La ampliación de las zonas de aparcamiento de pago, con su tope de tiempo; la desaparición de numerosas plazas de aparcamiento, como en el caso de la calle de Pere Francés; los cierres del puerto, que dejan desocupadas cientos de plazas, y la construcción de chaflanes en la ciudad obligan a los miles de conductores que cada día circulan por las calles de Eivissa a agudizar el ingenio para poder dejar sus coches estacionados mientras realizan sus recados o pasean por ella. Así, por ejemplo, han convertido la avenida de Santa Eulària, sin ninguna plaza oficia, en una vía llena de posibilidades. Por ejemplo, el solar de ses Feixes que ocupaba hasta su incendio el almacén de trasnportes Vilàs es ya utilizado por decenas de conductores hartos de dar vueltas y vueltas por las calles de la ciudad y tras intentarlo por lo que el Ayuntamiento llama, aunque no sean suyos, «aparcamientos disuasorios», sin los cuales Eivissa sería aún un caos peor.