Ya desde primera hora la cosa se presumía numerosa. Era casi
imposible llamar con el móvil o enviar un mensaje, tanta gente
estaba en Ca'n Picafort que las redes no daban a basto, todos en
torno a sus neveritas y aprovechando los primeros momentos de la
noche para aclimatarse. Si la Nit de l'Auba de Son Serra de Marina
reunió a 11.000 personas, la segunda cita con los eventos
organizados por Es Peixet debía batir todos los récords. Y más
cuando en el cartel parpadeaba el nombre de Carl Cox, uno de los
dj's más importantes de los últimos veinte años. El resultado
fueron 30.000 personas.
Aura fueron los primeros en aparecer sobre el escenario.
Tuvieron que soportar los silbidos de parte del público, demasiado
impaciente por la llegada de los discjockeys, pero supieron
sobreponerse a la tentación de decaer desplegando una colección de
canciones que va cogiendo cuerpo pero que de poco les sirvió ante
una audiencia que estaba allí para coger sitio más que para
disfrutar del momento.
Luego, Dawholeenchilada presentaron los temas de su segundo
disco demostrando una vez más que su actitud canalla es una de sus
mejores virtudes. Lo mejor de su directo fue su versión de los
Beastie Boys, quizás el único momento en que su concierto sobrevoló
el mal sonido y que les sirvió para levantar al público para los
restos, ofreciendo algunos de los mejores momentos de la noche en
materia de rock.
Después de Dawholeenchilada vino el momento de los dj, el
momento que espera la mayoría de los asistentes, a pesar de los
esfuerzos de la organización por confeccionar un cartel en el que
lo analógico se codee con lo digital.
La gente esperaba de Àngel Costa el subidón fácil y el ritmo
marcado, algo que él dejó en segundo plano, dando una lección de
buena técnica y mejores ideas. El efectismo, hasta lo vulgar, fue
cosa de Carl Cox. Llegaba a Mallorca con la vitola que dan dos
décadas de carrera y el haberse convertido en uno de los nombres
indispensables para entender la explosión de la música de baile a
finales de los ochenta, pero el de Manchester decidió tirar por la
vía rápida y echar carnaza fácil. Su set fue tan previsible como
celebrado por el público. Cox añadió sin mucho esfuerzo unas
cuantas horas más a su currículum, pero las miles de personas
presentes tampoco pidieron mucho más.
Al fin y al cabo se trataba de bailar y divertirse, y cuando el
sol salió sobre Ca'n Picafort aún quedaban miles de personas
resistiéndose a que l'Auba terminara.
Joan Cabot
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