Una de las alumnas observa a su compañera mientras extiende sus piernas sobre los nudos que ha hecho. Foto: MARCO TORRES

Bien sea por mejorar en sus ejercicios de gimnasia rítmica o deportiva o bien por pasar una hora y media de lo más divertida y original son muchas las alumnas que acuden todos los viernes a las clases de acrobacia de Valeria Bianchi, maestra también de danza. A pocos metros del suelo y con colchonetas, las niñas de entre seis y 12 años aprenden a observar cómo controlar su peso en el aire para elaborar diferentes formas. Bajo instrucciones de la profesora, las niñas consiguen hacer originales y divertidas figuras, como la de un murciélago boca abajo o una especie de huevo que logran enrollándose en las telas que cuelgan del techo. «Una de las figuras que más les gusta es la del murciélago porque se invierten de posición», asegura la profesora. En este sentido trabajan mucho boca abajo, razón por la que necesitan mucha fuerza abdominal. «No es imprescindible que estén muy formadas físicamente porque poco a poco van adquiriendo mucha fuerza y flexibilidad; las madres se sorprenden a final de curso cuando ven cómo se han desarrollado sus hijas». A estas clases no acuden sólo las alumnas sino que también en algunas ocasiones asisten algunas madres para grabar en vídeo o retratar en imágenes los ejercicios de su retoño.

La profesora asegura que las alumnas se motivan muchísimo cuando trabajan en el desarrollo de sus propias ideas: «Es muy gratificante para ellas ver cómo lo que habían pensado se cumple en realidad; también resulta muy gratificante para mí». Valeria cuenta que hay una figura que le costará olvidar: «Les enseñé a hacer nudos en las telas y extender a lo largo las piernas; una niña me sorprendió cuando iba haciendo nudos, trepando y volviendo a hacer más nudos». María José Real

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