Salvador Roig i Planells (Can Cardonet, 1954). Nació en Sant Jordi, aunque pasó a ser vilero cuando Eivissa aumentó su término municipal en los años 60. Estudió Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura en la Politécnica de Barcelona. Su trabajo como arquitecto no se ha limitado a Eivissa, sino que ha llegado, principalmente, a Catalunya, y algo en Mallorca.
-¿Qué lugar de las Pitiüses es su preferido?
-Me encanta el Racó Fosc, en la costa de Sant Mateu, en el norte de la isla. Es un lugar tranquilo en el que el paisaje es espectacular, con una geografía muy accidentada y el mar muy presente.
-¿Y el más odiado?
-Si hablamos de hechos recientes, todo aquello que pisotea las autovías.
-¿Qué siente al pasar por esas carreteras? Porque tiene que utilizarlas...
-Claro que las utilizo. Sé que hay gente que se niega a utilizarlas, pero ya que están allí paso cuando es oportuno, pero si puedo evitarlas, en recorridos cortos, lo hago.
-¿Qué opina del caso Huerta?
-¡Ay! Es una lástima que en nuestras islas se hayan producido casos de estos. Este es el más emblemático porque ha contribuido a deteriorar el territorio de nuestra isla y es triste que haya pasado porque para que se produzca tiene que haber muchos agentes implicados a diferentes niveles. Éso es lo que duele.
-¿Qué le hubiera gustado diseñar como arquitecto?
-Intervenir en el Castillo de Eivissa. Estuvimos a punto de conseguirlo, pero no funcionó. No estoy muy de acuerdo con la actuación de Parador.
-¿Qué le parece la casa Cretu?
-Otra oportunidad perdida. La casa de Cretu no tendría que haberse construido nunca. Hace tiempo que el Colegio denegó el visado urbanístico. Es un lugar que no se había tocado.
-¿Se ha acostumbrado a ver Can Botino?
-Todavía no he entrado. Me hubiera gustado intervenir porque Can Botino apetece a cualquier arquitecto. No tendré más remedio que entrar algún día, seguramente por el archivo historico, pero me resistiré todo lo que pueda a la parte de arriba.
-Además de arquitecto es bodeguero. ¿De dónde le viene la afición al vino?
-Pero muy aficionado, aficionadísimo (risas). Me viene de las vivencias familiares porque mi abuelo paterno era un pagés d'hort y recordaba cuando de niño era una fiesta el día en el que se hacía el vino. Con el tiempo, cuando aprendes a catar otras cosas, uno lo recuerda y propuse a mi padre que volviesemos a hacer vino. A partir de ahí, el gusanillo come y avanza.
-Como defensor de la cultura tradicional ¿Qué opina de la imagen exterior de Eivissa?
-Es negativa porque una gran mayoría de gente nos conoce sólo por un lugar en el que impera la fiesta y las Pitiüses son un lugar que puede ofrecer otras muchas cosas.
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