CLAUDIA ROIG

Durante la entrevista, Josep Juan Cardona recibe llamadas de personas que le preguntan el por qué de su decisión. Las razones que esgrime son las mismas que ante la prensa: diez años son muchos.

-Muchos militantes están sorprendidos...

-Sí, porque no lo había dicho a nadie hasta el miércoles. Era una decisión que tenía que consultar conmigo mismo y que era exclusivamente mía.

-¿Por qué no lo habló con nadie?

-No quería provocar especulaciones. Desde que se comenzó a decir que habría congresos, la primera pregunta que me hacíais desde la prensa era si me iba a presentar. Hace tiempo que tenía clara la idea, pero pensaba que la tenía que decir en el momento que tocaba. Ahora ya se tienen que tomar las decisiones de cara al congreso insular y por eso es el momento de decir que no me presentaré. He jugado lo más limpio posible.

-¿Está cansado?

-No. Me voy porque llevo diez años. Hay una cosa que me hace gracia. Siempre verás que todo el mundo habla de renovación, pero se refieren a que se vayan los demás y ellos no. Oirás hablar de que tiene que haber cambios, pero que cambien a los demás. Y yo pienso que hay que predicar con el ejemplo. No estoy ni cansado, ni disgustado, ni aburrido, ni me faltan ganas. Simplemente creo que diez años son suficientes y que he de dar paso a otras personas. No hay que aferrarse a la silla y puedo hacer otras cosas en política sin ser presidente del partido.

-Los que vieron más positiva su marcha fueron Encarna Castro y Juanma Costa, precisamente los más partidarios de Carlos Delgado. ¿Ha recibido críticas por parte de ellos?

-No. A mí nadie me ha dicho que me tenga que ir. Si alguien se piensa que yéndome se renovará el partido está muy equivocado. Creo que la renovación implica otras cosas, ciertas actitudes, planteamientos, acercarnos más a la ciudadanía. Sea verdad o no, la gente del PP tiene una imagen prepotente y distante y eso hay que cambiarlo. Y si este cambio tiene que ir acompañado de relevo de personas, si sólo se va una no arreglaremos nada, habrá que cambiar algunas más. Pero esto no lo tengo que decidir yo, esto lo tiene que decidir el partido.

-¿Quién debe predicar con el ejemplo?

-Te repito lo que ya he dicho. Hay muchos o muchas a los que les oigo hablar sobre renovación, pero las cosas hay que demostrarlas.

-¿Qué le ha pasado al PP para perder dos elecciones seguidas?

-Perdimos por 37 votos el Consell y hubo bajadas en casi todos los ayuntamientos. Algo mal habremos hecho. Pero también es cierto que ganamos al Parlament. No es una maravilla, pero tampoco es un desastre. El PP es un partido fuerte y unido, una alternativa de gobierno.

-Pero tendrán que hacer algo para recuperar ese electorado.

-Obviamente, y ese es el cambio que deberán decidir los militantes en el congreso. No me toca a mí porque mi voluntad es no presentarme. Hay que mejorar la organización interna del partido, hay que extenderlo más, hay que crear órganos territoriales de más pequeña dimensión... Los ciudadanos piensan que los políticos del PP no son cercanos. Tenemos que evolucionar tal y como lo hace la sociedad y ofrecer soluciones a los problemas reales de la gente. Hoy en día los políticos hablamos de muchas cosas que a la gente de la calle no le interesan. Y en cambio de las cosas que realmente afectan, que les preocupan y que les quitan el sueño no se habla. El PP tiene la obligacion de olvidarse de grandes debates que no sirven para nada y entrar en las propuestas que interesan a los ciudadanos.

-Hay gente que piensa que las derrotas del PP se deben a la gestión del territorio y el medio ambiente. Que las carreteras en 2003 o el campo de golf de Cala d'Hort en el 99 fueron determinantes. ¿Habría que cambiar algo?

-Será una de las ponencias a debatir, pero en el 99 el programa electoral del PP decía que había que comprar el campo de golf de Cala d'Hort, por lo que creo que no fue esto lo que nos hizo perder las elecciones, sino otras cosas. En 2003, el PP estaba desconectado, porque ha habido un crecimiento de población en la isla al que no hemos llegado. Y esto nos ha hecho mucho daño. No creo que haya sido el trazado concreto de las carreteras lo que ha creado perjuicio. Si todo el mundo hubiera estado en contra, hubiéramos tenido unos resultados mucho peores y fue un empate técnico.

-Pero, ¿cree que el PP debe cambiar de rumbo en el tema medioambiental?

-El medio ambiente y la ordenación territorial se están utilizando como arma política. En dos años no es posible que se puedan conocer ni los perjuicios ni los beneficios del Plan Territorial Insular (PTI), porque necesita cierto tiempo. Ahora vemos que estos acérrimos defensores del territorio cuando han ido a tomar medidas porque decían que en Eivissa estaba todo hecho un desastre, lo único que han hecho ha sido proteger suelo urbano. Los únicos que hicimos propuestas para proteger terrenos vírgenes y no urbanizados fuimos nosotros y en cambio ellos dejaron fuera de protección terrenos tan polémicos como el de Cala Comte. Si realmente el problema territorial de Eivissa eran estas cuatro áreas que han protegido es que no era tan grave. El otro día participé en una tertulia en la que estaba el concejal de Urbanisme de Sant Josep y decía que tenían en su municipio los mejores bosques y playas. Pero, ¿no era Sant Josep el peor territorio del mundo? ¿Qué ha cambiado en este año? El territorio debe estar por encima de los políticos, es patrimonio de los ciudadanos y, por lo tanto, tenemos que hacer una política de Estado y tener claro qué medidas se toman y cuáles no. No puede ser que cada vez que se cambie el gobierno se modifique.

