Desde que era un adolescente su vida ha estado vinculada a la fotografía. Empezó en los medios locales, pero dio el salto a los nacionales para reorientar su trabajo en reportajes sociales con los que ha tenido la oportunidad de recorrer el mundo. Pero Joan Costa García (Vila, 1968) sigue vinculado estrechamente a Eivissa: es del barrio de la Marina, en Formentera acaba de pasar unos días de vacaciones, tiene en marcha una exposición de fotos titulada Naltros en Sa Punta y cuenta con un proyecto de trabajo en Eivissa. «Es el lugar en el que yo me siento a gusto, aunque llevo muchos años fuera», dice de la isla. Fotógrafo freelance, colabora con algunas instituciones o entidades como la Residencia de Estudiantes de Madrid.
-¿No siempre vale una imagen más que mil palabras?
-No siempre, depende. Ese dicho se puede usar en muchas situaciones, pero una palabra bien dicha es, a veces, mucho más valiosa que una imagen y viceversa. Depende del contexto.
-Algunos de sus compañeros no piensan igual.
-Estoy un poco curado del ego que tenemos la mayoría de los fotógrafos. Muchas veces parece que nos creemos que tenemos un don divino que, a veces, nos hace ver cosas donde los demás no las ven y eso es falso. Es un trabajo como otro cualquiera.
-¿Ha trabajado como paparazzi?
-Lo probé en Eivissa el último verano antes de irme a Madrid y me vacuné para siempre para no hacerlo nunca más. Me pareció curioso. Tiene sus cosas divertidas, pero es muy pesado y que no tiene nada que ver con lo mío.
-¿Se siente reconocido profesionalmente en Eivissa?
-Sí, lo poco que hago aquí siento que me lo agradecen, lo valoran y me siento respetado por los compañeros de profesión. Muchos no conocen mi trabajo a fondo y la fama que he adquirido.
-¿Qué fama tiene?
-El hecho de salir de Eivissa, irte a la capital y hacer alguna exposición o un libro parece que tiene mucha repercusión.
-¿Dónde le gustaría vivir si no fuera en Madrid?
-En un sitio de mar, lo echo de menos. Últimamente más porque viajo menos. La verdad es que antes de los 30 días del mes, 15 o 20 me los pasaba fuera de Madrid y ahora lo echo de menos.
-¿Qué hay de cierto en esa fama de ligón?
-Eso sería antes (risas). Lo que pasa es que ser fotógrafo da un glamour que parece que llevas la profesión encima. Parece que ayuda que te escondas detrás de la cámara.
-Sus amigos se preguntan si piensa sentar la cabeza.
-No me he planteado casarme ni tener descendencia pero sí tener una relación más estable.
-Entonces sí va sentando la cabeza.
-Poco a poco, pero todavía me siento joven y no tengo prisa en tomar decisiones trascendentales.
-¿De qué reportaje guarda mejores recuerdos, y no por el tema económico?
-Este trabajo nunca lo he hecho por motivos económicos y no me parece que esté bien pagado. Hay un trabajo de Belice del que guardo muchos recuerdos porque luego contacté con Manuel Leguineche, una persona estupenda, que me escribió el prólogo del libro que se editó. Belice es un paraíso como lo era Eivissa hace 50 años. Al final siempre guardas cariño al último que has hecho, al que has dedicado más esfuerzo y ése ha sido un reportaje sobre el cabo de Gata.
-¿Le gusta la Eivissa de ahora?
-Me cuesta reconocerla. Tendría que viajar más a menudo. Ahora estoy con un proyecto nuevo en Eivissa. Espero estar más tiempo aquí y retomar el contacto con la gente. He tenido momentos de frustración, de llegar a Eivissa y no reconocerla, de lo mucho que ha crecido y se ha urbanizado. Me da pena.
-Durante años hizo prensa local. ¿No siente nostalgia de las guardias en los juzgados de Eivissa?
-No, en Madrid hice prensa también dos años y me curó definitivamente. Es una profesión poco valorada y mal pagada.
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