El sector inmobiliario de las Pitiüses, al igual que otras actividades económicas, está notando una disminución considerable del ritmo de actividad pero de momento no se están produciendo caídas en niveles alarmantes y habrá que esperar al final de la temporada e, incluso, al inicio de 2008, para ver el impacto real de este nuevo ciclo del mercado.

Este es el diagnóstico que realiza el delegado en Eivissa y Formentera del Colegio Oficial de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria (API), Ramón Arnau. «La cosa está algo parada. Ahora tardamos tres o cuatro veces más en vender una casa y se puede estar seis meses para colocar algo que antes se vendía incluso sobre plano», reconoce Arnau.

«Al pasar el verano ya veremos mejor qué pasa, sabremos si se puede hablar de crisis. Quizás la cosa se agrave algo o viviremos de lo que deje el verano. Incluso puede que se aprecie mejor la situación a principios del próximo año porque en el presente ejercicio el sector puede vivir todavía de las rentas. También está el verano, con la demanda que se pueda producir de segunda residencia y, sobre todo, del dinero que llega a las familias por el trabajo de temporada», concluye.

Con todo, en el archipiélago se perfila una situación algo mejor que en el resto del país, si bien esto no debe hacer pensar que las islas van a quedar fuera de la caída de las ventas. «La crisis parece que va un poco más al ralentí que en la Península. Nos va a pasar igual que allí y que en Palma pero la cosa avanza un poco más lenta. Pero la crisis , por llamarlo de alguna manera, está ahí, eso está claro», asegura el representante de los API.

«Hay que tener en cuenta que los otros sectores están con poca alegría. Tampoco es tan exagerado como dicen algunos, lo que ocurre es que íbamos todos muy bien y cualquier parón en la actividad se nota enseguida. Quizás las noticias hacen que se de una imagen exagerada, pero eso está ahí y todo va más despacio», apunta.

El problema es que la corrección ha sido de golpe, remarca. «Llevamos un año en el que se empezaba a notar algo pero la cosa ha sido de golpe. Se notaba cierta inquietud pero como se seguía edificando, se mantenía el nivel. El hecho de que los bancos hayan cerrado el grifo de las hipotecas es lo que ha condenado al sector. Si los bancos volvieran a abrir la mano se podría volver a reactivar la actividad», asegura.

Para Arnau todavía hay una demanda importante, aun a pesar del incentivo de otras alternativas. «Los alquileres, al precio que están, no desalientan la compra. La gente piensa que, aunque pagues al mes entre un 10 o un 20 por ciento más que por un alquiler y lo hagas durante muchos años, al menos el piso es de tu propiedad», opina el representante de los API.

A pesar de la sensación de que los precios deben bajar, Arnau asegura que quienes ponen su piso en venta no están rebajando sus pretensiones económicas. «Te pasan un precio muy parecido al que se pedía antes de la desaceleración, puede que sea un coste de hasta un cinco por ciento menos de lo que te pedían», afirma.

La explicación de este fenómeno, más que en la compra especulativa, cabe buscarlo en «el número muy importante de personas que quiere vender su vivienda actual para poder comprar una nueva. Pueden tener un mayor interés en vender rápido pero muchos deben mantener el precio porque esperan cubrir el coste de la nueva adquisición».

Respecto a posibles embargos y subastas de viviendas por impagos, Arnau cree que tardará al menos un año en notarse un incremento, si se produce. «Tendría que afectar a muchas familias y el proceso judicial es muy largo», asegura.