Con el otoño llega la época de lluvias y este fenómeno prepara en el campo para que en él broten numerosos hongos. Además, es indudable que en las dos últimas décadas se ha popularizado salir al campo para buscar setas y existen en toda España numerosos aficionados a esta práctica. Durante el trayecto hacia uno de los bosques y zona de bancales abandonados cerca del pueblo de Sant Joan, Jaime Espinosa, estudioso de los hongos, hace referencia a esta idea: «Se ha producido un acercamiento de la gente al campo. Cada vez hay más personas que disfrutan dando un paseo y también recogiendo setas». Ya sea de una forma lúdica, gastronómica o científica, el mundo de las setas, como vulgarmente se las denomina, tiene cada vez más seguidores. Pero antes de adentrarse en el campo en busca de algún suculento pebràs, o níscalo, una de las variedades que más se buscan por las Pitiüses, es necesario tener claro una serie de cuestiones de seguridad.
«Cualquier seta comestible se puede convertir siempre en algo tóxico si comes demasiada cantidad, puede provocar una intoxicación. Y nunca se deben comer si no conocemos esa variedad o si está demasiado pasada», comenta Jaime Espinosa, uno de los expertos en micología que se dedica a aprender en cada salida algo sobre este inmenso mundo. Existen tres ecosistemas en las Pitiüses donde se pueden encontrar setas: «En los bosques de pinar mediterráneo, en zonas de cultivo abandonados, como los bancales, y luego una de las zonas más interesantes que tenemos en las Pitiüses son las zonas de dunas estables como la del Parque Natural de las Salinas o Portinatx», explica Jaime Espinosa mientras se agacha para descubrir un grupo de suillus, una especie de la familia del boletus. «Se puede comer, pero su cutícula es viscosa, la piel del sombrero, y esto produce efectos laxantes. Lo mejor es quitarle la piel con la navaja y conviene quitarle la esponja de la parte de abajo, que también es gelatinosa, y se quedaría sólo la carne», explica Jaime mientras le quita la piel mencionada y la echa en la cesta.
Otra de las variedad que encuentran Toni Serra y Jaime Espinosa en este paseo por una zona entre bosque de pino y bancales abandonados es la russula grisea, una variedad comestible y de fácil identificación. Su sombrero es gris y la carne del pie es arenosa y sus láminas son de color blanquecino.
«Los ejemplares que encuentro que se pueden comer se colocan en la cesta, a ser posible, boca a bajo de manera que las esporas caigan al suelo. Así, lo que haces es ir sembrando el campo y propagas el hongo comestible para que haya más», explica Jaime Espinosa acerca del mejor modo de recogerlas. Además, por esta razón no conviene llevar cubos y en ningún caso bolsas de plástico ya que la humedad del propio hongo puede provocar su deterioro o descomposición dentro de la bolsa.
«De las variedades que hay en Eivissa yo sólo como alrededor de unas 20, más o menos. Pero deben estar muy seguros a la hora de comerlas», comenta Toni Serra.
Durante esa jornada, a pesar de no haber encontrado una gran cantidad de ejemplares comestibles, estos paseos por el campo son sumamente agradables. «La temporada de setas aún está comenzando. En poco tiempo habrá muchísimas que recoger», afirma Toni Serra con tono tranquilizador. Seguro que en la próxima salida en busca de setas regresan a casa con la cesta llena. Natalia Salazar
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