BÀRBARA MUNAR

Muy pocas mujeres deciden hoy en día dar a luz en casa, aunque en algunos países como Holanda, el 40 por ciento de los partos se realizan en el hogar. En Eivissa sólo hay dos matronas que atienden estos partos y una de ellas es Britta Sandten, quien acompaña una media de dos nacimientos mensuales en la isla.

Ana Amor ya tuvo su primer hijo en casa en febrero de 2007, fue Lucas y explica que «lo tenía bastante claro, ni si quiera me lo planteé y fue maravilloso». «Tuve la suerte de contar con el apoyo de mi marido y de mi familia», explica.

Britta explica que uno de los grandes problemas que tiene el parto en casa es la falta de información y de profesionales, así como la presión de muchas familias. «Todo el mundo opina y muchas veces, estas personas no han dado a luz, ni son médicos ni matronas», declara.

TRES ETAPAS

El trabajo de la matrona que atiende un alumbramiento en casa consta de tres fases. Una primera en la que la comadrona conoce y tiene un primer contacto con la futura madre. En esta fase, se da información a las mamás y se descarta cualquier patología porque «no todo el mundo puede optar a vivir el parto en casa». No es aconsejable que las mujeres que padecen diabetes, hipertensión, que tienen la pelvis demasiado pequeña o en casos de embarazo múltiple, entre otros muchos, den a luz en el hogar. Esta etapa como muy tarde se ha de iniciar en la semana veinte de gestación. La segunda fase es el momento de dar a luz al bebé. Ana Amor relata su experiencia como algo «inolvidable». En contra de lo que muchas personas puedan pensar, la mayor parte de las mujeres no escogen la habitación para tener a su hijo, Ana asegura que «normalmente, la mujer opta por lugares en los se encuentra con más intimidad. Suelen ser los más pequeños y oscuros de la vivienda», relata. Ana asegura que dar a luz en casa «no es nada romántico porque me pasé toda la dilatación sentada en el wáter», explica entre risas.

Durante la última etapa, después del parto, la matrona hace un seguimiento adecuado de la evolución del bebé y de la madre, observa el sangrado, el útero y Britta también cuenta con el apoyo de un pediatra para que haga un reconocimiento más a fondo de los recién nacidos.

Ana explica que el principal motivo para decidir tener a su hijo en su vivienda fue la intimidad. En el hospital «todo el tiempo hay gente entrando y saliendo, y en el momento de la verdad, te ponen una luz encima y siete personas alrededor». Otro argumento que esgrime a favor del parto en casa, es que prácticamente las cesáreas son nulas y el motivo principal es que la mujer está más relajada. «Muchas madres se sienten tan cohibidas que la misma adrenalina de esa cohibición hace que el parto se detenga» y que luego se practiquen las cesáreas.

Ana denuncia que la sanidad pública no contemple el derecho de poder escoger dónde dar luz, porque las facturas corren a cargo de la familia. Tanto Britta como Ana aseguran que es mucho más económico para la sanidad los partos en casa porque «de los guantes y el salvacamas que usa Britta, a los tres días de estancia hospitalaria, el quirófano, dilatación, todo el personal que interviene, hay mucha diferencia», confirma.

«Es triste que aquí la sanidad pública no costee los partos en casa, en Alemania e Inglaterra se puede optar». Asimismo, destaca que en Holanda las mujeres de bajo riesgo que deciden dar a luz en el hospital han de pagar el servicio pero a las futuras madres que deciden hacerlo en casa, «la sanidad pública les envía una mujer para que cocine y ayude mientras está en cama».