Cuando lo logramos decimos que hemos salvado la vida», comentó Fernando al terminar de hacer la maniobra que no le dejaría estrellarse en caso de un fallo en el motor.

Su examen es el mes próximo, y su objetivo, el de obtener el carnet de piloto privado de la escuela Alba Air de Valencia, un centro de enseñanza contratado por el Real Aeroclub de Eivissa para ofrecer a los amantes locales de la aviación la posibilidad de aprender a volar.

Su profesor, Manuel Pérez, va en el asiento del copiloto y le da la señal de empezar la maniobra. Entonces, el alumno, después de localizar un campo en el que aterrizar en caso de emergencia, baja la potencia del avión hasta casi detener el motor y empieza a planear desde los 2.500 pies en dirección a esta supuesta pista auxiliar. «Cuando llegamos a los 500 pies es como si hubiéramos aterrizado», agregó Manuel, y Fernando remontó la nave.

La clase de hoy es de entrenamiento por lo que el cielo de Formentera y su falta de montañas en la tierra se vuelve el campo de ejercicios ideal para estos futuros pilotos. El día está despejado y la meteorología vuelve a ser la óptima, una de las características que según el instructor facilita la práctica de la aviación en las Pitiüses.

Manuel, el instructor, es joven un piloto comercial valenciano con una experiencia de 800 horas de vuelo que por segundo año viene a la isla para enseñar a sus alumnos ibicencos.

En este curso, que comenzó en el mes de febrero y que terminará con los exámenes en mayo, son cuatro los aspirantes a piloto privado que piensan cumplir las 150 horas de clases teóricas y con las 45 horas de vuelo, con las que obtendrán el carnet.

Pero el aula no sólo está en el aire, también lo está sobre una pizarra de una oficina del hipódromo de Sant Jordi, donde ven nueve asignaturas entre las que se cuentan aerodinámica, navegación, conocimiento general de la nave, planificaciones de vuelo y meteorología.

«Siempre he querido aprender a volar y lo que me planteo hacer cuando termine el curso es volar mucho con una avioneta alquilada», expresó Fernando momentos antes de despegar para comenzar con la clase práctica. «No, el curso no es barato, es como aprender a conducir con muchos reintentos», agregó sobre el precio del mismo que asciende a unos 8.000 euros.

Mariano Matutes es otro de los alumnos y ayer acababa de aterrizar tras cumplir con su hora de maniobras. «Aprendo a volar por hacer la experiencia en sí. Tenía todo el invierno por delante, un poco aburrido en Eivissa, y me dije, éste año toca carnet de avioneta. Me he sacado el de barco y también el de moto. Es decir, que lo hago por deporte», aseguró el joven.

Fernando le pide a Manuel que este sea un vuelo de recreo para poder apreciar los paisajes del norte de la isla, pero no es posible, porque según el instructor, debe recordar ejercicios de la semana anterior. Entonces, como buen aprendiz chequea todo el avión, pide permiso de pista y, bajo la dirección de Manuel, despega y pone rumbo a Formentera.

En los 25 años que el Real Aeródromo de Eivissa lleva funcionando han aprendido a volar más de 100 pilotos privados.

Según su fundador, Juan Manils, cualquier persona de economía media puede «hincharse a volar, con 2.000 o 3.000 euros al año». «Estoy contento de haberlo hecho porque me salió más barato que casarme, considero que es en lo mejor que he invertido el dinero», agregó el fundador de este aeroclub, que ya comienza a contar su propia historia.

Luciana Aversa