Miguel Àngel Arconada, profesor de Secundaria de Lengua y Literatura en Palencia, participa en las Jornadas Interinsulares sobre Estereotipos de la Imagen de las Mujeres en la Educación y en los Medios de Comunicación que se clausuran hoy en el Consell d'Eivissa. Arconada ha publicado varios libros sobre imagen y publicidad y ahora está trabajando en una iniciativa denominada Hombres por la Igualdad, que, según explica, se trata de «colectivos de varones» concienciados en que hay que colaborar en la corrección de las desigualdades.
-¿Es perjudicial o beneficiosa la imagen de la mujer en la publicidad y en los medios?
-Todavía en los medios de comunicación y, sobre todo, en la publicidad, se mantienen estereotipos reductores sobre la imagen de la mujer, limitadores de sus posibilidades de gestión de su propia vida en libertad y con dominio de su propia existencia. Todavía se siguen perpetuando estereotipos de la mujer «a disponibilidad de» y que debe entregar su tiempo a las otras personas en el hogar, su propia autoestima en función de los cánones esté ticos de cada época y, poco a poco, empiezan a aparecer otros estereotipos e mujeres que dominan su propia existencia. Estamos en un momento de cambio muy interesante pero la reflexión sobre la publicidad ha de ser aún muy crítica. En periódicos o televisiones en los que, en términos de perspectiva de género, la información es muy correcta, pero la publicidad nos sorprende todavía con estereotipos muy limitados.
-¿Cuáles son esos estereotipos limitados?
-Todo lo relativo al tema de la autoestima femenina y la belleza. La teoría de nuestro mundo es que no hay mujeres feas sino mujeres perezosas. Tienen los medios técnicos y la obligación personal y social de ser bellas y la publicidad tiene que incorporarla. Las mujeres se sienten a disgusto con su propio cuerpo cuando les insisten en cómo debe ser. También en el reparto no equitativo de las tareas domésticas. Los hombres no han reaccionado en temas de igualdad en el reparto de las tareas y las mujeres siguen incorporando esa obligación. Como las mujeres han logrado su derecho a participar en el mundo del trabajo, el estereotipo de la maruja de los años 70 ha sido sustituido por el de la superwoman. Es la mujer que triunfa por méritos propios en el ámbito laboral, ha de ser bella, obligada a los demás y cuidando su espacio familiar.
-¿Qué opina entonces de los anuncios de perfume con imágenes femeninas o de los productos de limpieza?
-Considero que eso es una influencia perjudicial para las próximas generaciones, pero también digo que la publicidad no tiene como elemento principal cambiar la sociedad, sino buscar la rentabilidad de los productos. Tenemos que acostumbrarnos a que la publicidad tenga sus estereotipos y los siga teniendo; lo importante es la mirada cómo vemos la publicidad. Entiendo que un publicitario, cuando sabe que apenas un 2 por ciento de los hombres desarrolla las tareas domésticas, diga que es una mala inversión destinar los anuncios de productos domésticos a ellos cuando no son sus compradores. En los hombres, la publicidad sólo gestiona nuevos estereotipos cuando son rentables y los metrosexuales lo son porque generan nuevas compras de productos que antes no se compraba. En el desarrollo de las tareas domésticas, la compra de un detergente es la misma al cabo de un mes con lo cual la publicidad dice que no es su tarea cambiar esos patrones. Desde el medio educativo del que yo vengo, nuestra tarea sí es esa, la de generar una mirada crítica.
-¿Y el papel de los medios de comunicación?
-Los contenidos de ficción son muy estereotipados. En cambio los contenidos informativos están más evolucionados en nuestro país. Las críticas de los años 90 sobre la invisibilización de la mujer y de sus problemas de desigualdad como problema social ya no son hoy de recibo. En la agenda periodística está el tema de la igualdad, igual que se ha incorporado, mejor que en otros países, el tema de la violencia de género. Aún hay matices y muchas informaciones siguen cayendo en estereotipos, se sigue valorando a las profesionales en función de su aspecto físico y no de su trayectoria y sus logros. En cuanto a la violencia de género, la reflexión periodística de algunos grupos dice que hay que hay que saltar ya de la información puntual sobre los casos de violencia a informaciones periodísticas más de tipo reportaje demostrando que las mujeres maltratadas rehacen su vida. El papel, sobre todo, de victimización femenina es el que tenemos que corregir en los medios de comunicación.
-¿En qué series de televisión se ven más esos estereotipos?
-Podríamos citar algunos de una visión absolutamente tradicional como la series de cambio que son las que me interesan. Por ejemplo, me gustaba mucho la serie nacional «Periodistas» y, como internacionales, «Mujeres Desesesperadas», que plantea un reposicionamiento de las mujeres. Buena parte de la ficción nacional, y sobre todo las series para adolescentes, sigue reiterando los mismos estereotipos de siempre: la obsesión de la belleza por parte de las adolescentes, la obsesión por la mirada depredadora en algunos hombres, libertad masculina y dependencia femenina.
-¿Qué series no favorecen ese cambio?
-«Sin tetas no hay paraíso» es un ejemplo magnífico de cómo una determinada novela con una determinada carga en su versión televisiva acaba siendo una apología de una visión limitadora de la mujer y el propio título lo dice. Pero, para nada, defiendo una estrategia de censura, no me parece que haya que defender la asepsia de lo políticamente correcto, sino lo que tenemos que hacer es una mirada crítica y potente que reconozca cuando nos encontramos con algo que no nos gusta cuál es nuestro propio planteamiento. La publicidad más aberrante y la información peor hecha nos permite reflejarnos en nosotros mismos.
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