Después de un intenso verano como el que ha tenido lugar en la isla, colmado de cosas de muy variada índole, comienza la dura responsabilidad que traerá consigo el frío invierno. Aunque todavía queda el intermedio otoño que sin ser blanco ni ser negro es momento de cambios, el fin de las vacaciones representa el inicio de un nuevo capítulo que hay que empezar a redactar.
Por está razón, con el deseo de volver a casa cargados de energía tras un intenso descanso gozando de las playas, de las cálidas noches y del relax continuado en la isla de Eivissa, llega el momento de partir, y es que, definitivamente, hay que hacer las maletas y despedirse de esas nuevas amistades y dirigirse al aeropuerto.
De entre los que esperaban el embarque había muy diversas opiniones a cerca de sus vacaciones. Unos se iban complacidos por haber acertado en el destino y la forma que iban a tomar sus días de descanso, como es el caso de Maite: «Volveremos en cuanto podamos; se nos ha quedado corto, no da tiempo de verlo todo y la verdad es que nos ha gustado mucho, lo tiene todo», comentaba esta chica catalana al tener que regresar a casa.
No era esto lo que pensaba Maria del Mar. «En Sant Antoni está reunido el peor turismo que se puede tener en España, son bordes, maleducados y muy cerdos; lo tiran todo al suelo y no respetan nada. No creo que vuelva el año que viene; vista una vistas todas», afirmaba decepcionada.
Jordi, un barcelonés que lleva viniendo a la isla todos los veranos desde que era adolescente, tiene otro sentimiento con respecto a Eivissa. Dice tenerle mucho cariño por ser este su segundo hogar, pero no le gusta el hecho de que hayan dejado de cuidarla y de que «ya no es lo que era»; sin embargo, mantiene la esperanza: «Para mí los sitios más bonitos son Dalt Vila y sa Penya y espero que se cuiden en su valor ahora que son Patrimonio de la Humanidad».
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