B. MUNAR

La depresión en niños y adolescentes es un trastorno psíquico que ha aumentado su prevalencia en los últimos años de forma «bastante alarmante», afirma el psiquiatra y psicoterapeuta, Juan Larbán.

El doctor explica que hay un incremento importante de ciertos trastornos, como la atención a la hiperactividad, los trastornos depresivos y la ansiedad de separación en niños y jóvenes, así como la falta de autoestima en los chicos que no pueden ir adelante con los estudios. Una de las causas que el doctor destacó es que la sociedad avanza en un sentido positivo para unas cosas y en negativo para otras. «El aspecto negativo es que cada vez hay más pequeños que se crían huérfanos en presencia de los padres». Esta situación, afirmó el especialista, conlleva una falta de referencias y modelos, lo que influye negativamente en la salud mental de los niños y adolescentes. Otra causa de este aumento de casos depresivos es una educación muy permisiva y sin límites. El psicoterapeuta asegura que los padres «les dan otras cosas en lugar de la presencia y receptividad que ellos necesitan». Los niños se acostumbran a recibir, lo que provoca que luego no soporten bien la frustración y las pérdidas. Según el especialista «los padres deberían tener en cuenta que la vida es una sucesión constante de pérdidas para ganar otras cosas. Pero de entrada lo que se tiene son pérdidas», puntualizó. Sin embargo, este valor hoy en día no se trasmite a los hijos.

Para Larbán, todos estos aspectos sociales pueden influir en este aumento de casos, pero quiso remarcar que «no es culpa de los padres que trabajan, sino que todos juntos socialmente tendríamos que hacer una reflexión de a donde vamos. Si queremos bienestar económico o una mejor relación entre hijos y padres». Asimismo, destacó que entre el 60 y el 80 por ciento de trastornos mentales en personas adultas tienen su origen en la infancia por este motivo para Larbán «lo más preocupante» es que no esté reconocida la especialidad de psiquiatría en niños y adolescentes. «España es único país de Europa que no tiene reconocida esta especialidad», lo que según el especialista provoca retrasos en el diagnóstico y errores en el tratamiento.

Los tratamientos psiquiátricos en niños trabajan con el pequeño y con la familia, mientras que «con la medicación hay que ser muy prudentes» porque están en un proceso de desarrollo y si hay que utilizarla, «se debe hacer con mucha prudencia y en tiempos muy limitados». La medicina se usa en momentos muy concretos, sobretodo en adolescentes cuando el tratamiento psicoterapéutico tardaría mucho tiempo en dar respuesta. En este sentido, Larbán remarcó que en los más pequeños la «medicación no es lo principal».

La depresión en niños y jóvenes no se da de la misma manera que en adultos, por este motivo el diagnóstico necesita de especialistas con formación adecuada para detectarla. Mientras que en los adultos se manifiesta de forma «más franca» con abatimiento, decaimiento del estado de ánimo, con pena o aflicción. En los niños y jóvenes no aparece tan claramente ese cuadro. «Pueden ser trastornos de conducta, dificultades en la alimentación o en conciliar el sueño, pero también pueden tener menos ganas de relacionarse».

La depresión en niños se ve agravada en Eivissa por la estacionalidad, porque en verano los pequeños tienen más tiempo libre, pero muchos padres están trabajando. Esto unido a que si en invierno, cuando están más tiempo con sus hijos, no son receptivos, forma un caldo de cultivo apropiado para la aparición de estos síntomas. Según Larbán, no importa la cantidad de tiempo que se pasa con los niños, sino la calidad, es decir, que los padres aprovechen su tiempo para el diálogo y que tengan más en cuenta la importancia de su papel para la crianza.