas, como si se hubiera tatuado todo el torso, que fue donde se enganchó el enorme pulpo», comenta. Tiene pensado algún día volver a su tierra natal, pero le agrada ser hamaquero por los horarios que tiene y el poco estrés de la faena, ya que puede bañarse cuando quiere. «Por tu vida pasan distintas personas y lo bueno de estar aquí en esta playa es el intercambio de experiencias y sensaciones que existe», afirma.

Para Joseph, un inglés que lleva diez años en Eivissa, el estar recogiendo hamacas viene muy bien para su edad, porque se puede mantener en forma, disfrutando del bello paisaje que ofrece cala Gració. EscondidO entre las rocas, Joseph se siente uno de los hombre más afortunados. «Me fui de Inglaterra porque no me gustaba el clima y en esta isla puedo hacer lo que me gusta y disfrutar del buen tiempo», explica. Asegura no echar de menos nada de su país. En su memoria tiene miles de situaciones vividas trabajando. Reconoce que un día se puso especialmente nervioso «cuando se desmayó un chico que quería una hamaca y tuvimos que llevarlo a la Cruz Roja que está en la misma playa». Exceptuando días así, normalmente comienza su jornada a una hora temprana dejándolo todo listo para «el disfrute de los turistas que vienen de todas las partes del mundo».

Sus funciones

Se puede tener una idea equivocada de que el trabajo de hamaquero es pesado o incluso poco importante, pero más de uno piensa que aparte de encargarse de que todo el mundo pague cuando se tumba en una hamaca, tienen que «estar pendientes de que algunos turistas jóvenes que vienen sólo de fiesta y tienen poco respeto, molesten a otras personas e incluso a niños pequeños», comenta Héctor. En la playa de Talamanca se encuentra Merche, una veterana que lleva 15 años ejerciendo como hamaquera: «Aquí ves de todo... Gente con el pelo verde, rosa y azul como escapados de algún sitio... Muy 'destroyer'. Pero luego te preguntan o hablan contigo y te das cuenta de que son personas con fondo y que las apariencias engañan», afirma entre risas, a lo que añade: «Algo que no soporto es que la gente tenga mucho morro. Vinieron un día unos que estaban haciendo un crucero en un barco muy grande y me pedían descuento en las hamacas... Si fuera una madre con cuatro hijos si lo haría, pero a gente que tiene dinero para pagarse un crucero no».

Otro veterano hamaquero es Alberto, que lleva 15 años en la playa de Cala Pada. «Te sientes realmente libre, es un trabajo en el cual estás a gusto porque puedes llevar tu propio ritmo. Estas más relajado», explica, a lo que añade: «A veces te vienen alemanes que se creen que el todo incluido también lo tienen en estas hamacas, que pertenecen al restaurante Brisa de la Mar; entonces tengo que echarles de las hamacas porque no quieren pagarlas y explicárselo como puedo». A Jordi lo de las hamacas le viene de tradición familiar: «Mi padre ya llevaba las hamacas de una parte de la playa de Cala Llonga y he perdido la cuenta de los años que llevo trabajando en esto. Sólo recuerdo que ya de pequeño le ayudaba», afirma entre risas. Piensa que lo mejor de ser hamaquero es «el poder ver chicas en la playa».

Àngela Real