Guillermo Ferrer es un arquitecto que dejó su profesión para emprender una gran aventura que le ha llevado a recorrer e inmortalizar con su cámara fotográfica su visión acerca de las poblaciones más lejanas y pintorescas.

Irene Luján

De ellas ha aprendido que el respeto y la observación son los dos conceptos más importantes que se deben aplicar tanto a la ganadería como a la agricultura de cualquier país.

De este modo, con gran esfuerzo, dedicación y aplicando las nociones adquiridas durante sus viajes por el mundo, este fotógrafo ha logrado plantar un verdadero oasis de naturaleza en unos terrenos que hace escasos 22 años tenían un aspecto casi desértico.

Se trata de un minimundo llamado Sa Torre d'es Xebel·lins, situado en el kilómetro 3,3 de la carretera de Santa Eulària donde crecen calabazas, naranjas, aguacates, guisantes, plátanos, acelgas y hasta cinco tipos diferentes de lechuga, entre otras muchas frutas, hortalizas y verduras. Un lugar donde este amante de la naturaleza se refugia cada mañana. «Siempre tengo cultivos de temporada y no aplico ningún tipo de producto químicos para garantizar el sabor natural y las vitaminas. Hay que dejar que haya vida en la tierra, que todo siga su ciclo: si hay pulgón vienen las lombrices y se lo comen, estas atraen a los ratones y entonces llega otro depredador, el pájaro...», explicó Guillermo. Asimismo, este fotógrafo ha exportado sistemas de cultivo de poblaciones visitadas, como los bancales que se utilizan en Vietnam, que hace que las plantaciones estén en tierra más elevada del suelo conservando la humedad y reduciendo el consumo de agua, o se sirve de vallas realizadas a base de cañas que protegen las plantas y cultivos de los fuertes vientos. «El clima de Eivissa es fantástico para todo tipo de cultivos, porque aquí lo tropical crece con los cultivos de siempre», destacó acerca de los chiles y lechugas procedentes de la India que se desarrollan también junto a los cultivos autóctonos.