José Luis mientras prepara una de sus flores decorativas a partir de una sandía.

Existen personas a las que les gusta ir más allá en el aprendizaje de su oficio realizando de su investigación un hobbys que en algunos casos puede llegar a ser una verdadera obra de arte. Esto le ocurre al cocinero José Luis Flores que, sevillano de nacimiento y criado en Eivissa, dedica su tiempo laboral a la cocina del Club de Campo y sus momentos libres a imaginar que la comida tiene un aspecto diferente. Así, de una sandía pueden nacer flores, pájaros, pavos reales e incluso patos; a partir de formas creadas con la misma fruta o de un dibujo que este cocinero realiza utilizando la piel blanca de su materia prima. Su arma es el cuchillo y su guía, el tiempo y la dedicación. «Hace cinco años que hago esto y aprendí en Santo Domingo. Allí me enviaron para aprender cuando trabajaba en el hotel Palm Beach», explica este cocinero, para quien en la isla no hay verdaderos hoteles de cinco estrellas que, a su parecer, son los que se ocupan de este tipo de detalles que en muchos lugares, como en centroamérica, se utilizan para decorar los banquetes.

Entre el gran repertorio de creaciones culinarias que José Luis se guarda para ciertas ocasiones se encuentran las paellas de colores: «Las hago con colorantes alimentarios, que pueden presentar un arroz verde o azul y que sabe igual o mejor que con su color natural», explica acerca de ciertos experimentos con los que aún no se ha animado a sorprender al gran público. Al parecer, existen pocos alimentos que se resistan a la creatividad de José Luis, ya que con la mantequilla también moldea y crea formas que, para él, sólo necesitan de «la dedicación que tienes con algo que te gusta. A partir de ahí, todo te puede salir bien».

Para este cocinero, la calabaza de República Dominicana es la mejor materia prima para elaborar sus esculturas, no sólo por su gran tamaño sino también por la facilidad con la que se esculpe: con ellas ha llegado ha hacer grandes peces y patos que parecen sacados de una sola pieza, a las que agrega las hojas de otras frutas para completar la decoración. «Aquí no se utiliza porque en el mundo de la restauración ibicenca utilizar al menos dos sandías para la decoración ya es perder material y dinero», explica acerca de porqué su hobby que es muy valorado en otras partes del mundo, no tiene cabida en Eivissa más allá de casos muy puntuales: «como fue éste verano en el Hotel de Pachá o en una fiesta de la doctora Vicario». Todo un detalle que, según su experimentado parecer en la materia, «la gente se dirige directo hacia un plato, y por ahí, sin notarlo demasiado, se siente atraída por la decoración».

Luciana Aversa