-Se ha ido Stella Matutes, Pere Palau no quiere volver a presentarse, usted tampoco... ¿Se ha acabado un ciclo?

-No creo que seamos tan importantes. Desde el 99 hasta ahora las decisiones no han sido unipersonales, sino colegiadas siempre. Se ha decidido en el comité ejecutivo y si había algo importante siempre he consultado a los alcaldes y presidentes de juntas locales. No me considero ni el iniciador, ni el que cierra un ciclo, ni líder de nada. Lo importante es que los equipos se puedan cambiar con naturalidad. En este caso no se ha buscado la cultura del líder, más bien al contrario. Los equipos y las personas pasan y los partidos mantienen sus trayectorias.

-En la calle se tuvo la sensación en cierto momento de que Abel Matutes influía demasiado en el partido.

-Abel Matutes es militante del PP. Es el ibicenco que ha tenido cargos más importantes fuera de Eivissa. Y esto le da un prestigio y un peso, pero todas las decisiones se han tomado colegiadas. Abel ha venido a contadísimas reuniones. Esto que se dice de que influye mucho no es cierto.

-Pese a no ser presidente a partir de octubre, ¿le gustaría volver a ocupar algún cargo en caso de ganar?

-Mira, yo seguiré en política. Seguiré siendo diputado y siempre he tenido los cargos que el partido ha decidido. Conseller ya lo he sido. No tengo ninguna aspiración por ningún cargo concreto. Ya veremos qué pasa en 2011, será el PP el que decida dónde está cada uno.

-¿Qué le ha dicho Rosa Estaràs sobre su marcha?

-Se sorprendió un poco, pero también lo entiende. Le dije que era el más veterano y pensaba que me tocaba. No me puso problema.

-¿Hay mucha gente que le ha pedido que continúe?

-No tiene más importancia... Agradeces que la gente te diga estas cosas, te sientes bien, estoy agradecido. Pero la gente también entiende que es bueno que se produzcan cambios. Estoy tranquilo porque creo que encontraremos un equipo mejor que el actual.

-Dijo usted que para ser presidente del PP hay que tener mucha paciencia. ¿Tan malo es ser presidente?

-Hay que tener una paciencia infinita. No es que sea malo ser presidente, pero tiene la función de coordinar, unir y cohesionar. Los partidos están formados por personas y todos sienten y padecen y todos tienen sus aspiraciones y uno tiene que sacar lo mejor de cada uno para que el equipo funcione.

-Los tres alcaldes del PP dijeron que no querían ser presidentes porque es mejor una persona que no tenga tanto trabajo.

-Estoy de acuerdo. En el congreso se tendría que poner negro sobre blanco que no puedan tener varios cargos, porque sólo perjudica. El presidente del Consell no tiene que ser el presidente del partido. Porque un presidente del Consell tiene mucho trabajo y un presidente de partido también, ejerciendo aquello que te decía de la paciencia.

-Se habla de Vicent Serra como su posible sucesor.

-No sé, yo he hablado con Vicent Serra y no me ha dicho nada de esto. Si el PP tiene 2.000 militantes, hay 2.000 posibles presidentes. Tenemos un sistema asambleario y yo lo único que pido es que el presidente esté apoyado por todos. Yo nombres no daré, no tengo herederos. El que quiera serlo tiene que decirlo y hasta hoy no se ha planteado nada de este tema.

-¿Hacia dónde tiene que ir al PP?

-Se está planteando en los diferentes congresos que el PP debe ser un partido de centro reformista y abierto a la sociedad. Yo lo comparto plenamente. Creo que no se puede dejar de lado a nadie, todos los territorios tienen que estar debidamente representados. Las diferentes sensibilidades que hay dentro del PP han de ser respetadas. Si no somos capaces de mantener estos equilibrios no estamos entendiendo el PP.

-Últimamente, con la candidatura de Delgado, ha vuelto a salir el debate de la lengua.

-Yo lo de la lengua pensaba que era un tema superado y estoy viendo que no. No sólo en el PP, también en otros partidos. Esto quiere decir que todos habremos cometido algún error. La lengua no puede ser causa de enfrentamiento. Tenemos el Estatut d'Autonomia y la Constitución, unas realidades que se tienen que cumplir. Lo que tenemos que procurar es que los jóvenes conozcan el catalán, el castellano y una lengua extranjera. Volver hacia atrás en este tema nos hace menos competitivos.

-Pero el PP también ha utilizado electoralmente el tema de la lengua. En 2003 Abel Matutes denunció que el castellano estaba arrinconado.

-No era candidato.

-Pero participaba en mítines.

-Expresaba lo que él pensaba y tenía todo el derecho a hacerlo. El programa del PP siempre ha sido respetuoso con la norma y el Estatut lo ha dejado bien claro. Pero Abel defendía que no podían haber abusos. El Estatut marca un equilibrio entre catalán y castellano.

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