La nueva generación de docentes especializados, la llegada a las
aulas de la inmigración europea, sudamericana y árabe, y la
improvisación de espacios convertidos en aulas para albergar a casi
700 alumnos son cambios que no lograron echar atrás la vocación con
la que Margarita Torres Marí ha llevado a cabo sus 37 años como
maestra.
Ayer fue el día Mundial del Docente, declarado el 5 de octubre
de 1996 por la Unesco, y Torres Marí, al igual que tantos
profesores de las Pitiüses, llevó a cabo su jornada con toda la
normalidad de un día como cualquier otro.
A sus 60 años, y a doce meses de coger la jubilación anticipada,
Torres Marí habla desde su experiencia y opina que la educación de
los niños demanda más ayuda por parte de las familias y, aunque los
adolescentes no son su campo, asegura que el abandono escolar en
las Pitiüses se debe a que «aquí prima la cultura del dinero».
Es casi mediodía y, mientras Torres Marí intenta solucionar un
problema de absentismo que tiene con un alumno, suena el timbre de
la entrada cada cinco minutos en su despacho de directora del
colegio público Sant Ciriac. «Nunca es así, pero hoy está el
psicólogo y ha citado a algunos padres para hablar con ellos»,
explica.
El progreso y los cambios que ha vivido, y también
protagonizado, hacen que esta maestra, amante de las matemáticas y
la literatura, rememore sus comienzos y los compare,
inevitablemente, con el presente: «Antes, cuando hacías la carrera
de maestra, no tenías que especializarte, hacíamos de todo. Y
entonces yo lo hago todo cómodamente. Enseño matemáticas pero
también me encanta leer a los chicos cuentos y textos literarios
dramatizando un poco», indica sobre sus labores favoritas, que ya
no ve reflejadas en el nuevo sistema de especialización. «Las
nuevas generaciones de maestros hacen bien su trabajo, pero
nosotros suplíamos la falta de especialidades con el trato
personal. Era una relación más humana, más personal», recuerda
acerca de sus primeros años en la escuela de Formentera, a la que
llegaba mareada después de una larga travesía en barca, allá por el
año 1968, y también de sus años de educación en el colegio de Sant
Carles, en la misma aula en la que aprendió y decidió que ésta
sería su forma de vida. Un tiempo que ahora ve lejano cuando
asegura que la figura del maestro ha sufrido cambios muy grandes:
«Somos una institución diferente y el maestro es un conocedor más
de la enseñanza y una persona que para los padres muchas a veces no
tiene razón».
Marí Torres trabaja de maestra en Sant Ciriac desde 1976 y ha
vivido todas transformaciones de este colegio, tanto de estructura
como de contenido. Un colegio construido para seis grupos de
alumnos en 1974 que en la actualidad ha sido reformado para acoger
15 aulas de infantil y 7 de primaria. Pero el cambio interno en las
aulas, que es el más definitivo, lo trajo fundamentalmente la
inmigración: «Todo eso da un trabajo y una organización extra,
porque estos niños no saben una palabra cuando llegan y necesitan
todo un proceso para aprender un poco la lengua para entenderte, al
menos», señala sobre este nuevo desafío que se plantean los
docentes. «Necesitamos más apoyo de las familias porque el fracaso
escolar no viene de adentro, y cuando los padres llegan desde
lugares diferentes y tienen que preocuparse por encontrar
estabilidad y trabajo la educación de los hijos pasa a ser un
problema menor».
Se retira porque quiere dedicarse por completo a su familia.
Pero aunque es de la opinión de que hoy por hoy «la escuela es un
lugar más de instrucción cuando antes era un lugar de educación»
afirma que, a pesar del paso del tiempo, su vocación sigue intacta
y que si en el futuro la necesitaran, volvería. L.Aversa
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.