La visita cuenta con la presencia de una guía que explica la historia y el recorrido en varios idiomas.

Muchos turistas y residentes que disfrutan de su tiempo libre no saben qué hacer en los días que amanecen llenos de nubes. Ante la indecisión de ir o no a la playa por el posible chaparrón, la isla de Eivissa dispone de alternativas diferentes al tradicional sol y playa. Una de esas posibilidades es la visita a la cueva de can Marçà, ubicada al norte de la isla, concretamente muy cerca del puerto de Sant Miquel.

La cueva milenaria presenta unas formaciones pequeñas de estalagmitas y estalagtitas, debido a su escasa altura.«Originariamente era de metro y medio, pero en los años ochenta se habilitó para el acceso de público, con lo que se amplió hasta los dos metros», cuenta José María Escandell, encargado de la cueva. Ese lugar natural, según asegura Escandell,.cuenta con más de 1.000 años de antigüedad y unos 9.000 metros cuadrados. Asimismo, tiene como caracterísitica principal la cascada: «Es algo que impresiona mucho a los visitantes porque las cuevas generalmente no suelen albergar cascadas dentro». Escandell explica que la cueva se formó por unas fallas telúricas y que en 1980 preparon el espacio con diferentes caminos y pasillos con tal de que el público pudiera acceder. Asimismo hace unos 100 años los contrabandistas de alcohol y tabaco usaban la cueva para esconder la mercancía.

Los principales visitantes de can Marçà son muy variados, según afirma Escandell: «Viene gente de toda la isla; hasta aquí llegan familias con sus hijos, parejas sin niños y jóvenes que buscaban algo más que el sol y la discoteca». Buena parte del éxito de can Marçà es su ubicación en el bello y tranquilo pueblo de Sant Miquel.

El recorrido
«Tenemos visitas cada media hora, desde las 10,30 hasta las 20,00 horas con un guía que explica la historia de la cueva en varios idiomas», cuenta el encargado de la cueva. Y añade: «El precio es bastante asequible, 7,50 euros para los adultos y 4 para los más pequeños».

En el exterior, la cueva está a 40 metros sobre el mar. Una vez subidas las escaleras que conducen al interior, los guías explican en varios idiomas algunos datos sobre la cueva y lo que posteriormente podrán ver. El recorrido consta de unos 750 metros variados, que se distribuyen en diferentes zonas. En primer lugar, el visitante puede apreciar el templo de buda, donde hay una pequeña estalagmita que con el paso de los ha adoptado la apariencia de la ya citada divinidad. El siguiente estadio del recorrido son las marcas que dejaron los contrabandistas para indicar la salida de emergencia. A continuación, se aprecian los fósiles de una gaviota y, pasados unos minutos, los visitantes llegan a la cascada, que cuenta con unos siete metros de altura tiene efectos de luz y música. Tras subir unos escalones los visitantes llegan a una terraza verde. Poco después es tiempo de pisar el último tramo de recorrido. Se trata de la parte más alta y por ello más seca, según asevera Escandell. Quien visita la cueva de Can Marçà suele quedar bastante contento y sorprendido, pues el aspecto está muy cuidado y goza de una gran limpieza. «Es un recorrido agradable porque la gente está muy fresquita mientras camina», afirma Escandell.

María José Real