Recordemos la imagen de Afrodita naciendo, como si de una bella y enigmática perla se tratara, de una concha. Reencontramos aquí el símbolo de la fertilidad, como sucede con muchas cosas relacionadas con el agua. Viajar en un carro formado por una concha, ofrecer algo dentro de una concha, contienen el sentido de suerte y prosperidad que se da en la fertilidad. Su forma cóncava recuerda el órgano sexual femenino, añadiendo un sentido erótico.
La concha está ligada también a un símbolo mortuorio, ya que toda idea de prosperidad actual, sea personal o colectiva, debe recibirse y gozarse teniendo presentes a las generaciones que nos precedieron, es la justa retribución a quienes son el origen real de que ahora podamos gozar de la suerte. Vemos así que en el mundo de los símbolos un ingrediente importante es el respeto, el no olvidar de dónde provienen las cosas. Aquí resaltamos muchas veces el necesario agradecimiento a la generosidad de la Madre Tierra, a su inagotable fecundidad, y añadimos ahora, cuando hablamos de las excelencias de la concha, del sentido agradecimiento a nuestros antepasados, para así apreciar mejor lo que recibimos de la vida.
La concha es dura y cuando está completa y cerrada lo parece más al añadir el hermetismo; esto nos da la idea de que contiene algo frágil y delicado que puede ser en su momento aún más valioso que la misma concha, la perla. Relacionada con el agua, la mujer y la Luna, nos habla de nacimiento, muerte y renacimiento como riqueza de vida, y por tanto de la aventura humana en su totalidad. En este sentido es como vemos la concha como confirmación y premio al haber realizado el Camino de Santiago, el premio al renacer del peregrino. Un viejo cura me decía, ya en Finisterre: «Que te sirva de gozo». Es el símbolo de la concha.
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