Han pasado algunos años desde que Magda y Juan Antonio se dedicaban
a librar la campaña de esquileo por las tierras de las gentes del
campo.
Un trabajo que ambos aceptaron alentados por otro de sus hermanos,
Gerardo, que ya formaba parte de la Asociación de productores de
ovejas de Ibiza (APOI), tarea solían alternar con sus empleos en el
sector de la hostelería.
«En un principio perdía dinero», recuerda Juan Antonio quien
tardaba algo más de quince minutos por cada una «cuando me pagaban
a porcentaje por oveja». Hoy, ya experto en el oficio, se dedica a
esquilar ante la llegada de todos los veranos su rebaño familiar
compuesto por sesenta bovinos con una fórmula compuesta por algo de
maña y un poco más de fuerza.
Una década atrás, Magda no hubiera apostado que el tamaño de la
máquina esquiladora se reduciría a una mínima parte de lo que era.
Afincada en París, esta joven ibicenca que se encuentra de visita
en la isla, no se ha querido perder el revivir aquellos viejos
tiempos y ha aceptado volver a esquilar ahora a su propio
rebaño.
Esta tarea de coordinación comienza cuando Magda y Juan separan
a los corderitos de las ovejas de cría. Después, y engañándolas con
el sonido de un cesto cargado con algo de maíz, las llevan a un
sector un poco más estrecho que el redil para que no se les escapen
dando comienzo a una labor de colaboración a dúo en la que Magda se
encarga de atarlas de patas traseras y delanteras con un
estratégico nudo, y Juan Antonio, con su máquina de esquilar último
modelo fabricada en Estados Unidos, libera una a una de su abrigo
particular a esas ovejas que según este joven, «nunca se
acostumbrarán a ser esquiladas».. Luciana
Aversa
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