Camisetas viejas de algodón, gasas, hebillas, bolitas, conchas del mar, botones, strass... Todo es susceptible de ser utilizado en cada uno de los diseños de Emma Zamorano, una joven catalana residente en Eivissa que ha convertido el reciclaje de prendas en todo un arte. En este sentido, Emma es capaz de convertir en tan sólo unas horas una vieja camiseta de playa en un sugerente y atractivo vestido de noche. Unos diseños vintage fruto de un arduo trabajo manual, pero de gran exclusividad, pues cada modelo es diferente del anterior.

-¿Cómo surgió la idea de reinventar ropa que ya tenías?

-Porque antes trabajaba para discotecas de la isla donde tenías que dar imagen llevando una sencilla camiseta de algodón, así que fui cortándolas y uniéndolas hasta ir haciendo vestidos o monos con mi propio estilo. Luego empecé a cortar tiras, inventando y visualizando sobre ropa vieja, porque hay veces que no sabemos que hacer con la ropa y con un poco de imaginación, se puede aprovechar todo. Por eso, creo que se debería hacerse algún festival creativo que fomentase este tipo de cosas y promocionar más este lado de la isla.

-¿Y en tus diseños, sigues algún patrón predeterminado?

-No, simplemente voy cortando y dándole forma a la tela, por eso es importante conocer el cuerpo de la mujer, para ir trenzándolo conforme a su busto.

-¿Cuánto tardas en hacer cada vestido?
-Depende del modelo, desde dos horas hasta uno o dos días.

-¿Y cómo defines tus diseños?
-Elegantes, sexys y, sobre todo, cómodos porque están hechos de camisetas de algodón o gasas, así que se pueden llevar con tejanos, mallas o solos, todo depende de la ocasión.

-¿Y no te gustaría comercializar estos modelos para alguna firma?

-En principio, no; porque al fabricarlos en masa se perdería la exclusividad y mi trabajo se volvería muy mecánico.

-¿Qué personas han comprado tus diseños?
-Varias discotecas de Eivissa y la Península para fiestas determinadas y personas que los han visto y me han pedido. Este verano vendí algún modelo a españoles e italianos, pero curiosamente también a varios japoneses.

Irene Luján